El Genal te espera

Territorio Comanche | Opinión

No es que el Genal nos espere ahora, es que realmente nos lleva esperando desde hace muchos años, los mismos en los que se ha ido acumulando una importante deuda histórica

"El corazón verde de Málaga sigue latiendo"

Árboles quemados en la zona devastada por el incendio. / Daniel Pérez (Efe)
José Damián Ruiz Sinoga
- Catedrático de Geografía Física

Málaga, 10 de diciembre 2021 - 06:13

SON muchos los motivos por los que podemos tomar la decisión de disfrutar durante unos días de un espectáculo paisajístico, cultural y gastronómico como es el que encontramos en el Valle del río Genal, en la provincia de Málaga. Bueno, aunque en realidad pueden ser muchas las circunstancias que posibiliten conocer mejor el heterogéneo patrimonio natural y cultural que ofrece la provincia de Málaga, su zona más occidental, que comienza con el Parque Nacional de Sierra de las Nieves y se extiende hasta el Parque Natural de Los Alcornocales, es un ámbito de una muy especial sensibilidad.

Sin embargo, son también muchos los motivos por los que a pesar del importante input que genera desde el punto de vista paisajístico y ambiental, lo que se puede traducir en calidad de vida, no elegiríamos ese entorno inigualable como ámbito de residencia permanente. La globalización es bastante responsable de esta actitud. Y es que en apenas unos kilómetros un ciudadano puede pasar de la incidencia directa de las leyes del mercado en el marco del desarrollismo que se extiende a lo largo de toda la Costa del Sol, con todo su “efecto atractor” desde el punto de vista socioeconómico y demográfico, a un ámbito que padece de serios problemas de despoblamiento, como es el Valle del Genal, probablemente derivado de lo anterior. No es fácil de entender. Los mismos criterios por los que uno puede decidir darse una excelente escapada a un entorno cuyos valores son irrepetibles, contradictoriamente, pueden ser los que lo convierten en un ámbito cuya problemática es también digna de mención, hasta el punto de que en las últimas décadas lo han condenado al despoblamiento estructural.

Sabemos cuál ha sido el proceso. En los años setenta del pasado siglo muchos jóvenes comenzaron a bajar a la costa desde esos parajes a trabajar en la construcción, en el turismo, a ir a la universidad a estudiar, y fueron abandonando la incertidumbre que suponía trabajar en el campo, la dependencia de las cosechas para sobrevivir. Era el desarrollo. Se abrieron nuevas expectativas, salarios fijos, un nuevo modo de vida alejado de las soluciones basadas en la naturaleza, tan en boga últimamente. Comenzaba una nueva etapa, y en esta dinámica aquellos jóvenes dilataban cada vez mas su presencia en sus respectivos pueblos de origen, que mantenían su belleza patrimonial, pero también unas distancias que comenzaban a ser consideradas más en tiempo que en kilómetros, y esto tampoco favorecía mucho. Posteriormente formaron familias y empezaron a residir en la costa, en Ronda o en Málaga, donde trabajaban. Pero también donde estaba la escuela, el instituto, el centro de salud, y toda una serie de servicios de los que hasta ese momento se había prescindido, pero que ya comenzaban a formar parte de la cotidianeidad. Todo iba teóricamente a favor. Sorprendentemente, en la época de las autopistas, de los vehículos de gran cilindrada, los pueblos cada vez quedaban mas lejos y con peor accesibilidad. Es decir, la extraordinaria dinámica que había estructurado primero la nacional 340, después su desdoble, después de después las circunvalaciones tutiplén, y después de después de después la autopista del litoral, lejos de suponer una vuelta de la población a su entorno de origen, lo que significó fue que los abuelos comenzaran a abandonar los pueblos en busca, no solo de los hijos y nietos, sino también del centro de salud, y de los servicios que progresivamente habían ido despareciendo y de los que habían sido despojados en origen. Abandono.

La pandemia, de la que aún no hemos salido, se está empeñando en demostrarnos el importante papel que esta ejerciendo el aire libre, las distancias y la calidad ambiental, frente a las aglomeraciones. Este debería ser un argumento de reflexión mas que suficiente para que en una estrategia de equilibrio territorial se recuperasen esos espacios que están en proceso de despoblamiento, que tienen serios problemas de conectividad, tanto física como digital, con lo que hay que empezar a resolver los déficits desde el principio. Buenas carreteras que conecten los municipios del Valle del Genal tanto con la costa como con Ronda. Buenos servicios que posibiliten ir a la oficina bancaria, a correos, al centro de salud, exenciones fiscales…pero en el marco de una estrategia que cambie la actual dinámica demográfica, y que con distintos horizontes temporales vaya fijando a la población en un espacio de indudable valor ambiental, que es patrimonio natural y centro neurálgico de biodiversidad, pero que debe superar la fase del “dominguerismo gastronómico”, para afrontar otra en la que se garantice la calidad de vida de la población residente, con las mismas garantías que la existente en otros entornos urbanos. Solo así volverán a estos entornos la escuela y el instituto… con todo lo que eso supone. El turismo rural es una excelente apuesta, pero un ámbito patrimonial, unos recursos naturales de semejante valor y biodiversidad, y unos recursos culturales que han consolidado un modo de vida, no pueden estar a expensas de estrategias turísticas.

Por tanto, no es que el Genal nos espere ahora, es que realmente nos lleva esperando desde hace muchos años, los mismos en los que se ha ido acumulando una importante deuda histórica; la consolidada mediante una sangría demográfica de cientos de paisanos que, año a año y durante el ultimo medio siglo, han ido abandonando su lugar de origen, su referencia territorial, paisajística y antropológica, buscando mejor vida, consecuencia de un abandono progresivo en estrategias territoriales, servicios e infraestructuras, al que dicho Valle ha estado sometido. Los Fondos de Recuperación y Resiliencia tienen mucho que decir en esto: a tiempo estamos.

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