Los últimos almendreros de Málaga: "Esta profesión es mi vida entera"

Enrique Torreblanca es uno de los más longevos y a pesar de sus 71 años nada lo mueve de su puesto de la calle Larios

Este oficio que está en vías de desaparecer es el único recurso con el que cuentan muchas familias para poder llegar a fin de mes

Este es el mejor restaurante de Málaga en 2023

El bocadillo que llega de Estados Unidos y se puede comer en esta hamburguesería de Málaga

Enrique Torreblanca, un almendrero de 71 años
Enrique Torreblanca, un almendrero de 71 años / S.S.
Susana Soler

14 de enero 2024 - 06:30

El almendrero, una figura emblemática de Málaga, tan icónica ya como la Farola, la Alcazaba o el mismísimo Cenachero. Algo tan típico de la estampa malagueña que a pesar de su longevidad se encuentra en peligro de extinción. Son apenas una veintena los que han resistido en el centro de la ciudad.

Se trata de un oficio sacrificado que se ha visto amenazado por la subida de los precios, el paso del tiempo y la falta de un relevo. De lunes a domingo, mañanas y tardes, los almendreros permanecen perennes en las calles más concurridas del centro durante más de diez horas. Llueva, truene o arda el sol.

Enrique Torreblanca, de barrio de la Trinidad, tiene 71 años, y ha estado más de media vida vendiendo almendras. Se trata del más veterano de Málaga en este oficio, al que ya se dedicaba hace más de 40 años, cuando la calle Larios todavía estaba asfaltada y los coches la atravesaban. "He pensado en jubilarme, pero tengo una paga chica de 600 euros y no me llega; tengo que seguir con esto porque si no, no llego a fin de mes. Mientras los pies no me fallen, aquí seguiré", ha afirmado Torreblanca.

Empujado por la necesidad, empezó en este oficio, con el que pudo educar a sus dos hijas: "He luchado mucho por mis niñas, su madre las abandonó y las crié yo solo. Las tuve que meter en un colegio internas porque tenía que trabajar todo el día. Hice de padre y de madre, y yo he pasado por mucho, pero aquí estoy todavía". Las almendras se pueden comprar ya hechas, pero Torreblanca cuenta que hace años había que seguir un proceso muy elaborado que llevaba bastante tiempo, y que incluía hervirlas en una olla de carbón, para luego pelarlas y dorarlas en un horno de leña: "Y estaban más buenas todavía, mejor que ahora".

"Gané buenos dineros en aquellos tiempos, cuando las pesetas, ahora esto está muy malo. Las almendras están a dos y a tres euros, pero antes las vendía a 5 pesetas el cartucho, y ganaba mucho más que ahora. Las almendras te costaban 100 pesetas, pero ahora mismo en el mercado están el doble de caras, por eso su precio en la calle también ha subido", ha explicado el malagueño.

Torreblanca no mira con mucho optimismo al futuro y opina que esta profesión "no va a durar muchos años". "Cuando me muera, preguntarán por mí, pero con el tiempo la gente se olvidará de todo. La vida pasa, y ya la calle no es la de antes. Ha cambiado todo para peor, y en todos los sentidos; las personas, la sociedad, esta ya no es la vida que yo he vivido. Y los tiempos de antes eran malos, había mucha pobreza y yo he llegado a pasar mucha hambre, pero ahora la vida se ha puesto muy jodida", ha declarado.

Atravesando calle Larios en dirección a la plaza de la Constitución no es difícil dar con más almendreros. Yolanda Benítez lleva ya 13 años con su puesto y define su oficio como "cansado y sacrificado": "Tienes que estar a la espera de que te compren, trabajando durante casi doce horas, y de pie. Hay mañanas enteras que me las paso sin vender nada". Benítez sostiene que las ventas han bajado mucho y que poco a poco "hay menos personas que tengan esta profesión, porque los que lo hacían eran mayores, han ido falleciendo y los jóvenes no quieren dedicarse a esto".

Jennifer Laguna en su puesto de almendras junto a su tío Antonio
Jennifer Laguna en su puesto de almendras junto a su tío Antonio / S.S.

Para ejercer de almendrero correctamente es necesario tener tanto una licencia de venta ambulante como un permiso de ocupación de la vía pública. La mayoría de los que quedan en el centro de Málaga poseen ambos gracias a una concesión que les hizo el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, hace años. Pero no todos se pueden permitir el lujo de cotizar. "Para lo que se gana vendiendo almendras, hacerte autónomo no te sale rentable, es muy caro. Y claro, si no te haces autónomo no cotizas nada", asegura Jennifer Laguna, otra trabajadora.

Ella trabaja eventualmente en el puesto de su pareja, quien lleva 15 años formando parte del negocio familiar Almendras Oliver. Aunque ambos tienen sus respectivos trabajos, este oficio callejero les ha ayudado a salir de más de un apuro económico: "Gracias a este puesto comen tres familias. Ser almendrero no te da para pagar una hipoteca, la luz o el agua, pero sí para comer, y cuando estamos en paro esto nos saca de apuros".

También es gracias al puesto de almendras que su tío tiene algo de comida que llevarse a la boca cada día: "Mi tío Antonio tiene una pensión no contributiva, como la mayoría de almendreros. Vive en un hostal porque no le da para otra cosa, y si no fuese por el dinero adicional que ganamos en el puesto estaría en la calle y no tendría para comer".

Laguna se declara "orgullosa" de su profesión, pero no duda al afirmar que es un oficio que "el día de mañana desaparecerá". "Es una pena porque los cartuchillos de almendras son muy típicos. Me encantaría que esta tradición no se perdiera, y si mi pareja se muere en un futuro, lo pudiera dejar en herencia para que sus hijos se dedicaran a ello", expresa. Señala como raíz del problema la concesión de licencias de venta y de ocupación de la vía pública. Aunque en su momento el alcalde se las otorgó a los almendreros, fue algo puntual, y no son transferibles ni se pueden heredar. Conseguir permisos nuevos a día de hoy "es caro y complicado", y es por eso que muchas de las personas que venden este manjar salado por las calles lo hacen sin ningún tipo de autorización.

"No se está protegiendo esta profesión que está en vías de desaparecer, y nosotros no podemos hacer nada. Las licencias se tendrían que poder heredar o adquirir más fácilmente. El día que fallezca mi pareja, me tendría que poner yo, sin permisos y sin nada, y si viene la Policía pues me multarán y me quitarán las cosas, o puede que con suerte tengan compasión y miren para otro lado", declara Laguna.

El puesto de Manuel Caballero en la Alameda
El puesto de Manuel Caballero en la Alameda / S.S.

Manuel Caballero es uno de los almendreros que lleva tres años a la espera de su licencia: "Hace tres años que pedí los permisos, y todavía no me los han concedido. Si no tienes los papeles la Policía te puede echar o te puede multar, aunque normalmente si te conocen te pasan la mano. Si el Ayuntamiento no pone de su parte, este ofició se perderá".

Por su parte, David Ramos, otro veterano de 14 años, expresa su preocupación respecto a las ventas, que han bajado "un 40%" respecto al año pasado: "El producto no llega al español, que siempre había sido el principal consumidor. Todo está muy caro, los alquileres suben cada vez más y los pisos turísticos se han cargado el centro de Málaga. La gente no tiene dinero, el español es al que hay que cuidar y lo no cuidamos. Además la competencia con las tiendas y los grandes negocios es cada vez mayor". Ramos es padre soltero de dos niñas y gracias a los ingresos que obtiene de su puesto de almendras mantiene a flote su hogar: "Yo mantengo a mi familia de esto".

stats