Alba González, la malagueña que conmueve con su poesía sobre el suicidio

En el programa 'Got Talent' reunió a supervivientes que conformaban la historia de su relato

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Alba González, malagueña, escritora y poeta. / Lucía Serrano

Todo empezó a los 12 años: "Me sentía muy mal, pero nunca tuve un gran evento que me hiciera entrar en esa depresión", explica. Esa niña tímida y de pocas palabras, necesitaba gritar a voces lo que le estaba ocurriendo. Empezó a manifestarlo escribiendo en los márgenes de los cuadernos, que daban el formato en verso a unas confesiones secretas que escondían el nombre de una enfermedad.

"Empecé con las autolesiones y eso hizo saltar las alarmas. Fui al psicólogo durante un tiempo, pero se quedó ahí y los pensamientos seguían", iba creciendo y desarrollando otros trastornos, entre ellos un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA). Las ideas continuaban y los cuadernos se quedaban sin páginas donde escribir y el bolígrafo sin tinta para desahogarse, por lo que tomó una decisión: "A los 14 años tuve mi primer intento de suicidio", un punto de inflexión que le hizo internar en un centro de salud mental.

Ella es Alba González y ahora tiene 19 años, una malagueña de ojos verde cristal que encontró en la poesía y escritura su salvación. "Cuando estuve en el centro, recopilé todo lo que escribí e hice un libro que imprimí para mí misma", cuenta. Transformó su sentimiento en palabras y a los 16 años dio un paso muy grande que en 2021 se materializaría en su primer libro: Una vida sin salud mental. "Decidí publicarlo en redes sociales porque pensé que podría ayudar a otras personas. Cuando leía algo negativo, me sentía comprendida, no estaba sola", relata sin esperar que su yo más íntimo llegase a tantas personas, que ya son más de 600.000 en TikTok.

“La poesía me salvó”, confiesa en uno de sus videos en TikTok. No se trataba solo de escribir por el placer de hacerlo, sino de utilizar el lenguaje como una forma de terapia, un medio para transformar el dolor en algo tangible y, sobre todo, compartible. Sus vídeos son ventanas a su alma. En ellos, recita poesía sobre la vulnerabilidad, el dolor, el miedo, pero también sobre la importancia de hablar, de no silenciarse.

Explica que "la inconsciencia y no saber a dónde iba a llegar" fue lo que hizo que no tuviera miedo para mostrarse en la plataforma, ya que ella misma se considera una persona "temerosa y con mucho reparo al juicio de las personas". Cuando empezó a recitar tenía clara una idea: "Quería que el foco fuera lo que hago y digo, no quien yo soy", por lo que esa misma iniciativa fue la que llevó al escenario del programa Got Talent, de Telecinco. Reunió a testimonios, a supervivientes de suicidio que conformaban la historia y la visibilidad que la acción merece y que fundieron al público y jurado en un único corazón. Con una valentía extraordinaria, utilizó su poesía para iluminar uno de los temas más oscuros de nuestra sociedad, consiguiendo emocionar, símbolo de que su mensaje había sido escuchado y comprendido: "Que se entendiera era lo único que quería".

Son ya tres los libros publicados y miles de personas a las que ha ayudado: "Mis libros han evolucionado junto a mí". Aunque es muy joven, la mayor parte de su vida está conectada por enfermedades relacionadas con la salud mental, tema que articula la totalidad de sus páginas. Cicatrices que duelen y Todo lo que me queda por contar son sus dos últimas producciones literarias que, aunque de páginas blancas y simples, esconden palabras con mucho significado.

Alba González junto a sus tres libros. / M. H.

Pronto presentará una nueva obra: Todos mis ojos tristes, en la que no abandona su propósito inicial, la salud mental. "Aunque no he conseguido salir de la depresión y el TCA, he evolucionado y puedo hacer mi día a día", cuenta. Quiso cerrar los ojos para no ver nunca más, los oídos para no escuchar y la nariz para no respirar, pero lo que nunca quiso es perder la mano para apuntar. Hoy es una mujer que lo puede contar, alguien que puede ayudar a través de su poesía con "medicina" para sanar.

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