Siente a un genio en su banco

Quien quiera hacerse fotos junto a Picasso podrá desquitarse a gusto con la nueva escultura de la Plaza de la Merced l El furor de muchos turistas está garantizado l Aunque habría que ver cuántos aceptarían el reto de arrimarse al original l Por si acaso, el PP invita a caminar sobre las aguas

El Picasso de la Plaza de la Merced, que hoy verá la luz, en plena toma de posesión de su trono.

05 de diciembre 2008 - 01:00

HA habido que esperar al Youtube para que la profecía de Warhol sobre los quince minutos de fama de todo el personal hallara su cumplimiento. Pero incluso en esta época en que la tecnología permite a cada cual promocionar sus talentos, las pasiones en torno a las figuras mediáticas, trasuntos de curiosidad y a menudo morbo, persisten como signo de los tiempos. Baste recordar la pasarela del Festival de Cine Español de Málaga para comprobar que la popularidad efímera (¿se acordará alguien del Duque dentro de cinco años?) confiere réditos más rápidos y sólidos que la excelencia, pero tampoco es cuestión de ponerse exquisito a estas alturas. De manera indirecta, y salvando las distancias, los genios (los de verdad, los que pulsan la Historia) también son objeto de efusiones parecidas. Claro, que lo suyo tiene más que ver con el misterio que ocultan, el enigma que ejercen.

Hace pocos días conversaba con mi amigo y compañero Rafael Díaz, maestro de fotógrafos y periodistas, y me insistía en que le habría encantado inmortalizar a Picasso, hito para el que nunca tuvo oportunidad. Yo le decía que se lo pensara bien, que a ver qué habría hecho con el gran Minotauro de haberlo tenido enfrente, pero Rafael confía en su valentía, está seguro de que habría captado ese misterio. Casualmente, acaban de instalar en la Plaza de la Merced una escultura del artista, una obra de Francisco López que lo prefigura sentado en un banco junto a la casa en que vino al mundo y que se inaugura esta misma mañana. Así que quien quiera no sólo fotografiar a Picasso, sino fotografiarse junto a él, tiene la oportunidad ya mismo. Los motorolas y ericssons recogerán los momentos, frenéticos, y tanto aborígenes como turistas tendrán nuevos argumentos para pasar el rato. Como si en lugar de Picasso la estatua representara a Nena Daconte. Jugada perfecta, aunque a Rafa no le servirá, me temo, para quitarse el pellizco.

Qué le vamos a hacer, esta especie es así. Lo cierto es que la escultura de López, estandarte de la escuela de Madrid, me gusta mucho. Especialmente el detalle de las sandalias, que transmite una amable sensación doméstica. Entran ganas, de hecho, de sentarse y pasar un rato junto a este Picasso, lo que puede considerarse paradójico porque quizá, de tratarse del auténtico y primigenio, más de uno se lo pensaría. Es lo que tienen los genios. Y, para gastar el tiempo, quizá sean preferibles las reproducciones artísticas a los originales: la imaginación corre menos riesgo de caer desinflada por la decepción. Una sensación parecida tuve en Lisboa, en el Café Brasileira, junto a la famosa representación de Fernando Pessoa en una de las mesas, donde el poeta parece tomar un café con pasmosa naturalidad. Me encontraba allí feliz, recordando el Libro del desasosiego, y entonces me dio por pensar qué habría ocurrido de haber sido aquél el Pessoa auténtico, Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Bernardo Soares. La dicha, me temí, habría sido mucha menos. También me gustó sentarme junto a John Lennon en la rambla Federico García Lorca de Almería (en Puerta Purchena hay otra escultura fantástica de un paseante Nicolás Salmerón), en un sencillo borde de las jardineras, a pesar de que algún desgraciado le había roto las gafas. Pero pintármelo vivito y coleando al lado de Yoko Ono me hacía poca gracia. Junto al Hans Christian Andersen de la Plaza de la Marina, lo confieso, no me he sentado. El danés me pilla mucho más de lejos, y el entorno no me parece muy romántico. Creo que preferiré a este Picasso, tan callado en los antiguos dominios del botellón.

Las posibilidades con respecto a este tipo de esculturas en Málaga son muchas. En la Plaza de la Constitución me imagino a un Matías en plan heroico, con la boca abierta, como diciendo aquello de "yo lo coloco, y tú lo quitas, lo quitas". Y en la Trinidad vendría de lujo un Cristo que, en lugar de agonizar crucificado, pasara tranquilamente el rato sentado en otro banco. De hecho, si la propuesta del megapuente del PP sigue adelante, todos los malagueños podrán caminar sobre las aguas, como Él. Así se podrían intercambiar impresiones.

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