"Antonio era hermano y amigo, un policía 24 horas", el recuerdo de sus compañeros tras embestirlo unos atracadores a la fuga
Agentes del grupo de paisano en el que prestaba servicio recuerdan cómo recibieron la noticia: "Me había despedido de él tres horas antes"
El emotivo adiós a Antonio, el policía muerto, en la Comisaría de Málaga: "Nos falta uno; ya nunca será igual"
Emotiva despedida a Antonio, el policía que ha muerto esta semana en la colisión frontal que provocaron unos ladrones que huían en dirección contraria tras un robo por la A-7 a la altura de Torremolinos. Los restos de la víctima, subinspector de la Policía Nacional, fueron trasladados a la Comisaría Provincial para imponerle la Cruz al Mérito Policial con distintivo rojo a título póstumo en íntimo acto al que han asistido sus familiares, amigos y compañeros. Uno de los momentos más emotivos lo han protagonizado sus compañeros del Gotham, con los que salía a la calle para "cazar al máximo número de malos".
Poco antes de partir hacia el Parque Cementerio de Málaga para celebrar su sepelio religioso, tomaban la palabra ante numerosos medios de comunicación agolpados varios de los efectivos de esta unidad, que patrullan de noche y siempre de paisano. Entre lágrimas recordaba uno de ellos el momento en el que se enteró de la trágica noticia. “Me llamó un compañero para preguntarme si sabía lo que había pasado y me dijo: ‘Antonio ha fallecido”, explicaba. Reaccionó incrédulo porque, detallaba, se había despedido de él hacía sólo tres horas. Esa noche, en la que habían trabajado juntos, conversaron sobre el juicio al que tenían que acudir al día siguiente por una intervención y, entre bromas, Antonio le animaba a que se llevara “20 euros” para tomar, después, unas cañas.
“Antonio se podía considerar un verdadero profesional, de los pies a la cabeza. Ese era Antonio”, añadía otro componente del mismo grupo policial. “Hermano y amigo”, precisaba, elevando la voz, un tercer agente. El policía estaba entregado “cien por cien”, un compañero “en las buenas y en las malas”. “El primero en salir. Lo planificaba y lo organizaba todo. Trabajaba fuera de servicio en su casa, era un policía las 24 horas”, expresaban, rotos, varios de los funcionarios presentes.
Eran las 10 de la mañana cuando este viernes comenzaban a sonar las primeras sirenas de los vehículos patrulla que anunciaban la llegada a la Comisaría del féretro con los restos de Antonio. El accidente se había producido poco después de terminar su turno. Volvía a su casa, en Benalmádena. Esta mañana, más de un centenar de agentes formaban un pasillo de honor en posición de firmes que recibió a la familia del agente fallecido, entre ellos sus padres, su viuda y sus hijos. El tributo, bajo los árboles que tiñen de verde los accesos al edificio, se prolongó unos cinco minutos.
Sólo el llanto de los allegados y de sus compañeros del Gotham interrumpía el atronador y respetuoso silencio instaurado en una abarrotada plaza Manuel Azaña en la que los policías honraban a su ángel caído. “Nos falta uno. Y ya nunca será igual”, se oía entre el tumulto. El homenaje se sucedía muy cerca del monolito que recuerda al también policía Francisco Díaz, asesinado de una puñalada en el pecho que en mayo de 2014 le asestó un conflictivo indigente en Carretera de Cádiz.
Después, la comitiva acompañó el cuerpo hasta el pabellón principal, donde al fallecido se le impuso la Cruz al Mérito Policial con distintivo rojo –la máxima condecoración del Ministerio del Interior–. Un acto íntimo, a petición de la familia, en el que sí estuvieron presentes el alto mando de la Comisaría, de la Dirección General de la Policía y representantes políticos de la ciudad. Allí, entonaron el himno a los caídos, La muerte no es el final, con el que tradicionalmente se recuerda a los agentes que han perdido la vida en acto de servicio.
En el centro de este pasillo, más de una decena de efectivos del indicativo, embargados por la emoción, portaban el féretro, envuelto en la bandera de España. Hacia las 10 y media, el cortejo fúnebre abandonaba la plaza para regresar al cementerio para darle el último adiós. En el exterior saludaron al cuerpo en silencio mientras el convoy de patrullas escoltaba a la víctima. Una familia rota seguía los restos mortales y subía en un vehículo policial arropados por una multitud de efectivos.
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