Guerra a los malos olores
Emasa cuenta con un equipo de diez personas elegidas por su agudeza olfativa para detectar los gases que emanan las aguas fecales y que son motivo de quejas
Ningún aparato ha logrado aún asemejarse a la sensibilidad de la nariz humana para detectar determinado olores con tanta eficacia. Los avances tecnológicos ayudan, pero el olfato sigue siendo el más infalible para percibir los desagradables gases que emanan las aguas fecales y la Empresa Municipal de Agua (Emasa) ha decidido aprovecharse de esta ventaja para adiestrar a un equipo de diez personas en esta ardua, aunque fundamental tarea para reducir las molestias a los vecinos que viven cerca de una de las doce estaciones de bombeo de aguas residuales que hay distribuidas por la capital.
Su misión consiste prácticamente en oler en cada una de ellas y alertar de una posible incidencia en el caso de que sus narices detecten una concentración de gases por encima de lo normal. Han sido entrenados específicamente para ello y seleccionados expresamente por un agudeza olfativa. "Su trabajo es importantísimo para detectar in situ estos malos olores y poder actuar de forma inmediata", explicó el gerente de Emasa, José Luis Rodríguez.
La empresa municipal está empeñada en declarar la guerra a los malos olores de las agua fecales, popularmente identificados por su parecido a un huevo podrido, y que se producen por la producción de gases, especialmente ácido sulfhídrico, al reducirse la cantidad de oxígeno presente en estas aguas residuales.
Las estaciones de bombeo que forman la red municipal de saneamiento, y que distribuye las aguas fecales hacia las depuradoras malagueñas del Guadalhorce y Peñón del Cuervo, respectivamente, según las zonas, son el principal foco de estos olores. A cada de una de estas instalaciones los técnicos entrenados al efecto acuden cuatro veces por semana para poner en práctica su agudeza olfativa.
En cambio, este equipo de técnicos expertos en olfatimetría cuenta, según la directora de Mantenimiento y Depuración de Emasa, María Concepción Fernández, con ayuda de varios medidores de alta resolución cuando se trata de realizar controles específicos de los sistemas de desorodización de estas estaciones.
Esta nariz artificial "viene a cuantificar el grado de ácidos sulfhídricos que perciben los técnicos con su nariz", aseguró Fernández. Estos controles más exhaustivos se realizan cada mes en los meses de invierno y cada quince días durante la época de más calor.
El objetivo es, señaló, comprobar que estos gases que emanan las aguas fecales "salgan a la atmósfera con el menor impacto posible para la población que se asienta alrededor de estas instalaciones". Para ello, Emasa utiliza carbón catalítico que almacena en los depósitos instalados en todas las estaciones de bombeo y por las que pasan estos gases después de ser absorbidos a su llegada a la estación de bombeo.
La ventaja de este sistema es que se pueden reducir "notablemente" los malos olores y encima el carbón activo admite "varios usos sin perder eficacia lavándolo con agua", explicó la responsable de Emasa.
Es en esos momentos cuando se tiene que hacer una parada técnica de la estación o incluso por una avería cuando se pueden producir los mayores problemas de olores y, de hecho, la empresa municipal recibe no pocas quejas por este motivo.
Pero muchas de estas incidencias se podrían evita si aumentara la concienciación de la población a la hora de seleccionar lo que arrojan al wáter. Toallitas limpiadoras, pañales, compresas o preservativos atoran frecuentemente las conducciones de saneamiento. Sus efectos son devastadores y desde luego no ayudan a reducir los malos olores.
No hay comentarios