La conjura del tópico malagueño
Griñán viaja a Madrid para decir que Andalucía no es una tierra de vagos y maleantes, pero ¿tiene Málaga algo que ver con eso? l ¿Dónde se sitúa la frontera entre el prejuicio y la peineta? l Sin embargo, el peor argumento es el que se da por bueno cuando se refiere a quienes se instalan aquí


EL pasado domingo caminaba con mi habitual alobaera, ya desayunado, y me paré en un semáforo junto a un padre que llevaba de las manos a sus dos hijos, dos muchachitos, creo que gemelos, que no tendrían más de 7 años. El trío familiar se disponía a escuchar misa en la iglesia que había al otro lado de la calle, pero este dato es irrelevante. La cuestión es que, como aquella mañana me había limpiado las orejas, no pude dejar de oír el siguiente mensaje, con el que el progenitor obsequió a sus herederos: "Porque, vamos a ver, si juntamos a todos los negros, los moros, los chinos y los argentinos, ¿qué trabajo va a quedar para nosotros?". Los inocentes párvulos se quedaron callados como las criaturas inocentes que eran, pero un servidor no pudo dejar de echar un vistazo a la cara de aquel hombre, entre preocupado y recto, esforzado en su condición de modelo generacional. Ya está, pensé, el siglo XXI ha llegado a Málaga. Llevarse las manos a la cabeza por las expulsiones de los gitanos en Francia, los jueguecitos virtuales con los que ciertos políticos italianos se distraen hundiendo pateras o las medidas sociales respecto a los inmigrantes prometidas por más de dos partidos en Cataluña es una tontería: el mensaje ha calado y ya constituye un motivo de instrucción de padres a hijos. Mirando a aquel padre yo me acordé del mío, que cuando me llevaba así de la mano me hablaba de Dios, de la Virgen, de la importancia de ser bueno y estudiar mucho. Mi padre heredó el ideario falangista del suyo, mi abuelo, que escapó de chiripa de un paseíllo revolucionario en 1937 porque uno de los idiotas que se presentaron en su casa con un fusil le debía algún favor. Pero mi padre, ya lo he contado alguna vez, se fue a trabajar a Alemania en el 62, donde pasó tiempo suficiente para saber del desprecio con el que los más afamados europeos suelen dirigirse a los extranjeros (llegó a pasarse tres días enteros abandonado en el pasillo de un hospital con dos costillas rotas). Por eso, cada vez que le tocaban el asunto de los inmigrantes, él, que seguía creyendo que con Franco se vivía mucho mejor y que todos los demócratas eran unos sinvergüenzas a partir de determinado nivel del escalafón, se sentía personalmente aludido; y por eso, cada vez que veía en televisión imágenes de subsaharianos recogidos del mar por la Cruz Roja, se exhibía abatido y triste. A toda esta gente tan impoluta, tan empeñada en ser considerada liberal y no de derechas, tan preocupada por el color de piel de los compañeros de clase de sus hijos querría verla así, enferma en un hospital lejos de su casa, donde nadie habla su idioma, abandonada en un pasillo.
Viene todo esto a cuenta de los tópicos. José Antonio Griñán presentó el otro día en Madrid el plan Andalucía 10, ideado con el objetivo de ofrecer una imagen de Andalucía alejada de los tópicos, para dejar bien claro que aquí hay mucho más que la peineta, la fiesta, los toros y la pereza, también innovación y tecnología punta. Siempre es necesario promocionar una imagen propia de modernidad; lo que no creo que sea tan oportuno es hacerlo a costa de los tópicos, especialmente de los que se esgrimen fuera. Salir respondiendo que no, que Andalucía es un adalid de futuro donde los inversores pueden hacerse ricos, es una manera de tomárselos en serio. Y lo mejor que se puede hacer con los tópicos caídos del cielo, pienso, es tomárselos con humor. Todas las regiones españolas tienen lo suyo: los catalanes son roñosos, los gallegos susceptibles y los vascos aficionados a partirse la espalda contra los troncos. Pero se puede hacer lo que hace Griñán, inventar un plan contra el oprobio, o lo que hace Buenafuente en televisión, reírse con mucha salud de lo rácanos que son los catalanes.
Lo preocupante, y donde habría que actuar, es en los tópicos que los andaluces generamos respecto a los otros. Especialmente sobre quienes vienen de otro sitio a instalarse aquí, porque con demasiada frecuencia, me temo, se pasa del tópico al prejuicio, y a éste cada vez más se le da cobertura política. La misma Junta de Andalucía, sin ir más lejos, ha brindado recientemente un ejemplo de libro a través de un anuncio publicitario del Instituto Andaluz de la Mujer dirigido a féminas inmigrantes. En el spot se citan los servicios que les ofrece la institución y, al llegar a la "asesoría jurídica", una posible beneficiaria intenta repetir el término mientras una voz maternal le indica: "No te preocupes. Te será más fácil tenerlo que decirlo". Lo sencillo es pensar que las inmigrantes, especialmente si son mujeres, van a tener dificultades para hablar castellano. Pero tampoco faltan africanas ni asiáticas en Andalucía ni en Málaga con título universitario y capaces de hablar cinco idiomas. Que abunde lo otro no es suficiente motivo para alimentar el tópico. La cuestión no es la peineta fuera, sino la sensibilidad dentro.
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