De la Costa del Sol a Nápoles, así caza la Policía de Marbella a los ladrones de Rolex: "Les sale mejor que robar en un banco"

La Policía detecta vínculos con la Camorra, que financia viajes de ladrones y gestiona la reventa internacional

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Uno de los relojes recuperados por la Policía Nacional.
Uno de los relojes recuperados por la Policía Nacional. / DGP

En Marbella, el brillo del lujo convive con una sombra discreta, la de los relojes robados que cambian de manos y cruzan fronteras como si fueran moneda internacional. En Puerto Banús se concentran joyerías exclusivas, turistas de alto poder adquisitivo y listas de espera de meses para conseguir un Rolex o un Patek Philippe, la Policía Nacional mantiene desde 2021 una unidad especializada en combatir un delito tan específico como lucrativo. Lo llaman Grupo Rolex y lo dirige la inspectora Marta García desde la comisaría marbellí.

El grupo, pionero en España, nació para atajar un delito, entonces “poco común”, que era perpetrado por bandas organizadas que llegaban a la Costa del Sol exclusivamente para robar relojes de alta gama y marcharse poco después. Con un balance anual de 60 detenidos, los ocho investigadores al frente han demostrado que la respuesta policial coordinada puede cambiar la ecuación, pero la batalla, todavía, no está ganada.

Denuncias diarias por robo de relojes de lujo

La Comisaría recibe “denuncias diariamente”. Las víctimas, en su mayoría, extranjeros que, con frecuencia, regresan a su país antes de que la investigación pueda completarse. Esa fugacidad es el mayor obstáculo para la Justicia; sin testimonio ni reconocimiento, el proceso se desmorona. La Policía intenta resolverlo con juicios anticipados, para que la declaración quede grabada antes del vuelo de regreso. Pero la estancia media en la Costa del Sol apenas supera la semana, y ello dificulta las pesquisas. “El tiempo va en nuestra contra”, reconoce.

Esa circunstancia juega a favor de los ladrones. El castigo, cuando llega, es leve. Si no hay violencia, el delito se tipifica como hurto y la pena rara vez implica prisión. La rentabilidad, en cambio, es enorme. Un golpe rápido puede rendir 20.000 euros en segundos, y alcanzar cifras que rozan lo irreal: 100.000, 200.000, incluso 600.000 euros, más que el valor de una vivienda. Una operación con un elevado beneficio y bajo riesgo: “Les sale mejor robar un reloj que un banco. Es un objeto demasiado deseado”.

En Marbella, casi ninguno de estas joyas baja de los 10.000. Los más comunes llegan hasta los 50.000. Y los hay de edición limitada o descatalogados, auténticas piezas de colección cuyo valor se multiplica con los años. La Policía ha detectado ejemplares comprados hace décadas por 100.000 pesetas, hoy cotizados en 600.000 euros.

Es un mercado en el que incluso las copias tienen su nicho. El interés es tal que incluso los falsos tienen su lugar. Los ladrones, con experiencia visual, distinguen a simple vista los modelos auténticos y, aunque ocasionalmente se equivoquen, hay copias que cuestan entre 600 y 1.000 euros, casi idénticas al original.

Cuatro grupos organizados con un modus operandi

En la Costa del Sol, el lujo de estos relojes atrae a ladrones tan distintos entre sí como los acentos en los paseos marítimos. El Grupo Rolex ha modificado sus horarios, adaptados a los horarios de los criminales. Todos ellos con un denominador común: cuatro grupos organizados con un modus operandi que lo distingue. Los napolitanos, procedentes del sur de Italia, viajan en tandas pequeñas de tres o cuatro hombres. Aterrizan en la Costa del Sol con un objetivo claro y un escaso margen de tiempo. Actúan entre las 12.00 y las 20:00, sobre motos que se deslizan entre el tráfico con precisión de relojero. Localizan a la víctima, ejecutan el tirón y vuelven a Italia con las piezas sustraídas. No distinguen entre jóvenes o mayores, solo piezas caras.

Los ladrones de la Europa del Este –rumanos– operan de manera más discreta. Suelen ser clanes familiares: ellos conducen, ellas se acercan. Se valen del método del “hurto amoroso”, el engaño que combina contacto físico y distracción. Las víctimas, generalmente de avanzada edad. Una mano amable en el brazo, una sonrisa, una caricia y el reloj desaparece.

En el extremo opuesto, los grupos del Magreb, los más violentos. No siguen horarios ni rutinas. Se mueven por las zonas de ocio, discotecas y locales, donde el alcohol y el ruido les ofrecen el mejor camuflaje. Si hace falta recurren a la violencia, desde el método del Mataleón –con el que estrangulan a la víctima hasta dejarla inconsciente– hasta la técnica del Ronaldinho para despistar.

Quedan los oportunistas: carteristas, prostitutas o delincuentes eventuales que aprovechan el momento. No hay plan diseñado; solo la tentación de un objeto que vale tanto como un coche de lujo.

El mercado negro que subyace reduce la venta legítima de relojes nuevos. La Policía constata que muchos clientes prefieren comprar a través de vías ilegales, atraídas por la rapidez o por conseguir modelos imposibles de encontrar en tiendas. Pero hacerlo implica, también, riesgos: las piezas de segunda mano no pueden ser reparadas en servicios oficiales ni denunciadas si fueran robados.

El destino final de muchos está fuera de España. Es más que probable que acaben en Moscú, Macao o Dubái. Para venderlos, los delincuentes emplean estrategias que van desde vender el ejemplar entero, desmontarlo, ofrecerlo por piezas o falsearlo sin números de serie.

Las organizaciones criminales napolitanas juegan un papel fundamental en este circuito internacional. Una vez entregan los relojes a jefes de la Camorra, estos suelen financiar los viajes y se encargan luego de dar salida clandestinamente a la mercancía. También se dan encargos específicos de modelos concretos, un mercado a demanda, en palabras de la inspectora jefa, que convierte cada robo en una operación selectiva.

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