Cancanilla de Marbella, el flamenco que bailó para Brigitte Bardot
Se perdió en Nueva York, viajó por Japón, India o Australia. Bailó con Lola Flores, cantó con Paco de Lucía y actuó junto a Camarón. Vive en Madrid y reclama un lugar en su pueblo
El turismo en Marbella y los nazis
Nada más llegar a Madrid, fui a ver a Manolo Caracol, y me presenté:
–Me llamo Cancanilla de Marbella, y El Güito [leyenda del baile flamenco] le habló de mí.
–Sobrino, dime la verdad, tú qué sabes hacer?, me dijo Caracol.
–Yo canto, bailo, y también lo hago solo, le respondí.
–Siendo de Marbella, ¿tantas cosas sabes hacer tú, sobrino?
Para él, Marbella eran los pescaítos, los langostinos; no concebía que en Marbella naciera un artista. He tenido muchísima suerte, después de verme actuar me dijo:
–Esta es tu casa, pero tú no eres de Marbella.
Con ocho años empecé a cantar y bailar en un tablao que se llamaba El Platero, de don José. Con esa edad no podía salir a un escenario, el hombre me escondía en un rinconcito y él se ponía en la puerta, a vigilar. Cuando veía que se podía, me decía: Cancanilla, sal y báilame, como tú sabes. Y yo cantaba y bailaba; cuando terminaba, salía por la otra puerta, y él me daba mi dinerito, que se lo llevaba a mi madre. Sebastián Heredia, Cancanilla de Marbella, es considerado por los críticos “una de las grandes voces del flamenco actual y heredero de una tradición que se hunde en la raíz gitana y popular del arte jondo”.
Mi madre cantaba, no de manera profesional, porque mi padre, como todos los maridos de esa época, no querían que su mujer le cantara a nadie más que a él. Cuando se celebraba un bautizo, una fiesta, todo era genial, en el mundo del flamenco no se le cantaba más que a los aficionados que estaban en la boda, o cuando se hacía una candela, o un potaje al aire libre. Entonces cantábamos y bailábamos. Mi madre cantaba muy bien. También tenía un hermano, Joselito, que, sin llegar a ser profesional, cantaba de maravilla; otro hermano, que también bailaba, y mi hermana, La Chichi, que bailaba y cantaba muy bien. Pero el único flamenco nacido en Marbella, que ha recorrido el mundo entero y que ha llevado su cantecito por todos los sitios, he sido yo.
No digo que en Marbella no me hayan dado cariño. Mis amigos me ven, me saludan muy bien. Mi gente, todos los aficionados, me quieren mucho. Soy un cantaor que, desde hace muchos años, tiene su sitio en el mundo del flamenco, pero el que me tenía que dar mi tierra, sin molestar a nadie, no lo tengo. Los cuatro o cinco que llevan la batuta, parece que no se dan cuenta; no sé por qué no cuentan conmigo. Me gustaría trabajar en mi tierra y no lo consigo, lo digo por Marbella, porque trabajo, gracias a Dios, no me falta. Eso me da un poco de tristeza.
Brigitte Bardot, estaba en el Marbella Club y preguntó por los artistas locales que había. Y entonces –a través de un amigo– nos llamaron, a mi hermano, mi hermana y a mí, para actuar en una película. Aquello fue un día maravilloso, un orgullo para nosotros el poder estar con esa fenómeno que era Brigitte Bardot. Recuerdo que yo canté y bailé, llevaba un jersey rojo con el cuello vuelto. Al finalizar me dije: creo que lo has hecho bien. No se me olvidará nunca. En esa época mis hermanos, la familia, eran pescadores que salían en traíña; yo pescaba con ellos, cargaba las cajitas de pescado al barco.
También he sido limpiababotas. Tenía un arte limpiando, que no se puede aguantar. De muy joven, con 14 años, a los que llegaban con los zapatitos sucios, se los limpiaba. Ganaba mi dinerito y se lo entregaba a mi madre.
Con 16 años estuve en la compañía de José Greco [el bailarín y coreógrafo más conocido de los años cincuenta en EEUU, que dirigió su propia compañía de danza española e hizo giras por Europa y América]. Un italiano maravilloso, con esa planta que tenía, bailaba de maravilla; le gustó mucho cómo yo cantaba y bailaba. En esa compañía, estaban Paco de Lucía, Farruco, Matilde Coral y Rafael El Negro.
La primera vez que fuimos a América, actuamos en México, al día siguiente íbamos a otro sitio. Una niña de siete años se acercó con su madre al autobús en el que viajábamos y nos dijo que querían vernos en el teatro. Les dije entonces a los artistas: ¡Mira qué niña más graciosa!. Vamos a poner todos un detallito, para que puedan venir a vernos.
En Nueva York me perdí, salí a la calle Ford St., a la derecha había una calle de cines, y en la otra, teatros. Me metí en un cine a ver una película de Adán y Eva, cuando salí, a las tres horas, en lugar de tirar para arriba fui para abajo. Todos los artistas me estaban buscando. Y José Greco se preguntaba ¿dónde se ha metido este niño?. De tantas vueltas que dí, acabé sentado, llorando en las puertas del mismo hotel. Después de estar en Nueva York y Miami, acabamos la gira.
Cuando volví a España, subí al coche de un amigo que estaba escuchando a Antonio Mairena, y me impactó. Luego a la Niña de los Peines y Juan Talega Toná, todas grandes figuras; me llegó al alma. Empecé a escuchar y centrarme bien en esas formas, tan puras, primitivas, y así llevo esa línea. Me gusta cantar por soleá, por segueriyas, malagueñas, me metí en ese mundo grande del flamenco.
Comencé a trabajar en los tablaos de Madrid, en Los Canasteros, con Manolo Caracol y Lola Fores. Fui al concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba y me dieron el premio Enrique Mellizo. Cuando Lola Flores vio mi arte, mi persona, le caí tan bien que me tomó mucho cariño. Trabajé en el tablao Caripen de Madrid, al lado del Café de Chinitas. Estuve un par de años. Lola me llamaba, iba a las fiestas con ella; la Nochebuena la pasaba en su casa, cantábamos y bailábamos muy a gusto. Ahí estaban Rocío Jurado, artistas, futbolistas, toreros, de todo. La Cañeta de Málaga y yo estábamos con Lola, que nos quería muchísimo. Era algo especial.
Tuve la gran suerte de participar con Camarón de la Isla en un festivalito, en el que también actuó El Sheriff de Marbella, lo tengo marcado. El cartelito aún lo conservo. Camarón me quería mucho y yo a él. Hemos pasado juergas juntos, en las que estuvimos hasta por la mañana. Una vez me dijo:
–Cancanilla mío, por qué no me dejas el Mini, que tengo que ir a Sevilla y no tengo coche. Me dio alegría que me pidiera el coche. Me insistió para que fuera con él. Lo acompañé hasta que paró a echar gasolina, entonces decidí volverme, tenía que trabajar en el tablao y no quería quedar mal.–¿Cómo te vas a ir?, me preguntó.
–Haciendo autoestop, y tú te llevas el coche. Fue maravillosa esa amistad.
Con Paco de Lucía estuvimos juntos en las temporadas que pasamos en América, él tocaba y yo cantaba y bailaba. Aparte de eso, algunas veces hemos tenido reuniones, donde yo cantaba con él. He tenido la fortuna de estar con Juan y Pepe Habichuela en Candela, la familia y los amigos estaban locos por escuchar a Paco, entonces me pidieron que cantara un poquito para escucharnos a los dos.
Un día, en Madrid, vino Cristóbal Reyes, el tío de Joaquín Cortés, y me dijo: vente a México, que vas a ganar mucho dinero. Me fui, donde íbamos actuar trabajaban tres jovencitas, una de ellas era maravillosa. Le pregunté a Cristóbal, quiénes son estas tres bailaoras. Son hermanas, me dijo.
–Y la del medio. ¿la que tiene unos muslitos muy bonitos?
– Esa, es la niña que tú conociste con siete años, me dijo.
Habían pasado 17 años de mi primer viaje. La niña tenía 24 años y yo tenía 33. Al cabo del año que estuve allí, nos hicimos novios y le dije, vámonos a Madrid, que quiero casarme y vivir contigo. Llevamos juntos 42 años. Es Sole Montes, una gran bailaora, ha estado trabajando en el Corral de la Morería, en Los Canasteros, el Café de Chinitas y en festivales, baila muy bien. Sus hermanas también; su hermano ha sido torero y bailarín, al igual que su padre; su madre también bailaba. Una familia de toreros y de arte. En México, la madre le hacia los trajes a todos los grandes toreros que pasaban por allí.
La primera vez que fui a América estuve en Hawái, Miami y Nueva York. A Canadá viajé cuatro veces, íbamos por seis meses; estuve donde los canguros, en Australia; Venezuela; India o Japón. Los japoneses tienen grandes habilidades para aprender. Los ves vestidos, ellas son unas auténticas flamencas, algunas bailaoras son mejores que las españolas. Me quedé con la boca abierta de cómo tocaban la guitara y lo más difícil, cómo cantaban, que eso sí es complicado, como si lo llevaran en la sangre. Son flamencos, grandes aficionados, que tienen libros y discos de Manuel Torres, de La Niña de los Peines, de Juan Tabea, de Mairena, de Caracol. Al final me acostumbré a saludar como ellos, agachando la cabeza. Cuando volví a Marbella, mi madre vino a darme un abrazo y me preguntó: ¿hijo, qué te pasa en la cabeza?. De tanto doblar el cuello, sin pensarlo, también lo había hecho con ella.
Con el hijo de José Greco, en Italia, actué en Roma, Génova, Sicilia, y en muchos sitios más. Tanto he volado, que ahora me salen actuaciones y por no coger avión no las hago. Sufrí unos movimientos en los aviones, que me dieron tanto miedo que me dije: ya tengo para comer y dormir, no cojo más un avión.
Vivo en Madrid, ciudad a la que le debo trabajo y muchas amistades. Desde hace más de 50 años han llegado artistas, de Cádiz, Sevilla, Granada o Málaga, nos ha dado gloria bendita y le debemos mucho. Cuando tengo festivales en Sevilla, Córdoba o Badajoz, siempre que puedo, me acerco a mi Marbella para estar un rato con mi familia, y cuando llega el verano siempre voy de vacaciones para tomar una paellita. Cuando niño, mi pueblo estaba muy unido, la gente era como una piña, una época muy sana, muy pura de verdad. Aunque eso ya no existe, para mí esas calles, donde todavía quedamos con amigos, siguen siendo algo especial. Cuando estoy allí no me quiero ir. De pequeño era un poco travieso, me trepaba a los árboles y a los tejados. Mi padre me decía que había un bichito, la cancana, que se subía por los árboles, por las paredes. Una día, desde el tejado empecé a tirar cosas a los que pasaban. Uno le dijo a mi padre: tú hijo parece una cancanilla y así me quedó.
Marbella es una tierra grande de pureza y buenos artistas. Estaba el tablao de Ana María, con mucha solera, El Platero, Fiesta y La Pagoda Gitana. Una vez habían venido a Marbella artistas de Jerez, que son primitivos, de Sevilla y Cádiz. Me llamaron y me he tirado de fiesta hasta el amanecer. Hace poco me pegué un pechada de cantar de tres o cuatro horas con el dueño del local. Habían venido familias como Farruquito y su hermano, y artistas de Jerez. Cuando estoy de fiesta soy feliz, Y en Marbella, pierdo los estribos, muero, a ver si algún día cambian las cosas y se acuerdan de Cancanilla. Estoy muy contento de lo que he hecho en Madrid y Andalucía. Creo que tengo mi nombrecito. Llevo 57 años en el mundo del flamenco, y en enero cumpliré 75.
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