Mayte Pérez-Caballero | Psicopedagoga y fundadora de la asociación Deméter

“Los menores que viven la violencia la repetirán, es lo que han aprendido”

  • Después de llevar una década trabajando con niños víctimas de violencia de género, Pérez-Caballero cree esencial las terapias para que no se repitan los patrones

  • También trabajan con las madres para que puedan coger las riendas de nuevo y ser la figura de autoridad perdida ante sus hijos

Mayte Pérez-Caballero en la sede de la Asociación Deméter, en Pedregalejo.

Mayte Pérez-Caballero en la sede de la Asociación Deméter, en Pedregalejo. / Javier Albiñana

Ellos y ellas, aunque pequeños o adolescentes, se encuentran en el ojo del huracán de un hogar agresivo y, a la vez, herido, de una vida que se va degradando con cada grito, con cada falta de respeto, con cada golpe. En 2015 se determinó que los menores son también víctimas de violencia de género. Pero mucho antes, desde hace una década, Mayte Pérez-Caballero trabaja con ellos para intentar recomponer lo roto y darle nuevas herramientas para no repetir los mismos patrones aprendidos en el futuro.

–¿Por qué nació hace diez años la asociación Deméter?

–En ese momento no se trabajaba con los menores. Todavía existía la conciencia de que era mejor no trabajar con los niños porque olvidan. Pero trabajando con madres veíamos que los hijos e hijas habían estado presentes siempre, o lo habían oído o vivían en ese ambiente de miedo. Hacía falta trabajar con ellos porque la violencia de género no es algo que surja de la nada, tiene una trayectoria y normalmente en la base está el aprendizaje de unos patrones de relación basados en la desigualdad de poder.

–Si no se actúa se perpetúan conductas...

–Si estos menores viven esto con mucha probabilidad volverán a repetirlo porque es lo que han aprendido, no han tenido otro modelo.

–¿Los menores observadores también son víctimas?

–Claro, totalmente. Hasta hace muy poco no han sido considerados víctimas. Se determinó que eran víctimas indirectas, un concepto que no lo entendíamos muy bien. El maltratador los utilizaba para humillar, chantajear a su mujer pero se consideraba que la violencia de género era exclusivamente contra las mujeres y no se tenía en cuenta el entorno hasta 2015.

"Es importante presentarles otros patrones de relación, darles herramientas y que decidan lo que quieren utilizar en sus relaciones futuras"

–¿Actuar con la infancia es fundamental para detener la transmisión de la violencia y la normalización de las conductas aprendidas?

–Exacto, es importante presentarle otros patrones de relación y, aunque aquí los psicólogos y trabajadores sociales no podemos modificar a nadie, no somos magos, sí que podemos darle herramientas y que ellos decidan lo que quieren utilizar para sus relaciones futuras. Muchas veces nos dicen que no quieren ser como su padre, tienen miedo a poder ser así en un futuro.

–¿Cómo es el trabajo en Deméter?

–Hacemos intervención psicosocial y psicoeducativa. Es un trabajo individual y sin límite de duración. Hay niños que en tres o cuatro meses están bien y otros necesitan tres o cuatro años. Se les ve una vez por semana, siempre el mismo día y a la misma hora. También trabajamos con las madres como figura de autoridad para esos hijos, para que recuperen su papel de madre.

–¿A una madre víctima de violencia le cuesta ejercer su papel como figura de autoridad?

–Más importante que las agresiones físicas es la destrucción psicológica en las mujeres que sufren esta violencia y eso les hace perder totalmente la autoestima, dejan de tener confianza en sí mismas, la han humillado delante de los hijos, la han agredido. Ellas emocionalmente no están bien y necesitan tratamiento psicológico, pero además, los hijos han visto cómo se trata a esa madre, cómo la destrozan. Estos menores no tienen a la madre como figura de autoridad. Incluso cuando termina la relación, el maltratador suele seguir insultando y culpabilizando a la madre en las visitas de sus hijos.

"Más importante que las agresiones físicas es la destrucción psicológica que sufren estas mujeres y que les hace perder toda la autoestima"

–¿Muchos creen que esa es la forma de tratarla?

–Sí, es tremendo. Los niños repiten los patrones que han visto. Además, la violencia da una gratificación inmediata, el miedo que provoca en la otra persona y que consigue que se haga lo que quiere el maltratador. Y eso lo perciben. Si ven que el agresor llega a la casa, tira la comida al suelo, pega gritos, insulta, agrede y al final consigue que se le haga otra comida, pues los niños repiten. Al principio, cuando la madre toma la determinación de irse, suelen apoyarla pero en seguida sale un comportamiento dirruptivo.

La fundadora de Deméter en la sala de juegos del centro. La fundadora de Deméter en la sala de juegos del centro.

La fundadora de Deméter en la sala de juegos del centro. / Javier Albiñana

–¿Cómo encuentran a estos niños cuando se inicia la terapia?

–El comportamiento de estos niños suele cambiar a varios niveles. En el colegio nos encontramos con niños que son de sobresaliente por todo el esfuerzo tan enorme que realizan, porque se sienten culpables, porque quizás antes sus malas notas provocaron alguna crisis, o el extremo contrario. Están con ansiedad, con depresión, en un estado en el que no pueden concentrarse. Son niños que sacan muy malas notas. Después en el colegio tienen el mismo comportamiento, o son alumnos muy sumisos y están aislados o están muy relacionados con los que ejercen bullying. Aunque hay otros casos que aparentemente tienen un comportamiento normal fuera del hogar, como muchos agresores.

–¿Cómo evoluciona la relación con su madre?

–Tenemos muchos casos que entre 7 y 9 años son muy agresivos, insultan y pegan a la madre, amenazan que si no se hace lo que dicen se lo van a contar a su padre... Generalmente el comportamiento con la madre suele ser violento, al menos verbalmente, y no la reconocen como figura de autoridad.

"Tenemos casos de niños que entre 7 y 9 años son muy agresivos, insultan, pegan a su madre y la amenazan con contarlo a su padre"

–¿Acuden las madres a entidades como la suya porque consideran que sus hijos deben de tener un tratamiento?

–En el 99% de los casos son organismos públicos los que nos derivan a los menores. Estos organismos ya han trabajado con las mujeres y aún así no todas tienen conciencia de que sus hijos e hijas son víctimas también. Muchas veces suelen defender a sus maltratadores y dicen que eran buenos padres, que no les pegaba a sus hijos. No consideran que agredirlas delante de los menores era violencia también hacia ellos. También impera el concepto que tenemos de que un padre es un padres sea como sea.

–Esa figura patriarcal difícil de rechazar...

–Eso, y que un padre tiene un derecho por encima del derecho del menor a estar con él, aunque el menor se niegue. También hay mucho enganche emocional de pareja, eso tarda mucho tiempo en desaparecer, es un proceso. Después se dan cuenta de que los niños empiezan a cambiar cuando se van con ellos, vuelven atrás, y entonces ya se empiezan a dar cuenta de eso. Pero claro, el régimen de visitas es inmodificable.

–Como terapeutas, ¿qué consideran del régimen de visitas?

–Cada caso es totalmente diferente, pero en general creo que habría que escuchar a los menores, tengan la edad que tengan. Me parece ilógico el miedo que pasan, aquí, por regla general, la mayoría tiene terror a estar con el padre.

"Creo que habría que escuchar a los menores, tengan la edad que tengan, es ilógico el miedo que pasan por lo general en las visitas"

–¿Qué relación tienen entonces con sus padres?

–Ellos crean herramientas para evitar un enfado, una bronca o un golpe, se posicionan a su lado, pero les crea mucho sufrimiento que hablen mal de la madre o no se les haga caso. Muchos dicen que no saben cómo van a encontrar a su padre, de buen o mal humor, no saben por qué se puede enfadar, porque un día se ríe y al siguiente le castiga o le pega por lo mismo. Habría que oírlos. A nosotros nos preguntan constantemente cuántos años tienen que tener para no irse con su padre. En general la relación no es buena.

–¿Los conquistan también a través de lo material?

–Desde la preadolescencia, desde los 11 ó 12 años es muy fácil manipular a los menores comprándole lo que ellos quieren, un móvil, una consola... O dándole más dinero para salir o no poniendo ninguna norma, aquí no tienes que estudiar, ni ducharte, ni hacer nada, se pueden permitir otras cosas económicamente y puede ser que por sacarle beneficio los niños quieran estar con sus padres. En nuestras visitas luego lo reconocen, que se aprovechan de la situación y empiezan a sacar rendimiento.

–¿Esa arma es más propia del hombre?

–Sí, ellas quedan muy tocadas económicamente. Aquí la que pone las normas, la que intenta reconstruir el hogar, la familia, suele ser la mujer. Para los niños que han vivido sin normas, solo por miedo, pues es incómodo que te pongan normas.

–¿Han tenido casos en los que la violencia haya sido ejercida por la mujer, por la madre?

–En todo este tiempo hemos tenido solamente un caso en el que los menores nos han contado que eran ambos, el padre y la madre, los que se pegaban mutuamente.

–¿Por qué aún en esta sociedad salen esos comportamientos violentos?

–Es, principalmente, porque sale ese aprendizaje que has hecho. En tu familia también se ha dado si no la violencia extrema, una desigualdad de poder, una situación muy machista, poca tolerancia a la frustración... Si añadimos alcohol y drogas para que se desinhiban totalmente pues ahí está el resultado. La mayoría de las mujeres se han educado de una forma que han necesitado ser protegidas y ellos se han considerado los que mandan. De ahí que el maltratador suela tener tanto corro alrededor. La familia y los amigos lo apoyan en el ejercicio de su dominio sobre a la mujer, si no eres un calzonazos. Todos los apoyan, se sienten muy fortalecidos. No tienen conciencia de que han cometido un delito, solo piensan que ella no puede estar por encima.

"El maltratador suele sacar lo que ha aprendido, una desigualdad de poder, una situación muy machista y poca tolerancia a la frustración"

–¿Queda mucho trabajo que hacer con los menores?

–Sí. Con los niños es con los que hay que empezar. La educación en igualdad es los colegios es importantísima, que sus actividades sean muy igualitarias... pero el problema básico está en casa. Allí es donde aprenden la relación de pareja, y nuestro aprendizaje no es lo que nos digan, sino lo que vemos.

–¿La violencia ejercida en el hogar sigue estando muy oculta?

–Sí, todavía persiste esa conciencia de que los trapos sucios se lavan en casa. Nos vienen mujeres que ya están trabajando con ellas y que nos dicen que no se consideraban víctimas hasta que no pasó algo muy gordo y tuvieron que salir corriendo.

–¿Las denuncias son la punta del iceberg?

–Sí. Hay muchísimas mujeres que no quieren denunciar porque tienen todavía enganche emocional, porque los niños culpan a la madre si denuncia, porque tienen muchísimo miedo al entorno familiar de él o no son conscientes. Además el proceso es muy largo, muy duro, y tienes que estar demostrando constantemente que eres víctima. Se suele dudar bastante y eso no ayuda.

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