Palmilleros: justos y pecadores

Justice Bae muestra el contador de su casa, en La Palmilla.
Leonor García /Málaga

08 de octubre 2009 - 01:00

"Mire, señorita, en esta barriada hay de . Hay quienes tienen, pero no pagan y quienes no pagan porque no tienen". Así opinaba una joven de La Palmilla sobre la decisión de la Empresa Municipal de Aguas (Emasa) de cortar el suministro por impago a más de mil vecinos.

Otros eran menos ecuánimes en sus respuestas. "Aquí no entra nadie de Emasa a cortar el agua. De ese escalón no pasan y si entran, los metemos en el cuartillo con las ratas", bromeaba y amenazaba a la vez una vecina de un bloque de la calle Cabriel. Justamente ayer ella fue a la empresa de aguas. "Quieren que pague y ni siquiera tenemos contador. Que vengan primero y los arreglen", exigía. Los contadores se quemaron hace tiempo y no han sido sustituidos. Según los vecinos, hay numerosos edificios sin estos dispositivos para medir el gasto.

Francisco Trujillo, padre de tres hijos, trabajaba en la construcción. Ahora está en paro y tiene que vivir con 400 euros. "Yo no pago", reconoce. Él defiende que se corte el agua a aquellas personas que tengan ingresos y no abonen la factura, pero no a los clientes que demuestren una situación de extrema necesidad.

Ayer los trabajadores de Emasa estuvieron por la barriada. Iban con una mochila y una PDA recogiendo datos, pero no cortaron el suministro.

Los vecinos cuentan que ya han llegado muchas cartas de embargo por impago y que incluso hace poco un hombre fue detenido. Dijo que por no pagar su deuda con Emasa. Vive en un bloque que carece de contadores, donde basura se acumula en los bajos y en el que una pintada reclama "Disnidad".

Salvo su caso, ayer todos los demás residentes consultados aseguraban tener agua. Algunos rehuían precisar si pagada o gratis. Un joven contaba que su madre ha recibido una carta de embargo por una deuda de unos 1.000 euros de agua. Emasa no ha llegado a cortarle el suministro porque ha negociado el pago de una factura bimensual de 50 euros para abonar el servicio actual y los atrasos.

La mayoría justifica el impago en la alta tasa de paro que hay entre los habitantes de la barriada. Una señora mayor argumentaba: "Yo pago, pero hay muchas criaturas que no tienen una gorda. Yo tengo ocho hijos y todos están parados". Estaba junto a otras mujeres en un extremo de la Plaza de los Verdiales. Vendían productos de limpieza en un improvisado mercado callejero formado por unas cuantas cajas puestas a la sombra. Allí una mujer estimaba que por cada 10 usuarios que abonan el recibo, hay 60 que no lo hacen. Pero a continuación excusaba a los morosos por su situación de desempleo.

Pero no todos amparan el impago. "Yo no veo mal que se la corten si no pagan. De lo contrario, el agua con la que ellos se duchan la pagamos los demás", sostenía un vecino que, no obstante, reclamaba ayudas para aquellas familias que realmente atraviesen una situación económica difícil. Justice Bae, un ghanés que hace ocho años llegó en patera, ha tenido diversos trabajos, pero ahora se ha quedado en paro. Cobra una ayuda de 400 euros por tener niños, pero aclara: "Yo paga, yo paga".

En La Palmilla no pagar la factura de Emasa no siempre implica carecer del servicio. Dicen que algunos vecinos hacen puentes para tener suministro gratis. "Para eso no hace falta ningún especialista. Eso son dos tuercas y aquí sobra maña", ironizaba un residente. En algunos bloques, la comunidad ha instalado sistemas para evitar las manipulaciones. Y esa factura, la han pagado de su bolsillo.

En unos bloques los contadores no existen. Pero hay otros en los que relucen. En un edificio de Las Virreinas, los vecinos se han gastado 12.000 euros en adecentar las zonas comunes y renovar los sistemas para medir el consumo de agua. "Hemos estado juntando el dinero de la comunidad casi siete años", resumía una mujer. Los vecinos muestran orgullosos la reforma que aunque modesta, da un toque acogedor al edificio. Ahora tienen que cambiar los contadores de la luz que llevan 45 años y reclaman ayudas para no tener que pasar otros siete años ahorrando.

Cerca de la Plaza de los Verdiales dos subsaharianos se entretienen jugando al parchís, dos mujeres vestidas con chilaba charlan entretenidamente y un puñado de jóvenes españoles y veinteañeros comparten unas cervezas. Un hombre reprueba la decisión de Emasa: "Hay una crisis internacional. Es inhumano que se corte el agua. Que nos den trabajo y cuando tengamos un salario pagaremos". Como él, la mayoría justificaba ayer el impago por el alto índice de paro de la barriada. Sólo unos pocos avalaban la medida y aseguraban que el problema en la barriada es que se mezclan justos y pecadores.

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