Calle Larios

Dioniso se desata en Málaga

  • Sería una auténtica lástima no ver en las despedidas de soltero una oportunidad para la proyección internacional de la ciudad, con más argumentos y razones, seguramente, que la tecnología o la sostenibilidad

Si la sangre circula en la dirección correcta, no hay nada malo en dejarlo claro.

Si la sangre circula en la dirección correcta, no hay nada malo en dejarlo claro. / Javier Albiñana (Málaga)

Cerraron la gofrería cachonda de la calle Calderería y un amigo me envió una foto para dar cuenta de la puesta en alquiler del local. Él lo consideraba una oportunidad a la esperanza. Servidor, quizá más prudente, aguardaría a ver qué negocio instalan en el susodicho para confirmar definitivamente el presunto signo de civilización. La cuestión es que estas pastelerías genitales abundan en las grandes ciudades, a mansalva, como aderezo al desenfreno nocturno, y Málaga no iba a ser menos. Que al final el negocio no funcione, bueno, obedecerá seguro a factores diversos. En parte, quien vaya por ahí lo bastante húmedo, como en una comedia de Aristófanes, no necesita ya de tales argumentos. Y tampoco es cuestión de regalarle un dulce con la definición de un falo hípico a la chica que te gusta. Mi impresión es que estas tiendas a prueba de bien pensantes han llegado a Málaga tarde, cuando ya estaba el pescado vendido. Ya llevamos años acostumbrados a ver, a poco que se aproxime uno al centro, muñecas hinchables en lo más álgido de la tarde, penes de gomaespuma colocados como diademas, coños insumisos sacados en procesión, columnas de Hércules empleadas como bananas salvajes en la plaza de Uncibay y otros milagros parecidos. Vaya, que llevamos de fiesta prácticamente desde el pasado milenio, así que un pastel con nata modelado con vaginal inspiración tampoco nos dice nada a estas alturas. Parece, sin embargo, que los vecinos han dicho basta, cansados del ruido, las charangas asociadas a tales trances y del espectáculo, al parecer poco edificante, que se traen los oficiantes de las despedidas de soltero, cuya disposición a emular franceses, griegos y cubanas a la vista de todo el mundo y en horario infantil, con diversos cacharros y disfraces fabricados ex profeso, bien podría considerarse una nueva modalidad turística. El Ayuntamiento se mostró en un principio inclinado a colaborar, más preocupado, parece, por la cuestión del ruido que por la mise-en-scène, aunque de momento se ha mostrado tibio, dando a entender a los vecinos que mejor se las apañen por su cuenta. También ha habido hosteleros que han puesto el grito en el cielo, estos bastardos nos espantan la clientela, con toda la razón del mundo, aunque a nivel organizativo tampoco puede decirse que se hayan puesto manos a la obra. Al final, si esta gente tan feliz viene a consumir, aunque sea con un nabo en la frente, pues algo se dejarán en la caja. Conviene apuntar, de entrada, lo paradójico de la cuestión. No deja de haber un trasfondo de rigor moral en todo esto: que haya tantas despedidas de soltero en Málaga significa que, tarde o temprano, habrá igual número de bodas, matrimonios resignados a la fidelidad y la corrección, ya sin necesidad de desahogos de este tipo. La diferencia es que a las bodas asisten los allegados en exclusiva mientras que, en lo que se refiere a las despedidas, se da una curiosa tendencia a invitar a todo el mundo, a implicar al primero que pasa, de manera que es relativamente fácil salir del centro los fines de semana con un pollazo en toda la cara por obra y gracia de un mendrugo vestido de marinero o sacudido por solteras pesadas que insisten en hacerte ver que se han colgado una picha en la banda de honor. A quien le vayan más los chochos saldrá, igualmente, bien servido. Eso sí, dado que tal costumbre está más que asentada en nuestra amada ciudad, sería cuestión de verla como una oportunidad. Si Málaga quiere jugar en la primera liga de la tecnología, la cultura y los rascacielos, ¿por qué no añadir al lote el desenfreno chusco, que es algo que le gusta a todo el mundo? Sería más honesto por nuestra parte dedicar una exposición internacional al fogui fogui antes que a la sostenibilidad. No es cosa de risa: si alguien cree que la importancia de tener un falo muy grande a la hora de tomar decisiones ya no cuenta, ahí tienen a Vladimir Putin. Lo tenemos hecho, sabemos de qué va y se nos da bien, así que sería una pena desaprovecharlo. Y Pedro Sánchez daría el visto bueno. Vaya que sí. 

Si Málaga quiere jugar en la liga internacional, ¿por qué no añadir al lote el desenfreno chusco, que es algo que le gusta a todo el mundo?

No crean, esto no es nuevo. Málaga es una ciudad mediterránea con toda una tradición al respecto. Al final, las despedidas de soltero no dejan de ser remedos de las antiguas orgías celebradas en honor a Dioniso, dios del vino especialmente venerado en la agricultura, lo que se corresponde con el hecho de que la mayor parte de los que vienen con la gomaespuma y los globos bajan ya ciegos como cubas del avión o el tren. En aquellas cenas de gala servidas a mayor honor de las hetairas, y que terminaban con todo al aire, eran bienvenidos hasta los esclavos, en una fraternidad que hablaba mucho de órdenes sociales invertidos y de la oportunidad brindada al caos sanador. Pues bien, esa querencia al desmadre, a poner mucho más que una cana al aire, ha prendido en Málaga a lo largo de la Historia con especial brutalidad. No en vano recogió Miguel Romero Esteo en sus estudios sobre el género esta letra vernácula del verdial: “Has comío caracoles / has bebío vino blanco / has tumbao a la Dolores / a la vera de un barranco / has comío caracoles”. El éxtasis es algo muy nuestro, de toda la vida. La poesía de Safo, Catulo y el Rey Salomón habla nuestro idioma. Lo que pasa es que ahora nos lo refriegan pardillos llegados de otros sitios que creen que han inventado algo nuevo. Pero, al fin, seamos claros: si sólo se trata de hacer caja, si todo se reduce a esto, si descartamos un bosque urbano en los suelos de Repsol porque sin las torres nos quedaríamos sin ingresos jugosos, si aceptamos destrozar nuestro paisaje litoral por unas migajas, si no hay más criterio que el financiero, si cualquier noción de ciudadanía se ha entregado aquí a la cruz a cambio de unas monedas, lo más coherente sería no sólo conservar las despedidas de soltero, sino reforzarlas, en el centro y en todas partes. Y a quien no le guste, que no mire.

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