El Jardín de los Monos

Mi amigo Valerio Craso

Lápida votiva. Lápida votiva.

Lápida votiva. / M. H.

Tengo la memoria llena de agujeros, pero jamás olvidaré la belleza de esa costa rocosa, plagada de islas que afloran como setas en un mar añil intenso llamado Adriático. De ellas dijo Bernard Swaw: “El último día de la creación, Dios quiso culminar su obra, de manera que creó las islas Kornati (Coronadas) con lágrimas, estrellas y aliento”.

Mi historia con Croacia, país cuyo territorio comprende parte de las antiguas provincias romanas de Dalmacia y Panonia, es curiosa y creo que alguna vez la he escrito, pero justo ahí tengo un agujero. Así que, por si acaso, la voy a contar de nuevo. Sucedió en Berlín. En la isla de los Museos (donde se encuentran los de Pérgamo, Neues, Antigua Galería Nacional, Altes y Bode), relativamente cerca de ellos, el tren sube a una cota considerable haciendo una curva alejándose. Debajo de la línea férrea una serie de locales conforman un centro comercial donde algunas cafeterías y bares se alternan con comercios diversos, si bien entre ellos, se encuentran juntos un grupo de anticuarios. Su oferta son objetos de todas las épocas históricas, incluidos artefactos arqueológicos greco-romanos. He de decir que me fascinan esos testimonios de nuestra más remota civilización, especialmente de Roma, porque a pesar de los siglos transcurridos aún conservamos el sabor de la leche que manaba de las ubres de Luperca.

Fue en aquel anticuario de Berlín, uno que vendía piezas interesantísimas, donde me encontré con una lápida votiva, de entre mediados del siglo I y finales del II, que mandó hacer un tal Valerio Craso. Él fue quién despertó en mí el interés por conocer Croacia. Pero mejor voy a ir paso a paso con mi historia. Ya en tiempos de la República Romana aparecen algunos relieves, esculpidos en granito o mármol, con textos votivos; pero es con el Imperio cuando se multiplican, debido fundamentalmente a la expansión e influencia que comenzaron a tener las religiones orientales, especialmente el culto a Mitra. Es por ello que sea precisamente en las provincias orientales donde, antes y con mayor profusión, aparezcan este tipo de ofrendas. Las lápidas con inscripciones votivas se diferencian de las funerarias por estar dedicadas a una divinidad; sin embargo, las estelas funerarias se dedican a los dioses Manes (dioses familiares), a los dioses Lares (domésticos o caseros) o a los dioses Penates (dioses de la despensa).

Valerio Craso fue un ciudadano romano, un équite que perteneció a la Legio VII Claudia, establecida básicamente en la provincia romana de Moesia Superior (Serbia), y que debió participar en numerosas batallas y refriegas defendiendo las fronteras del Danubio. Valerio hizo una promesa y le pidió protección a la diosa Diana. Bajo su amparo cumplió su voto (de ahí viene lo de votiva) y, en agradecimiento, le dedicó este bajorrelieve a la diosa. La lápida de mármol tiene forma semicircular y representa a un jinete cabalgando, tocado con casco de penacho longitudinal (de la frente a la nuca), lóriga y capa, armado con lanza (pilum) y escudo circular (parma). La forma como está colocado el penacho sobre el casco (de la frente a la nuca) nos indica que Valerio Craso era un tribuno o un legionario. Si el penacho fuese frontal (de oreja a oreja) hubiese sido un centurión.

Debajo lleva la siguiente inscripción latina: “De.O.Dianae.Valerivs Crasvs LEG.VII .CL.V.S.L.M” que, completando las abreviaturas, lo que dice es: “De(a).O(b).Dianae.Valerivs Crasvs. Leg (io). VII. CL(audia). V(otum). S(olvit). L(ibens). M(erito)”. Cuya traducción al castellano sería: “Para la diosa Diana. Valerio Craso de la Legión VII Claudia. Cumplió su promesa gustosamente como debía”.

Inicialmente, las primeras inscripciones votivas eran muy escuetas. En ellas solo se indicaban el nombre (en genitivo o dativo) de la deidad a la que iba dedicada y el motivo de la dedicatoria. Más tarde la dedicatoria se complicó algo más al añadirse el nombre del oferente y algunos datos personales. No obstante difieren bastante de las estelas funerarias que incluyen, aparte de la dedicatoria a los dioses, la tria nomina (nomen, praenomen, precedido de F/FIL, “hijo de”, y cognomen), la edad, el lugar de origen, la condición ciudadana (si era ciudadano libre, liberto o esclavo), y observaciones sobre el difunto.

En la inscripción de nuestro amigo Valerio, solo aparece el nombre de la diosa Diana, a la que honra, seguido de su nombre, ya que es él quién se la dedica, Valerio Craso y el dato personal de su pertenencia a la Legión  Septima Claudia, y finaliza con el motivo por el que le dedica a la diosa la inscripción. Motivo que expresa mediante el anagrama V.S.L.M. cuyo significado es el de una frase hecha que se repite a menudo en estas inscripciones votivas: “Cumplió su promesa gustosamente como debía”. No sabemos qué promesa hizo Valerio Craso, pero sabemos que con la protección de Diana a quién se encomendó, la cumplió y por ello se lo agradeció dejando constancia con esta inscripción en mármol. La procedencia de la lápida es, casi con toda seguridad, la Península Balcánica, ya que Valerio dejó inscrito que perteneció a la Legión VII Claudia, algo de lo que debía sentirse muy orgulloso. Esta Legión fue creada por Julio César para luchar en la Galia. Después, en época del Imperio, fue trasladada a Oriente y fue conocida como Legión VII Macedónica. En el año 42 d.C., un año después de ser proclamado emperador Claudio, estuvo destinada en Dalmacia, siendo gobernador de esta provincia Lucio A. Camillus Scribonianus que, en ese mismo año, se rebeló contra el emperador. La sublevación fue rápidamente sofocada gracias a la intervención de la VII y la XI Legión. Ambas recibieron del emperador Claudio el honorífico nombre de Claudia Pía Fidelis.

En el año 69, esta Legión, se puso a las órdenes de Vespasiano y derrotó a las tropas del Emperador Vitelio en la segunda batalla de Bedriacum, cerca de Cremona. Vespasiano le debió a la Legión VII Claudia su nombramiento como emperador. A partir de esos años, estuvo destinada en las fronteras del Danubio, defendiéndolas de los intentos de invasión de los dacios. Instaló su base en Viminacium, Moesia Superior (ahora Kostolac, Servia), y fue decisiva en la conquista de la Dacia por Trajano. Durante el siglo II estuvo implicada en distintas campañas de Oriente con el emperador Lucio Vero, así como contra los germanos, en el Danubio Medio, con Marco Aurelio. La seis veces Leal y seis veces Fiel Legión VII Claudia desapareció en el siglo IV.

Dada la escueta inscripción que hace Valerio Craso, en la que solo figura su nombre, sin especificar el praenomen, su pertenencia a la Legión VII, a la que ya se le denominaba Claudia, y teniendo en cuenta que este bajorrelieve en mármol se lo compré a un anticuario de Berlín, lugar de destino de muchos huidos de la reciente guerra en los Balcanes, he llegado a las siguientes conclusiones: Que Valerio Craso lo mandó esculpir entre el año 42 y finales del siglo II, como ya hemos indicado, que lo hizo en Moesia Superior, esto es, en Serbia, y que este équite romano tuvo muchos años de milicia en las provincias de Dalmacia, Panonia, Moesia y, seguramente, también en la de Tracia, o sea en los actuales países de Albania, Croacia, Serbia, Bosnia y Montenegro. Mi interés por conocer aquellos lugares por donde había estado y vivido el que ya para siempre fue mi amigo Valerio Craso, creció exponencialmente y comencé a preparar mi viaje.Como me era imposible sacar tiempo para conocer todos los países balcánicos citados, elegí el que me pareció más interesante y no tuve la menor duda: Croacia. Le dediqué un mes de agosto completo y opté por hacer el viaje alternando tierra y mar, esto es, embarqué en Barcelona para llegar a Génova, desde ésta, rodando por autopistas de carísimos peajes, atravesé Italia de oeste a este para embarcar de nuevo en Ancona y, tras atravesar el Adriático, desembarqué en la ciudad de Split, en cuyos alrededores se encuentran las ruinas de la ciudad de Salona, capital de la Dalmacia romana.

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