Málaga

Ginés León (76 años): El peluquero malagueño de las tres generaciones

Ginés atendiendo a un cliente

Ginés atendiendo a un cliente / S.S.

Peluquería Ginés, 20 metros cuadrados que esconden un museo viviente en su interior, hogar del veterano barbero Ginés León. En agosto cumplirá 77 años, una edad a la que cualquier persona ya se habría jubilado, pero él sigue en plena forma y dando guerra.

Con tan solo 11 años comenzó a trabajar en el negocio de su padre, que también era barbero. Su referente, Francisco León Cervantes, fundó la peluquería en 1939. Se encontraba en la misma calle, un poco más abajo, en un corralón perchelero del que ya no quedan ni los cimientos, solo el recuerdo. Allí es donde vivía la familia León al completo y donde nació Ginés.

Empezó a aprender la profesión de niño: "Me quedaba en la peluquería, hacía mandados a a los clientes y así poco a poco aprendí el oficio", cuenta. Todas las tardes después de escuela, Ginés sin falta se iba a la peluquería con su padre; un almeriense que se quedó en Málaga por amor y que tras criar a cuatro hijos, también continuó trabajando hasta los 70 años.

Ginés tiene tres hijos y tres nietos, pero ninguno ha seguido sus pasos. Cuando le preguntan el porqué no se queda en casa y se toma un merecido descanso después de toda una vida trabajando levanta una ceja y, muy serio, responde: "Eso para mí sería un castigo. Yo no trabajo por necesidad, sino por gusto". 

El humilde establecimiento se convierte cada día en un desfile continuo de clientes, en su mayoría habituales. Algunos de ellos llevan siendo fieles a Ginés más de 30 años, como es el caso de Enrique, asiduo desde que era pequeño: "Ginés es un artista, el número uno de España. A mí no me toca nadie que no sea Ginés o mi mujer. Excepto en la mili, él ha sido la única persona que me ha pelado. Este es el único establecimiento público, castizo y perchelero que nos queda, ya no queda otro".

Luis, un habitual más, tampoco se pondría en manos de ningún otro: "Que no nos falte nunca, porque peluquerías hay, pero como ésta ninguna". Los clientes presumen siempre de Ginés, pero el barbero también se enorgullece de su fiel clientela: "Yo he pelado a abuelos, padres, hijos, nietos; cerca de las tres generaciones de una familia".

Fue el único de sus hermanos que continuó con el negocio familiar, desempeñándolo incluso durante su servicio militar: "Estuve tres meses haciendo la mili, en el año 1969, y en la compañía yo pelaba a todo el mundo. Allí convivíamos más de mil tíos, y yo pelaba a todos los de mi compañía y a los de dos compañías más, y me sacaba mi dinerillo. Me volví a Málaga seco de trabajar, pero me traje conmigo 20.000 duros, unas 100.000 pesetas". Gracias a esos ahorros pudo dar la entrada para un piso, que se convertiría en un nido de amor para el y su mujer, y más tarde en un hogar en el que formó una familia. Y allí sigue todavía.

No fue hasta 2004 cuando abrió el local nuevo en el que se encuentra la peluquería actualmente, tras perder la antigua barbería de su padre, al ser derruida junto con el corralón del que formaba parte. Ginés achaca la gradual desaparición del barrio del Perchel y de muchos otros de la zona céntrica de Málaga al auge del turismo y al aumento de los precios del alquiler: "Cada vez se marchan más vecinos que han vivido en el barrio toda la vida. Esta zona está cara, y se va a poner cada vez más cara. Nada más que en esta esquina acaban de hacer 5 apartamentos turísticos". El veterano peluquero es la resistencia personificada: "Yo no me he ido de aquí porque tanto mi casa como el local los tengo los dos en propiedad, pero si tuviera que pagar por un alquiler ya me tendría que haber ido".

El museo de Ginés El museo de Ginés

El museo de Ginés / S.S.

Las paredes de la barbería están recién pintadas de blanco, algo difícil de deducir, porque cada milímetro está ocupado por diplomas y premios. "Con mi profesión me lo he pasado muy bien", afirma sin un atisbo de duda, mientras enumera todos los campeonatos de peluquería a los que ha asistido. Gracias ellos ha estado por toda España y ha conocido toda Andalucía. "He estado en todos lados; Granada, Sevilla, Córdoba... Y he ido a tantos campeonatos que los diplomas ya ni los enmarcaba, si no podría empapelar la peluquería entera".

Este rinconcito de El Perchel es el lugar idóneo para el que quiera hacer un viaje al pasado. Un nokia con tapadera no deja de sonar; es el único medio a través del cual Ginés atiende las citas, para luego apuntarlas muy cuidadosamente en una hoja. Una televisión de tubo de más de 20 años reposa sobre una estantería, regalo de su mujer. En el canal sintonizado se ve a Clint Eastwood pegando tiros en El bueno, el feo y el malo. 

No ha salido apenas de España, pero casi como si lo hubiera hecho. Souvenirs de Chile, Cuba, Praga, Nueva york y de multitud de países más recubren las estanterías, todos detalles de parte de sus clientes. Además, es malaguista y perchelero, y eso se nota. No falta la imagen ni del Chiquito ni del Cautivo. Acompañados por figuritas de vírgenes como la del Pilar; conchas, cuadros, y barcos de todos los tamaños.

Ginés trabaja solo, de lunes a sábado, por la mañana y por la tarde, sin falta. "Yo en la peluquería he estado y estoy muy bien, me ha ido muy bien siempre y no me ha faltado el trabajo, nunca, jamás, cuando me falte me voy". Aunque reconoce que clientes no le faltan, admite que antes "ganaba el doble que ahora" porque había más trabajo. "Mi padre era amigo de los marineros del puerto, y venían a la peluquería a pelarse los trabajadores de más de 13 barcos diferentes. Pero todo eso ya se ha perdido, el puerto no es lo que era y ya no hay marineros ni hay barcos", confiesa.

También comenta que ni él ni su padre "han tenido problemas" de dinero para mantener a sus respectivas familias, y que "antes con un sueldo de peluquero se podía tirar para delante de la familia, algo que ahora piensa que es "difícil".

Pensar en el futuro es algo inevitable, pero este curtido peluquero intenta evitar imaginar el destino de su negocio una vez deje de trabajar: "No lo pienso, no lo quiero pensar. A veces no lo puedo evitar, puede que tenga suerte y logre alquilarlo, pero no lo pienso vender".

Aunque de momento la barbería no tiene fecha de caducidad, Ginés permanecerá allí perenne hasta que aguante el cuerpo: "Mientras no me ponga yo malo y tenga salud, pienso ver el hotel de allí en frente". Así que si el flequillo ya le ha traspasado las cejas, o su barba necesita un recorte, en la calle Plaza de Toros Vieja número 10 se encuentra la peluquería de Ginés.

Lo reconocerá fácilmente; canoso, bajito y con un trato cercano y familiar de los que ya escasean. Te recibirá con una sonrisa y te hará sentarte en una de sus antiguas sillas de barbero que tienen ya un siglo. Si le pillas hablador y le preguntas con amabilidad y educación, empezará a contar historias sobre su padre o su gran amor, Trinidad, y te llevará hasta una época en la que los euros eran pesetas y duros, las mechas y los degradados aún no estaban a la orden del día, y en la que los desconocidos aún se daban los buenos días en la calle.

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