Infiernos hasta decir basta
Testimonios de Violencia Machista en Málaga
En lo que va de año 44 mujeres han sido asesinadas en España
Las consecuencias de una sociedad no igualitaria lleva a las víctimas a pasar verdaderos calvarios en la intimidad de su hogar
Fue un día del padre, por irónico que parezca. Encerró a sus tres hijos y su mujer en casa. Intentó estrangularla en el baño. Un bocado en el brazo lo redujo durante un momento y ella logró salvar la vida. Pero la siguió hasta la ventana de la cocina, desde donde pedía auxilio desesperada. Tirándole del pelo la arrastró hasta el suelo y delante de los pequeños, a los que quiso sentar en el sofá para que lo presenciaran, la amenazó poniéndole un cuchillo en el vientre. Llegó la Policía –habían recibido 11 llamadas de los vecinos– e impidió la tragedia. “Ocurrió en media hora, pero en ese tiempo a mí se me desmoronó toda la vida”, relata Silvia. Como ella, miles de mujeres siguen viviendo verdaderos infiernos hasta que son capaces y se sienten con los apoyos suficientes para decir basta.
A la pareja de Silvia se lo llevaron detenido y ella se quedó con tres hijos y diez euros en el bolsillo. Nunca había tenido acceso al dinero, a las cuentas bancarias. En el juicio, como él presentaba las lesiones del bocado, fue ella la que tuvo que pagar una multa de 80 euros. Él, un controlador compulsivo, se llevó el móvil de ella al calabozo y nunca más se lo devolvió. Tampoco las llaves de la casa. Aunque ambos tienen una orden de alejamiento del otro, él la persiguió en tres ocasiones, una de ellas “me siguió con la furgoneta para atropellarme y un hombre mayor que pasaba por la calle se puso en medio, me salvó”.
Ese último incumplimiento de la orden de alejamiento lo llevó tres días al calabozo. Parece que esa privación de libertad le hizo reaccionar y no ha vuelto a acercarse. Ahora Silvia recupera su normalidad en un hogar sin gritos, sin objetos arrojados al suelo, sin sobresaltos. Pero, aunque es una mujer fuerte, necesitó mucho calor de su familia y amigos y horas de intervención psicológica en el programa de CaixaProinfancia que realizan en la asociación Arrabal.
“La psicóloga ya me decía antes de las agresiones físicas que mi marido no hacía cosas normales, que no era lógico que me revisara el móvil todas las noches, que me persiguiera y me llamara cada 10 minutos”, recuerda Silvia. Ella lo disculpaba, creía que sus celos eran algo incontrolable, y le permitía que le mirara sus contactos, que recuperara cada whatsapp borrado, que escuchara sus audios. También grababa las conversaciones con sus amigas buscando en los silencios señales ocultas de los múltiples engaños que le imaginaba a su mujer.
“Para evitar problemas y como no tenía nada que ocultar le permitía ese control pero cuando ya no lo hice se fue volviendo cada vez más agresivo hasta aquel día”, relata Silvia, que nunca ha acudido a una cena de empresa, a una salida con las amigas, por temor a la posterior bronca en casa. Y si con ella se ponía violento, también lo hacía con sus hijos. Y eso Silvia no lo podía permitir.
“Se me ponía un nudo en el estómago cada vez que tenía que entrar en casa, porque no sabía por dónde iba a salir, algún problema traía para discutir, y los niños cuando él llegaba se iban a su habitación”, cuenta. Pero dijo basta, denunció y, aunque la jueza le dijo “que no cumplía el perfil de maltratada, porque se me veía una mujer luchadora”, encontró una salida laboral gracias a la ayuda del Instituto Andaluz de la Mujer y ahora puede decir que ha normalizado su situación.
Sara (nombre ficticio) aún está en proceso. También es fuerte pero sigue viendo a su agresor y éste solicitándole constantemente que vuelva a su lado. “Viene llorando, me dice que ha cambiado, pero esto lo he escuchado miles de veces”, asegura. Y sabe perfectamente que es mentira. Pero no es fácil romper con un marido cuando, además de todo, hay tres hijos en común, de 8, 6 y 5 años. Ellos son su principal arma para chantajearla e intentar restaurar una relación por la que, realmente, no siente ningún respeto.
Las mujeres en acogida aumentan un 26%
En 2017 un total de 124 mujeres fueron atendidas en los recursos de acogida del Instituto Andaluz de la Mujer en Málaga -tienen un total de 90 plazas transitorias- y, junto a ellas, 101 personas dependientes, principalmente hijos. Hasta el 19 de noviembre de 2018 la cifra es sensiblemente mayor. Ya son 157 las mujeres atendidas y 146 menores, lo que supone un 26% más de atenciones a mujeres y un 45% más de hijos o personas dependientes.
Sus problemas se remontan a 2006, cuando él la trajo a España desde Marruecos con dos hijas de otro matrimonio. “Muchas veces, cuando se iba de casa, nos dejaba encerradas con llave y no podíamos salir hasta que no llegara del trabajo”, relata Sara. Los empujones, los insultos y también los golpes eran constantes. Un día la pelea fue más fuerte de lo habitual y terminó con el cuerpo amoratado. Se asustó, cogió su ropa y se marchó sola a Madrid. Desde allí presentó la primera denuncia. Luego se trasladó a Barcelona y encontró trabajo allí. Pero hasta la otra punta del país la siguió para pedirle que volviera a su lado. “Parecía que había cambiado un poco a mejor, me volví a Málaga y tuvimos hijos, pero nunca se cambia realmente”, considera.
Los enfados y el maltrato se recrudecieron tras la llegada del primer niño. Y cuando ella le dijo que como siguiera golpeándola lo iba a denunciar nuevamente, cambió de táctica. Ahora la agresión se la llevaba a la cama. “Me agarraba del pelo, me sujetaba los brazos detrás del cuerpo y me forzaba sexualmente”, relata. Cuando no pudo soportar más vejaciones llamó a la Guardia Civil y puso su segunda denuncia. A él lo metieron en el calabozo y le impusieron una orden de alejamiento y ella cogió a sus hijos y se marchó para intentar empezar de nuevo lejos de él.
Sara no tiene un trabajo estable y vive, en su mayoría, de las ayudas que consigue en entidades y asociaciones. En su actual residencia está de okupa. Los niños comen en el comedor del colegio, Málaga Acoge les ayuda en el refuerzo escolar por las tardes y Arrabal y otras entidades como el Instituto Andaluz de la Mujer le ofrecen ayuda psicológica. “Soy fuerte, me fui sin dinero y sin nada, sola con mis hijos, para buscarme la vida, pero en esta situación se sufre mucho”, afirma y asegura que él “antes de hablar pega”. Siempre vigilada, siempre controlada, sin libertad ni para llamar a su familia, ni para hablar con conocidos. Así vivió hasta la separación definitiva, hace un par de años. “Yo lo que quiero es vivir tranquila, sacar a mi familia de una situación mala y no tener más problemas”, demanda.
Pero para poder salir de infierno los esfuerzos que han de hacerse no son pequeños. “Es muy difícil dar este paso, siempre dudan de ti cuando pones una denuncia, te metes en los tribunales, un mundo que no conoces, que no controlas, no sabes lo que te puede pasar y se viven situaciones muy difíciles que dependen mucho de la jueza que te toque”, dice Silvia. Ella, por ejemplo, perdió un trabajo como limpiadora en una casa porque él la siguió y a la empleadora le dio miedo de que pudiese hacerle daño a las dos.
Si el apoyo psicológico es fundamental para seguir adelante, el laboral es también imprescindible. Pero antes de poder reconstruir, lo más importante es salir del hoyo. Según los datos del Consejo General del Poder Judicial de enero a junio de este año se han puesto en Málaga 4.241 denuncias por violencia de género, lo que supone 23 diarias. Pero esto supone la punta del iceberg. De las 44 mujeres asesinadas en 2018 en España, tan sólo tres habían denunciado a sus agresores. Entidades como Cruz Roja tienen a disposición de las víctimas el servicio telefónico de atención y protección del que actualmente más de 13.100 mujeres son usuarias activas en toda España, 602 concretamente en la provincia de Málaga.
Las adolescentes, un colectivo que preocupa especialmente al Instituto de la Mujer
Si en 2017 el Servicio de Atención Psicológica del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) atendió a 9 menores, chicas de entre 14 y 18 años víctimas de agresiones machistas, sobre todo, a manos de sus primeras parejas, de enero a principios de noviembre han llegado 17 nuevos casos al recurso, casi un 50% más. En total han sido atendidas unas 35 menores de 18 años que han sufrido directamente la violencia de género. “Es una de las preocupaciones mayores que tenemos ahora, se está viendo que el tema es muy complejo y hay que trabajarlo mucho”, explica la coordinadora provincial del IAM, María del Carmen Moreno. Este año se ha creado un servicio complementario para adolescentes que sufren violencia sexual. Bajo el nombre Nuestros cuerpos, nuestras vidas se han atendido una veintena de adolescentes.
También se ha puesto en marcha desde el pasado mes de abril el servicio de atención inmediata por las agresiones sexuales por sumisión química. Un equipo de abogadas, criminólogas y asesoras se pueden, si así lo consideran, incluso desplazar al lugar de los hechos para obtener pruebas y ofrecer una primera atención jurídica. Este servicio se activa de jueves a domingos y en días de fiesta, pues es en los momentos de ocio donde se dan mayores casos. “Si no obtenemos muestras rápidamente se pierde el rastro de la droga utilizada, hay que actuar con celeridad y asesorarlas bien porque son delitos que se denuncian poco, además de proporcionar la atención psicológica necesaria”, comenta la coordinadora provincial. También se ha implementado la atención a hijos e hijas de víctimas de 0 a 5 años, incluidas las mujeres embarazadas. “Son observadores y también sufren violencia directa, convivir con el maltratador y sufrir en ese entorno puede tener graves secuelas”, sostiene Moreno.
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