La compleja vida de un celiaco
El desayunar o merendar fuera de casa para Gonzalo Cabanillas, al no haber pan sin gluten casi en ningún sitio, se presenta todavía como una realidad lejana cada vez más acortada en el tiempo gracias a la labor que realiza la Asociación de Celíacos de Málaga (ACEMA) y el grupo de familias afectadas en Ronda. Este pequeño rondeño de 9 años empezó a mostrar al año y medio de edad síntomas tales como la diarrea, desgana a la hora de comer e hinchamiento del estómago. Indicios comunes de personas intolerantes al gluten. Por lo que empezó a ser diagnosticado como persona celíaca desde los 2 años, pudiendo continuar con sus actividades diarias pero teniendo que variar su ámbito alimenticio.
"Un virus fue lo primero que nos dijo el médico, pero la sobrina de una de mis compañeras es celíaca y me dijo que padecía los mismos síntomas", cuenta Silvia Godino, la madre del pequeño. Una analítica donde se mostraba el resultado esperado le llevó a cambiar sus hábitos y emprender una nueva dieta estricta sin gluten que desembocó en una evolución sorprendente. "Cuando le diagnosticaron, mi hijo parecía otro, en tan solo una semana comiendo bien, engordó siete kilos en 11 meses y creció 11 centímetros". Todos los alimentos portadores de gluten, proteína presente en algunos cereales como el trigo, la avena, la cebada y el centeno tuvieron que ser restringidos.
La dificultad a la hora de realizar escapadas en familia, de comer fuera de casa o de asistir a fiestas de cumpleaños de amigos, por ejemplo, eran situaciones frecuentadas por la familia de Gonzalo. Silvia recuerda la pelea que vivían él y su marido, sumada al apuro, al enfrentarse a los bares con la nueva situación: "Siempre sabemos donde vamos a comer porque ya conocemos ciertos sitios, pero antes teníamos que meternos en las cocinas a hablar con los cocineros y a ver como preparaban las comidas". Antes de salir a cualquier sitio la "previsión y organización" es vital y salir de viaje lleva a establecer una ruta personal de establecimientos para que Gonzalo disfrute de una dieta sin gluten variada, aunque "muchas veces no sabemos dónde ir".
El adaptarse a las limitaciones que conlleva ser una persona celíaca se supera en el día a día. Gonzalo emprende la vida de un chico normal: acude al colegio todas las mañanas y muchas de sus tardes las pasa practicando tenis, su deporte favorito. Su responsabilidad llega a tal punto que ante la duda frente a algún alimento, prefiere pasar hambre. "Él lo lleva muy bien", comenta el padre "pero como padre y como madre se pasa canutas en algunas situaciones como cuando ves a todos comiendo algo que él no puede o él se encuentra sin nada". Tantas son las limitaciones que hasta hay que tener previsto que vaya a comulgar: "Tuvimos que recoger unas obleas de maiz que nos trajeron desde Granada, pero la Iglesia no las acepta al no ser de trigo". Al ser consagradas con vino, alcanzan su validez.
En cuanto al precio de la mayoría de los productos, este es superior al de los normales, llegando a doblarlos. La familia cuenta que otro de los problemas es que la mayoría de los alimentos se venden congelados: "Tenemos que traerlos en una nevera, llena de hielo para que no se pongan malos ya que los compramos fuera de Ronda".
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