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OpenAI: Revoluciones, contrarrevoluciones y la verdad

OpenAI: Revoluciones, contrarrevoluciones y la verdad. OpenAI: Revoluciones, contrarrevoluciones y la verdad.

OpenAI: Revoluciones, contrarrevoluciones y la verdad.

Escrito por

Juan Pablo Castillo Cubillo

EL pasado fin de semana, la empresa con sede en California ha sido la responsable de unos hechos que marcarán el futuro de la Inteligencia Artificial a gran escala. Este cambio nos recuerda al histórico despido de Steve Jobs en Apple o las intrincadas decisiones empresariales de película La Red Social con los inicios de Facebook. La situación actual que vamos a relatar podría marcar el comienzo de una transformación revolucionaria en el campo de la Inteligencia Artificial, tal y como la conocemos hasta ahora con un impacto significativo en múltiples ámbitos del emocionante campo de la tecnología. Según quien lo observe podría tratarse de un cambio a mejor o a peor, pero eso ya lo dejamos al juicio de nuestros apreciados lectores, que a buen seguro sabrán sacar sus propias conclusiones.

Empezaremos por el principio: si alguien lleva 10 años en una remota aldea del Amazonas y acaba de regresar, indicaremos que OpenAI es probablemente la organización de investigación en inteligencia artificial (IA) más conocida en el mundo pese a haber sido fundada en diciembre de 2015. Con sede en San Francisco, en tan solo 8 años, se ha convertido en uno de los líderes en el campo de la IA, suponiendo una auténtica pesadilla para muchos competidores e instituciones. Existe un punto de inflexión que lo cambió todo: la integración de Bing con ChatGPT, lo cual permitió, sin el menor esfuerzo, que millones de personas accedieran a un uso práctico de esta tecnología. La curioso del asunto es que la creación de OpenAI surgió en respuesta a la creciente preocupación por el rápido avance de la inteligencia artificial y sus posibles implicaciones para la humanidad. Los cofundadores, incluyendo a Elon Musk y Sam Altman, estaban preocupados por el riesgo de que la IA avanzada cayera en manos equivocadas o se utilizara de manera irresponsable. Por lo tanto, decidieron establecer una organización centrada en el desarrollo seguro y beneficioso de la IA, promoviendo la colaboración y la investigación abierta en el campo. O en otras palabras, no fue concebida como un “negocio”.

Además de Musk y Altman, Greg Brockman, Ilya Sutskever, John Schulman y Wojciech Zaremba, entre otros,  fueron cofundadores y desempeñaron un papel importante en la financiación y desarrollo inicial de la organización, nombres que desde ahora, van a quedar ligados para siempre a la historia del nacimiento de la IA. El tema era que, con este objetivo principal, la organización se dedicó con éxito demoledor a la investigación en IA incluyendo el desarrollo de modelos de avanzados como GPT (Generative Pre-trained Transformer) o espectaculares logros como Dactyl, un espectacular sistema de manipulación de objetos con un brazo robótico.

Uno de los hitos más destacados de OpenAI fue la creación de GPT-3, un modelo de lenguaje con 175 mil millones de parámetros que ha demostrado ser capaz de generar texto humano coherente y de alta calidad. Aunque sin duda el punto  de inflexión que lo cambió todo fue la integración de Bing con ChatGPT, lo cual permitió, sin el menor esfuerzo, que millones de personas accedieran a un uso práctico de esta tecnología, quedando boquiabiertos con la incapacidad de muchos para poder distinguir una conversación con esta IA de una persona real chateando delante de WhatsApp. Aterrorizando sí a competidores, pero también creando un universo de nuevas oportunidades de expansión, aplicaciones, negocios y usos realmente prácticos. 

Esto nos lleva hasta hace unos días, cuando ocurrió el episodio del que vamos a hablar ahora. El viernes de la pasada semana, Sam Altman, CEO de la empresa era despedido, al parecer, por no informar a la junta directiva. Como diría el perspicaz Íker Jiménez, “hasta aquí todo normal”. Sin embargo, el lunes por la mañana fue readmitido en su puesto. ¡Sorpresa! Era como revivir la historia de Steve Jobs pero con un ritmo superior a la velocidad de escape de un cohete saliendo de la tierra.

¿Qué sucedió realmente? Pues en pocas palabras lo podemos resumir en un choque con la realidad, el cual involucraba a Microsoft, empresa que había invertido mucho en el desarrollo de esta tecnología, y que ahora acogía con los brazos abiertos a Altman y a casi todos sus empleados, los cuales, tras el anuncio del despido y de forma inmediata amenazaron con seguir los pasos de su líder y dejar a la empresa reducida a un mero cascarón. Además, la amenaza de los empleados de migrar a la compañía de Bill Gates ponía de manifiesto la lealtad y compromiso de los empleados con Altman y su visión de la empresa.

Frente a él se encontraba la visión de Mira Murati más enfocada a preservar el espíritu no comercial y de código abierto de la entidad (de ahí lo de “Open”), en los últimos años, Altman tras el convencimiento de la necesidad de grandes inversiones para poder desarrollar esta tecnología había ido girando hacía un modelo más “cerrado” donde cada vez primaba más un enfoque comercial y el cobro por los servicios asociados a sus avances, algo que lógicamente a otros inversores y Satya Nadella, director ejecutivo de Microsoft les parecía perfecto para poder justificar seguir invirtiendo en OpenAI 

La resolución de esta situación ha generado un gran impacto en el mundo de la tecnología y la inteligencia artificial, planteando una sería reflexión sobre una de las tecnologías llamadas a orientar el destino de la humanidad en los próximos años.

Tangente a la cuestión, vemos que esta decisión también evidencia la importancia de las alianzas y colaboraciones en el ámbito empresarial para hacer frente a los altos costes que incluso hacen temblar a otros gigantes como Alphabet (Google) o poner en jaque a potencias mundiales. La relación entre OpenAI y Microsoft ha sido fundamental en esta situación, ya que la inversión de esta en el desarrollo de la tecnología de inteligencia artificial ha sido determinante (y por supuesto para la reconsideración de la junta directiva). A nadie se le escapa el tremendo boom que ha supuesto chatGPT para la adopción de la Inteligencia Artificial pese a los peligrosos retos que afronta, incluyendo la pérdida de puestos de trabajo o el propio control de una tecnología que podría acabar por superar los intereses de la humanidad si no se adoptan las medidas adecuadas para controlar su desarrollo.

Así pues la readmisión de Sam Altman marca un hito importante en la historia de la tecnología pero también en muchos campos, incluso llegando al político o al geoestratégico. El futuro de OpenAI se presenta reforzado y prometedor, pero no deja de ser anecdótico frente a lo importante: a día de hoy la aceleración tecnológica en el mundo resulta inviable sin el impulso empresarial. Aunque no tenemos noticias precisas, resulta evidente que China u otras naciones no ha podido superar a Estados Unidos en una de las carreras decisivas de la primera mitad del siglo XXI. Llegados a este punto, se mire como se mire, toca afrontar un modelo razonable y controlado que permita seguir desarrollando esta tecnología con el impulso del sector privado pero con una supervisión que garantice un beneficio real para la sociedad. Hasta que se demuestre lo contrario o veamos mejores ejemplos, es el reto que hoy por hoy debemos afrontar.

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