Jubilados que trabajan... por los demás

Están retirados, pero más activos que nunca · Acabada su vida laboral, muchas personas dedican su tiempo a iniciativas solidarias · Estos son solo seis ejemplos

José Rosado y José María Porta Tovar, en el Colegio de Médicos.
Leonor García / Málaga

16 de abril 2012 - 01:00

La jubilación se asocia a una tranquilidad tras una larga vida laboral. Hay personas que en esa etapa de la vida prefieren el ajetreo de trabajar por los demás. Este reportaje está dedicado a jubilados que dedican su tiempo a iniciativas solidarias en Málaga o a miles de kilómetros de aquí. Celia Lázaro, Ildefonso Morales, Javier García, Fernando Gutiérrez, José Rosado y José María Porta Tovar son solo seis ejemplos.

El doctor Rosado está ahora casi más ocupado que cuando dirigía el Centro Provincial de Drogodependencias. A sus 68 años, colabora con esta institución, participa en un programa del Colegio de Médicos para ayudar a facultativos que caen en adicciones, hace visitas domiciliarias a expacientes adictos a los estupefacientes que no acaban de salir adelante, asiste a personas ingresadas en un par de residencias gestionadas por monjas y mantiene la asociación Aritox para ayudar a toxicómanos que fundó hace varias décadas cuando ni siquiera había centros de desintoxicación. Se nota en su optimismo que es muy feliz con todas estas ocupaciones que hace de manera altruista. "Es como una droga. Cuando me produzca más inconvenientes que beneficios, lo dejaré. Pero de momento ofrece sentido a mi vida; un sentido existencial cristiano", comenta.

Porta Tovar es psiquiatra y tiene 71 años. Fue director médico del Psquiátrico Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Ahora se dedica a proyectos solidarios en Malawi, es el vocal de los facultativos jubilados de la provincia y responsable del área de cooperación al desarrollo del Colegio de Médicos. La ONG Andalucía por un Mundo Nuevo que ha impulsado ha construido en Malawi un hospital, varias guarderías, escuelas para 2.000 niños, dos pantanos para el abastecimiento y piscifactorías para alimentar a la población. Le impulsan convicciones religiosas: "Para mí sería difícil compaginar una ética comprometida sin un destino trascendente".

Celia Lázaro tiene 65 años y es prejubilada de Telefónica. Cuando aún trabajaba, necesitó apoyo para afrontar un problema personal. Encontró esa ayuda en el Teléfono de la Esperanza y con el tiempo pasó de alumna de una escuela de padres a ser la persona que impartía las charlas. "Valoro el poder compartir los problemas porque eso hace que se relativicen", reflexiona.

Ildefonso Morales fue mando intermedio de la ONCE. Se quedó sin trabajo tras una reestructuración. Tiene 51 años, es invidente y, como Celia, colabora con la Plataforma del Voluntariado de Málaga. Realiza acompañamiento a personas que pierden la visión. "Mi colaboración con la Plataforma me sirve para mantener cierta actividad, para sentirme útil y para colaborar con la sociedad", dice. Kania, su perra-guía, le sigue a cada paso que da.

Javier García es prejubilado de Unicaja, tiene 58 años y preside la ONG Cooperación Honduras. Pese a su prejubilación tiene poco tiempo libre. Organiza torneos, rastrillos, eventos benéficos; manda contenedores con material escolar, comida, sillas de ruedas y busca financiación para los proyectos en el país centroamericano. Proyectos que han beneficiado a 8.000 niños y que han sacado de la calle a casi 4.000. Su ONG tiene tres escuelas, 14 guarderías y ocho colegios mayores. Javier explica la razón de esta agitada prejubilación: "Dos terceras partes de la humanidad pasan hambre. Los que vivimos aquí somos superprivilegiados. Yo he tenido trabajo, salud, una familia. Qué menos que ayudar".

Fernando Gutiérrez es el alma mater de la asociación Amigos Malagueños de Familias de Rehabilitados y Marginados. Tiene 66 años. Era profesor en un instituto. Antes compatibilizaba el trabajo con la labor por los demás. Ahora se dedica de lleno a su ONG que atiende a inmigrantes, mayores y personas en exclusión social. El comedor de la asociación da de comer cada día a casi medio centenar de personas. Dice que no le agota esa labor sino "la impotencia" de estar buscando siempre financiación. Y plantea una reflexión: "Ahora, con la crisis ¿cómo se puede recortar en ayudas sociales? Si son las víctimas. Ahora, es cuando más hay que dar..."

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