Educar sin sobreproteger
La violencia filioparental es una realidad extendida, pero con poca visibilidad Metabolé es una asociación malagueña que ayuda a resolver la problemática
La mayoría de las veces se elige serlo y otras se es sin esperarlo. A veces se está preparado y otras no tanto. Aunque es el oficio más longevo, nunca se llega a ser un experto. Ser padre es una ardua tarea de 24 horas, que no tiene vacaciones y que se debe compaginar con otros trabajos. Criar y educar a un hijo son dos cometidos complejos y delicados, pues nunca se está seguro de si lo que se hace o se dice es lo más correcto. Es una labor llena de incertidumbres y preocupaciones continuas por la seguridad y el bienestar de la prole. Ser padre es difícil e intentar hacerlo bien, más aún. ¿Demasiado exigente? ¿Demasiado permisivo? ¿El niño tiene demasiada libertad? ¿Debería controlarlo más? ¿Debería dejarlo hacer esto o aquello? Las dudas son constantes, sobre todo en las dos primeras décadas de los descendientes.
La relación entre padres e hijos a veces es complicada y puede llegar a convertirse en un duelo entre el progenitor, que intenta imponer su autoridad y el hijo, que reclama poder hacer lo que quiera. En ocasiones llegar a un acuerdo es imposible. La situación puede derivar en la revelación del niño/a en forma de rabieta, llorera o violencia. Lo cierto es que esta problemática es más común de lo que se piensa.
La violencia filioparental (hijos que agreden psicológica o físicamente a los padres) es una realidad cada vez más frecuente y extendida en la sociedad que, sin embargo, tiene poca visibilidad. Según el equipo técnico de la Fiscalía de Menores de Barcelona un 7% de las familias españolas pueden sufrir este problema. "Denunciar a un hijo no es fácil. Hacerlo significa reconocer públicamente que el niño no es tan bueno como te gustaría", comenta Mari Carmen Gómez, educadora social cofundadora de Metabolé, una empresa especializada en el tratamiento de la violencia filioparental. Los padres, cuenta Gómez, sienten que tienen que justificarse, a veces se sienten juzgados porque sienten que parte de la responsabilidad es suya. La situación de un hogar en esta tesitura es muy complicada y tiende a desestructurar a una familia.
Metabolé nació, en 2011, con el espíritu de ayudar a resolver esta problemática. Es una entidad malagueña, sin ánimo de lucro, que fue fundada por Elena García y Mari Carmen Gómez. En la entidad trabajan con familias y menores, con problemas de conducta dentro del ámbito familiar. El rango de edad de los jóvenes con los que tratan va desde los 5 hasta los 18 años, trabajando en todo momento con actividades y sesiones personalizadas a la edad y ritmo de aprendizaje. Les gustan cuidar cada caso, por ello los estudian de manera individual y buscan la mejor manera de actuar adecuando las actividades a cada usuario. Además, junto a ellas, participa un psicólogo cuando la situación lo requiere.
Desde que funciona, Metabolé ha atendido alrededor de 15 familias. El resultado de la radiografía de la problemática revela que gran parte de esta situación se ha derivado de una ausencia de normas o de una familia sobreprotectora, donde los niños acaban imponiendo sus leyes.
Una de las principales incertidumbres de los padres es el temor a que sus hijos sufran, por lo que tienden a conceder todos sus deseos y si pueden evitar reñirles, lo hacen. Error. La llamada sobreprotección es más perjudicial que beneficiosa, las consecuencias pueden desembocar en problemáticas de gran envergadura. "Cuando crece, el crío no entiende por qué le regañan, por qué lo que antes se suponía que estaba bien ahora está mal o por qué no tiene lo que quiere si siempre lo ha conseguido", confirma Elena García.
Según Emilio Calatayud, conocido juez de menores, se ha saltado de un extremo a otro. "Hemos pasado de ser esclavos de nuestros padres a ser esclavos de nuestros hijos", ha afirmado en varias ocasiones durante sus conferencias realizadas en distintas ciudades sobre la violencia en los jóvenes. A su parecer -coincidiendo con la opinión de García y González- los padres procuran que sus niños crezcan sin preocupaciones y tienen a suplir cada uno de sus deseos. Sin embargo, es imprescindible entender que poner límites y negar caprichos no es ser cruel. De hecho el niño aprenderá desde pequeño que las cosas no se consiguen sin esfuerzo. Igualmente, regañarle a tiempo supone que el niño diferencie lo que está mal de lo que está bien y que crezca con unos valores fuertes y justos.
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