Tribuna de opinión

Jóvenes contra la dictadura

Un hombre en el monumento a la Memoria de San Rafael. Un hombre en el monumento a la Memoria de San Rafael.

Un hombre en el monumento a la Memoria de San Rafael. / Javier Albiñana

Escrito por

Fernando Arcas | Historiador

NO creo que el homenaje a sus movimientos estudiantiles antifranquistas por las Universidades de Granada y de Málaga esté muy alejado de lo que ocurre hoy en Europa: el ascenso, y la entrada en los gobiernos, de la mano de otros partidos conservadores, de partidos de extrema derecha con programas que cuestionan derechos humanos, y que no asumen claramente la crítica a la herencia cultural y política de sus ancestros de los años 20 y 30 del siglo XX.

Como su madrina de Granada, la Universidad de Málaga acaba de realizar unas jornadas sobre este movimiento, que en los años finales del franquismo –y desde la creación de la Facultad de Económicas en 1965, y del Colegio Universitario en 1970, fue uno de los causantes –con el movimiento obrero- de la deslegitimación y del debilitamiento cultural y social de la Dictadura de Franco. Aún más, para Raymond Carr y Juan Pablo Fusi, “los estudiantes, más que ningún otro grupo social, contribuyeron a familiarizar a la sociedad española con el lenguaje y las ideas democráticas”.

El acto, celebrado en el Rectorado con el patrocinio y la presencia de los vicerrectores de Proyección Social y Comunicación, Cultura y Estudiantes, en representación del rector, dedicó a la historia del movimiento estudiantil una conferencia del profesor Alberto Carrillo de la Universidad de Sevilla, un montaje documental, y los testimonios y recuerdos de líderes y estudiantes malagueños –muchos procedentes de otras provincias, que estudiaron aquí, y en especial el grupo de canarios de Económicas- sobre las actividades culturales y políticas de la lucha semilegal o clandestina contra la Dictadura. El Centro de Tecnología de la Imagen grabó las jornadas para su archivo memorial audiovisual.

No debe ser casual todo esto, porque una de las componentes de este creciente clima antidemocrático en el que vivimos es la banalización del pasado, cuando no el intento simple y llano de tergiversarlo o, peor aún, defender su olvido. Y la consideración del franquismo, de los fascismos europeos, como algo que es mejor ignorar, o recluirlo en las aulas, en aras de un presente cargado sólo de futuro aunque ayuno del pasado.Frente a cualquier tentación de nostalgia –Joe Cocker en n´oubliez jamais le dice a sus padres que “cada generación tiene su manera”–, aquella tuvo la suya, y la enorme suerte, pese a quienes sufrieron torturas en los calabozos de la policía, prisión, expedientes, mili impuesta, exilios, etc., de participar con la generosidad propia de los jóvenes, en el cambio político de nuestro país y en la venida de la democracia.

Este encuentro universitario de Málaga tampoco es ajeno a la coyuntura política. A este tiempo de coaliciones de la izquierda –laboriosamente fraguadas y agresivamente combatidas- se trae aquél otro en el que el compañerismo ante la Dictadura, y el esfuerzo por derribarla, eran la norma pese a la división ideológica.El movimiento estudiantil de los 70 es un lugar más de la memoria de nuestra democracia, que se nutrirá de aquella experiencia mientras esta generación dure. Aquellos estudiantes universitarios, que mantienen una ciudadanía activa, son ya una fuente más de la historia contemporánea española y europea. Y sus testimonios apuntan al porqué se comprometieron con aquella lucha y qué influencia tuvieron el origen social y familiar, la amistad, el amor, las lecturas, los profesores, la música, el teatro, los liderazgos estudiantiles, la solidaridad y la rebelión moral, los ecos de Europa y del mundo, los sentimientos y las emociones juveniles.

Vivimos desde los años 90 la eclosión de un gran movimiento memorial en España, cuando los ecos generacionales de quienes combatieron en la Guerra Civil y no fueron capaces de asumir la reconciliación se fueron apagando, y los hijos y nietos quisieron saber qué había sido de las víctimas no reconocidas del conflicto español. El mundo político conservador español –a diferencia del europeo– no ha acabado aún de sumarse a este gran proceso cultural y político, y sigue incluyendo en sus programas la derogación de las políticas de memoria de la democracia española, ahora mucho más por la influencia de la extrema derecha en sus gobiernos. Eso ha permitido que se cuele en el discurso político la puesta en duda de que el Franquismo fuese una Dictadura, y de que la República fuese una democracia. Así, tal cual, terminando de un plumazo con todos los avances de la historiografía contemporánea española solvente.

Aquella generación universitaria pasará. Mientras pueda y esté presente, es más que probable que siga practicando un activismo cultural y memorial que forma parte inseparable de su ADN, de un concepto de ciudadanía que se forjó de manera casi autodidacta en la lucha por una Universidad pública mejor y contra la Dictadura de Franco. Con el inmenso orgullo –tan raro por desgracia en pasadas generaciones de la historia de España- de haber contribuido al mayor de los éxitos políticos de la historia de nuestro país. Y con el recuerdo de haber dejado también en el camino a nuestras víctimas.

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