El Inem religioso de las empleadas del hogar

Las Religiosas de María Inmaculada ven cómo las ofertas de empleo que llegaban a su centro han disminuido en un 80%

La hermana Encarni atiende a algunas demandantes de empleo junto a Diego, uno de sus colaboradores.
Cristina Fernández / Málaga

31 de mayo 2009 - 01:00

Cristina lleva en Málaga 8 meses. Hace tres años que su marido salió de Rumanía con la intención de mejorar su situación. Ella le siguió pero hasta ahora no han tenido demasiada suerte. Cristina y su pequeño de tres años viven en un piso de acogida mientras que su marido lo hace en un albergue que abandona cada vez que no puede soportar la compañía para terminar pasando la noche en la calle. No tienen ningún tipo de ingresos. Graciela, compañera en la casa de acogida, le habló de la hermana Encarni y Cristina pasó esta semana por primera vez por las instalaciones de la congregación Religiosas de María Inmaculada.

Según los habituales procedimientos del centro social, Cristina relató su experiencia, entregó sus papeles e ingresó en un registro que acumula más de 11.200 mujeres en los últimos años. El fin de esta institución es buscar a estas solicitantes un trabajo como empleadas del hogar o dedicadas al cuidado de ancianos y niños. Pero su labor no acaba aquí. Para las religiosas es muy importante la formación y más de 40 voluntarios atienden los numerosos talleres que enseñan desde hacer una cama, planchar, coser o cocinar a manejar los distintos productos de limpieza.

Desde primeras horas de la tarde se forman colas en la puerta de la institución, en la calle Victoria, para poder coger un número y ser atendidas a la mañana siguiente. Una veintena de mujeres pasan diariamente por el despacho de la directora, la hermana Encarni. Los viernes, su habitación se convierte en "un centro de escucha" destinado a entrevistas más largas y en profundidad. En 2008 atendieron desde esta congregación a casi 1.200 mujeres que llegaron por primera vez a buscar trabajo. Pero la mala situación económica se nota en todos los ámbitos y si "antes nos podían entrar una media de 20 ofertas de trabajo al día ahora con suerte vienen tres ó cuatro señoras y hay días que ninguna", explica la hermana Encarni. Esto supone sobre un 80% menos de empleadores desde principios de año.

También está cambiando el perfil de las demandantes. "Atendemos a todo el que llega, aunque es verdad que las inmigrantes eran las que tradicionalmente han desempeñado este trabajo", dice la directora del centro. "Ahora están cerrando fábricas, hoteles, empresas y las españolas están volviendo", añade la hermana Encarni que ya ayudó a Graciela en otras ocasiones a encontrar trabajo. Hace un año que no encuentra empleo y aunque lleva cinco años en España -ella es argentina- aún no tiene los papeles "porque nadie te quiere hacer un contrato". "La cosa está desesperadamente mal y mi situación aún peor", confiesa, aunque con un punto de buen humor. Graciela ayuda a en lo que puede a Cristina que asegura que "cuando me entrevistan para un trabajo y digo que soy rumana la gente me rechaza, pero ya somos comunitarios, no somos ilegales".

Como las de Graciela y Cristina la hermana Encarni se ha encontrado con miles de historias desde que en septiembre de 2003 la destinaron a este puesto. Las conocidas como "hermanas del servicio doméstico" llevan 130 años siendo intermediarias de empleadas y empleadoras. "Las señoras confían en nosotras por el seguimiento que hacemos, porque recabamos referencias y si es nueva en el país la hacemos venir varias veces para ver qué interés tiene en el trabajo. Siempre hay alguien que responde y los empleadores se sienten respaldados", asegura la hermana Encarni.

Para esta religiosa granadina, su ocupación tiene "el gozo y la cruz". "La gente se abre, te cuenta y te permite asomarte a su corazón, aunque son historias muy duras". Algunas de ellas tienen un buen final. "Hay señoras que han arreglado los papeles de las chicas", dice. También Diego, un ecuatoriano de 27 años, regularizó su situación gracias a un trabajo de mozo de almacén. Antes cuidó a un anciano, un empleo que le encontró la hermana Encarni a la que conoce desde hace cinco años gracias a su mujer.

En enero se acabó su contrato y ahora trabaja como chófer y acompañante de un joven tetraplégico, que estudia Historia en la UMA. Diego lo lleva a clase, le coge sus apuntes, le ayuda a tomarse un café y a estudiar en épocas de exámenes. Él es de los pocos hombres que la congregación ha podido atender. Aún hoy, las tareas del hogar se siguen restringiendo al ámbito femenino.

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