La alegría de poder celebrar dos cumpleaños
Trasplantados de riñón explican sus experiencias antes y después de la intervención que les salvó la vida · Algunos pacientes llevan 25 años con el mismo trasplante


La vida les cambia en el mismo momento en el que su médico les comunica que sus órganos fallan y necesitan un transplante de riñón. Algunos de ellos, tienen la suerte de encontrar un donante compatible y más aún, de su misma sangre.
El Hospital Carlos Haya quiso reunir ayer ante los medios a personas que han sido protagonistas por sus transplantes; ya sea por ser receptor de un donante vivo o por superar los 25 años de funcionamiento del órgano transplantado.
Tomás Chincoa tiene 38 años de edad aunque hoy 'cumple' siete meses. El 11 de diciembre del pasado año recibió un injerto renal por parte de un donante vivo que no era otro que su propia madre.
Este policía local sufrió en el año 2005 una endocarditis que le afectó al funcionamiento de sus riñones. A partir de ahí se vio obligado a conectarse diariamente a una diálisis.
En un gesto de aliviar la triste rutina de su hijo, María Gallego, a pesar de la oposición de Tomás, se empeñó en ser la donante de ese riñón que le devolvería a la normalidad. A María se le practicó una operación mediante laparoscopia a través de la cual se le extrajo el órgano.
"Al principio me negaba a que mi madre fuera mi donante por los riesgos que corría, pero ahora que ha pasado todo me he dado cuenta de todo lo que ella sufrió durante el tiempo de diálisis" recordó Tomás ante los medios. "Ahora, aunque tengo un riñón menos, me encuentro mejor", apuntó su madre.
Siete meses después del transplante, la rutina de Tomás no consiste en visitar diariamente el Carlos Haya. Aunque sigue de baja laboral podrá regresar al cuerpo al que pertenece desde hace 15 años, esta vez en segunda actividad. "El trabajo de oficina es el que peor llevo. Echaré mucho de menos la patrulla".
Ha pasado ya un cuarto de siglo desde que a Ramón López le implantaran un riñón, a pesar de que la media de función de un riñón donado por un fallecido es de una década. Este prejubilado se sentía ayer "abrumado" ante los micrófonos y las lágrimas apenas le dejaron explicar su experiencia. El doctor Miguel González-Molina, nefrólogo emérito, realizó el transplante a Ramón, al que éste consideró como su "segundo padre". López se considera "un privilegiado entre los demás enfermos".
Desde 1978 el Hospital Carlos Haya ha realizado desde el inicio del programa de Trasplante Renal un total de 1.888 intervenciones, la mayoría con órganos procedentes de donantes fallecidos y sólo un 1% de vivos.
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