Málaga

Dignidad para Los Asperones

  • El fallecimiento de una mujer por cáncer de pleura ha despertado un movimiento ciudadano para pedir la retirada del amianto y otras mejoras

  • Llevan seis meses sin alumbrado público

Un burro descansa delante de un mural lleno de maletas que pregunta por el desalojo del barrio de Los Asperones.

Un burro descansa delante de un mural lleno de maletas que pregunta por el desalojo del barrio de Los Asperones. / Javier Albiñana

Emilia murió de cáncer de pleura. El médico dijo que se debía directamente a la exposición al amianto y medio barrio de Los Asperones entró en pánico. Ángela Rodríguez junto a un grupo de mujeres acudió al colegio que dirige Patxi Velasco a buscar ayuda y guía, como siempre. “Queremos que nos quiten las chapas”, comenta Ángela preocupada.

De su miedo surgió una inquietud ciudadana por exigir nuevamente mejoras para este asentamiento provisional que lleva ya tres décadas instalado entre el vertedero, el desguace y el cementerio municipal. Ayer, presentaron más de 300 firmas en el registro de la Delegación de Gobierno de la Junta de Andalucía y en el Ayuntamiento de Málaga. Con ellas han pedido el desalojo y, mientras tanto, algunas reivindicaciones que también llevaron a los grupos municipales.

Las luces de Navidad brillan y suenan cada tarde en el centro. Sin embargo, el alumbrado público de la fase I lleva seis meses sin encenderse. A pesar de las reclamaciones continuas las calles y la carretera se queda a oscuras a partir de las seis y media de la tarde. “El año pasado Izquierda Unida presentó una moción y se aprobó en la Junta de Gobierno Local alumbrado de Navidad para Los Asperones, pero no ha llegado ni el de Navidad, ni el de las farolas, ni nada”, explica Patxi Velasco, director del CEIP María de la O.

Ángeles y Estrella junto a vecinos del barrio, Patxi Velasco y Jesús Juárez. Ángeles y Estrella junto a vecinos del barrio, Patxi Velasco y Jesús Juárez.

Ángeles y Estrella junto a vecinos del barrio, Patxi Velasco y Jesús Juárez. / R. L.

Las necesidades de los habitantes de este barrio son tan abrumadoras que sus peticiones resultan sumamente básicas. La retirada del fibrocemento –material prohibido desde hace 20 años por estar declarado como cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud–, luz en las calles, poder empadronarse, tener un parque para los niños y una parada de metro. En definitiva piden dignidad para vecinos malagueños a los que hace mucho que se les dio la espalda.

“Estamos totalmente olvidados, estamos abandonados de la mano de Dios”, considera Ángela. Esta mujer fuerte y luchadora, vive ahora de casa en casa de sus familiares tras su separación conyugal y no puede empadronarse ni, por tanto, acceder a cualquier ayuda. Los empadronamientos son de familias originales pero no de las unidades familiares que se han ido creando después. Muchas de estas, que se construyen “cuartillos” y chabolas no constan en el padrón.

Han entregado 300 firmas en la Junta y el Ayuntamiento para exigir el desmantelamiento

“Me preocupa la uralita porque estamos durmiendo debajo de esos tejados, acaba de morir una mujer de cáncer por esto y tenemos miedo”, dice Ángela que lleva en Los Asperones desde 1990. Vivía en La Misericordia y tras las inundaciones le dieron una casa. Entró junto a su madre y sus 13 hermanos. De ellos ya quedan 10. Ángela lo que desea es poder salir de allí, como muchos otros vecinos. “En el fondo también asusta vivir en otro lugar porque la mayoría de las criaturas no tienen para pagar una vivienda, pero el que quiera salir y tenga para un alquiler que lo saquen, que también tenemos derecho a estar integrados con los payos”, dice.

Estrella Santiago tiene 25 años y es madre de un pequeño de 6. Nunca ha conocido otra realidad que no sea la de su barrio u otros entornos de exclusión como pueden ser La Corta, Las Castañetas o Los Palomares. Más de lo mismo, considera. “Yo quisiera que mi hijo creciera en una casa en condiciones, que cuando sea grande tenga unos buenos estudios, que no se criara aquí como yo”, comenta. Y subraya que “hace falta un parque, más tiendas, la parada del tren, las luces, que nos llevemos todos mejor, que mejore la convivencia...”.

Además, apunta que allí la mayoría no tienen un puesto de trabajo con el que poder salir adelante. En su casa, por ejemplo, ella realiza un curso y está becada y su marido se dedica a recoger chatarra. “Así nos apañamos pero vivo en un cuartillo, al lado del arroyo, y como llueva muy fuerte se va a llevar la casa con nosotros dentro”, explica con su carpeta azul en la mano con las firmas que han ido recogiendo en este tiempo.

Es el único barrio de la ciudad por donde pasan las vías del Metro y no tiene parada

A pesar de que se acerca la Navidad, con la muerte tan cercana de Emilia, no hay ganas de fiesta. Son fechas complicadas. El colegio cierra por vacaciones durante dos semanas y los niños se convierten un una carga más a la hora de la comida. Gente humilde, a las afueras de la ciudad, excluida, serán representaciones vivas de aquel portal de Belén. Lo llevan siendo tres décadas y aún están a la espera de que aparezca su estrella.

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