Jarana Club, la iniciativa de dos malagueñas que organizan fiestas en sitios tan "auténticos" como una parroquia
Sus impulsoras, Araceli y Candela, buscan alejarse del circuito habitual del ocio de la capital y su música comercial
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Candela Montero y Araceli Martín son dos malagueñas impulsoras de Jarana Club, una iniciativa que busca alejarse del concepto de fiesta con música comercial y orientada al turismo que se ven en el centro de la capital.
En 2018, después de haber pasado una temporada viviendo fuera de la ciudad, ambas se dieron cuenta de que les faltaba algo, un lugar con música diferente, que no fuera tan comercial. "Entonces dijimos: pues si falta algo, ¿por qué no intentamos hacerlo nosotras?", cuenta Martín.
La primera que hicieron fue en uno de los "Red Friday" de La Térmica. Después de que terminase, organizaron una fiesta en el bar-discoteca 97 Super. Continuaron haciendo un par de ellas por la noche y probaron a hacer una de día porque consideraban que no había demasiadas opciones de ocio en ese horario.
Siempre buscan bares y localizaciones que estén "fuera de lo habitual en la escena de la música", en los que puedan "mezclar a la gente del barrio de toda la vida con jóvenes que no tenga nada que ver con la zona y llevar allí a nuestros DJ, montar el equipo de música y hacer una fiesta", detalla Martín.
En sus fiestas hay todo tipo de música, desde disco a rap, pasando por el house o la electrónica. Además, se anuncian con muy poco tiempo de antelación: "Yo creo que eso también engancha un poco, el no saber dónde va a ser la próxima ni cuándo".
Siempre las hacen en barrios fuera del centro, porque creen que para los malagueños cada vez es más complicado encontrar "sitios auténticos", ya que está muy enfocado al turismo. "Buscamos barrios que nos pueden parecer interesantes o en los que empieza a haber movimiento de gente joven. Candela y yo nos montamos en el coche y nos damos una vuelta para ver bares que nos resulten interesantes, tanto por el espacio como por la zona", explica la organizadora.
También se centran en zonas amplias y que estén al aire libre. Una vez que se deciden por un lugar, llegan y le cuentan su historia al dueño, a lo que se dedican y cómo funciona Jarana. "Ahora es más fácil que digan sí, pero a la vez es más complicado encontrar un espacio debido a la cantidad de gente que acude. Antes venían 60 o 70 personas, a la fiesta del chiringuito de la playa de Huelin fueron más de mil personas", añade Martín. A día de hoy, lo tienen más difícil para encontrar un sitio que siga manteniendo la esencia de Jarana Club y en el que se pueda albergar cada vez más público.
"Desde que empezamos con Jarana Club teníamos muy claro que en algún momento queríamos hacer una de nuestras fiestas en un parking, que ya lo conseguimos en la Trinidad, y la otra era en una parroquia", confiesa Martín. Y es que una de sus últimas fiestas tuvo lugar en el patio del Convento de Capuchinos gracias a la iniciativa del párroco Rafa Pallarés, que descubrió la existencia de Jarana Club a través de la prensa y se puso en contacto con sus organizadoras para poder "crear un puente entre la fe y la cultura".
"Había un espacio disponible, un patio dentro de la parroquia que estaba a su disposición, al igual que lo ha estado para otro tipo de eventos de otras características y les ofrecí la posibilidad", afirma el párroco. Él siempre ha buscado abrir espacios de la parroquia para fusionar y mezclar ambas vertientes, aunque es la primera vez que lleva a cabo un evento con estas "características específicas".
Tanto Pallarés como las creadoras de Jarana Club están satisfechos por la acogida que tuvo el evento celebrado en mayo de este año. "Que nos dejaran hacerlo allí era algo muy positivo. Rafa es una persona que tiene una mente abierta, él se reunió con nosotras y congeniamos bien, así que el trabajo fue muy fácil y la gente también estaba encantada con el espacio", añade la organizadora.
Aunque, debido al espacio limitado del patio, tuvieron que modificar la dinámica de sus fiestas y poner entradas a la venta, no como en el resto de Jaranas, que están siempre abiertas al público: "Ahí teníamos que controlarlo y fue como volver un poco a las fiestas del principio, cuando todo era como más familiar".
En los últimos meses, los medios se han hecho eco del éxito de esta iniciativa, y hay algo con lo que sus impulsoras no se sienten del todo cómodas: "Siempre utilizan el término rave. Yo entiendo que es una palabra muy jugosa, pero una rave, por lo general, es una fiesta ilegal y las nuestras no lo son. Tienen todos los permisos para hacerlo legalmente y que no haya ningún tipo de problema."
Aseguran que, por ahora, han tenido "mucha suerte" porque siempre hay muy buen ambiente. La gente que acude va con ganas de pasarlo bien: "también por el tipo de horario, siempre solemos empezar al mediodía y buscamos sitios en los que se pueda ofrecer comida. Viene gente a comer y pasar el día incluso con sus hijos", zanja Martín.
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