Málaga

Oreja para Ventura y lección de toreo de Ponce

Resulta reiterativo tener que comenzar cualquier crónica, tertulia o simple conversación incidiendo en el importante problema que se está viviendo en Málaga con el ganado. Ayer volvió a haber baile de corrales, remiendo en el cartel y toros fuera de tipo, tanto por exceso de kilos como defecto de trapío. A nueve toros les dieron con el portón en las narices por no tener el peso mínimo requerido, las características zootécnicas necesarias, heridas en el abdomen o con escaso desarrollo de las defensas. A la presidencia, gracias por no dejar pasar aquello. Echaron mano de los de la Palmosilla y el destino quiso que, la ganadería que echó a Conde de los carteles, acabara paseando sus divisas por el redondel. Pero más allá del festín de noes y de medias tintas, ayer Ponce recogió el capote de paseo de la feria de Málaga 2017. No habría Jaráiz ni por asomo en toda la tarde más allá de la soberbia actitud del diestro de Chivas. La tarde tampoco hizo justicia a lo que se vivió en el ruedo con los trofeos pero ahí queda para el que lo vivió.

Diego Ventura fue el gran triunfador. Lidió en primer lugar a un frío y soso toro de Guiomar al que intentó espabilar con un solo rejón de castigo. Con las banderillas brilló en excelencia con Nazarí, el caballo estrella de su cuadra, colocando tres banderillas al destoreo, es decir, dándole los costados alrededor del ruedo. Ejecutó varios pares al quiebro, buscando la cara y el pitón contrario. Con Remate lució un gran tercio al violín finalizando con el teléfono y los tendidos de sol en pie aplaudiendo la llamada. Cortaría una oreja tras un rejonazo. Ante el cuarto de la tarde, salió con una garrocha, vivo homenaje a Juan Bienvenida. Lo movió por el albero sin despertar el fondo que luego sacaría en un admirable ejercicio de espeleología taurina. Con Fino hizo alarde de doma española, recordando al mítico Pegaso en esos pasitos hacia atrás para, a la carrera, clavar dos soberbias banderillas. Con Dólar puso media plaza boca abajo tras retirar el cabezal y mostrar la correa al público. Ahora sí, todos los tendidos en pie. Colocó una rosa para cerrar pero erró con el descabello. Tenía la puerta grande y tuvo que saludar. No es casualidad que Ventura sea el líder del toreo a caballo.

Enrique Ponce lo tuvo difícil. Muy difícil. Pero estuvo como es preceptivo en alguien a quien apellidan catedrático. El primero fue un toro gordo, atacado de kilos y flojo que embestía sin decir absolutamente nada. Tenía nobleza y de ahí extrajo algunas tandas al ralentí, como si toreara de salón. A media altura estuvo lidiador y pudo levantar algunos olés, algo entorpecidos por su gesto de enfado al perder los trastos. Pinchó bajo dos veces y a la tercera colocó el estoque en el mismo sitio. Saludó desde el tercio. El quinto fue una lección de toreo en toda regla. Un animal que entraba de frente, pegando derrotes, sin atención en los trastos alguna y con extra de mal genio. Durante los primeros tercios lo hizo todo para el burlaco. Le había visto algo. Cogió la montera y brindó al público como prefacio de una faena planteada en los terrenos del tres. Inteligentísima elección para evitar que el de la Palmosilla se acabara rajando. Estuvo voluntarioso, haciéndolo poco a poco a media altura y alargando el muletazo. Cuatro derechazos, un molinete y un pase de pecho muy profundo. Lo hizo bueno en tres tandas. En el epílogo, una aficionada desde el tendido gritó: "¡Coge la mano izquierda!". "¿No lo has visto todavía?", respondió el Valenciano. Se echó la ayuda a la derecha e intentó pegarle cuatro lapas al natural. En todas se le quedó a la altura del pecho. El público se rehizo en aplausos a su favor. Un zasca, que dicen ahora en las redes. Pinchó y se enredó con el descabello. Dio la vuelta al ruedo justificando porqué está donde está.

Juli hizo el paseíllo, como siempre, y se lamentó de no poder hacer nada con sus oponentes. Como siempre. Ya son varios los años en los que opta por abreviar faena al ver las posibilidades nulas de sus toros. Que le tocó el peor lote es cierto. Que no estuvo, también. Y esta actitud se está convirtiendo en una tónica habitual en Málaga, bastión que precisamente goza de un número importante de julistas. Sus toros fueron complicados, sin clase y desentendidos. Juli lo intentó en un par de tandas en ambos casos y decidió tirar por la calle de en medio. En el sexto fue más notable la desgana. Tampoco mató bien. Tocará esperar para poder a Julián López, El Juli, volviendo a realizar las grandes faenas de las que esta tierra ha sido testigo. Hasta entonces, pan y toros.

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