David Jiménez, el profesor malagueño que llevó el 'illo' a Vietnam: ''Se me iluminan los ojos cuando les escucho hablar andaluz''
Natural de Torre del Mar, da clases en Hanoi desde hace seis años y se ha hecho viral en redes sociales por compartir vídeos en los que sus alumnos dicen palabras andaluzas
Más de 10.000 kilómetros separan la casa de David Jiménez del lugar en el que hace vida desde hace seis años, Hanoi (Vietnam). Este profesor, que enseña inglés, es natural de Torre del Mar, pero su vida transcurre lejos de la costa malagueña. En los últimos meses, se ha convertido en un personaje viral después de compartir en redes sociales, donde ya cuenta con más de 80.000 seguidores, vídeos en los que sus alumnos vietnamitas pronuncian palabras típicas de Andalucía, una tierra que lleva por bandera. Ha recorrido mundo a sus 34 años, ha vivido cientos de experiencias, pero siempre tiene presente a su Málaga.
La idea de grabar vídeos para redes sociales le rondaba la cabeza desde hace varios años, cuando su grupo de amigos le animaba: ‘‘Decían que estaba perdiendo el tiempo, pero vivo la vida y no puedo estar pendiente a un teléfono’’. Sin embargo, este verano se lanzó. Comenzó con un vídeo de presentación el 1 de agosto y, posteriormente, pensó en hacerlo con los niños, siempre con el consentimiento de los padres. ‘‘Ven que no soy como ellos, entonces me hablan en su idioma, me vacilan, les pregunto el significado de la palabra y ahí comenzó todo’’, explica. Durante un pequeño descanso en el patio del colegio surgió el primer vídeo con ellos: ‘‘La idea era hacerlo con palabras españolas y, de repente, pensé en decir algo en andaluz. Cuando dije illo o ven pa ca', los niños se reían’’. Fue tan viral que tuvo que hacer parte dos y tres y añadir más palabras al vocabulario de estos pequeños.
El profesor malagueño no es consciente del impacto que ha tenido estos vídeos en España y, sobre todo, en su tierra: ‘‘Yo solo veo números, sé que ha llegado a mucha gente, pero aquí nadie me dice nada, ni me conoce. Supongo que, cuando vuelva a Málaga, si me piden una foto me quedaré un poco…’’. Muchas personas le escriben mensajes bonitos a través de las redes sociales, incluso, ‘‘han llegado a parar a mi madre por la calle’’, explica alucinado, y eso la hace estar ‘‘abrumado, en el buen sentido de la palabra’’.
‘‘Es un orgullo para mí que aprendan andaluz, se me iluminan los ojos y aprendo de ellos’’, manifiesta. También quiso dejar claro que no siempre están haciendo vídeos ‘‘porque tenemos un currículum que seguir y cualquier día la directora me va a echar (risas)’’. No solo utiliza esta fórmula para que los pequeños aprendan palabras andaluzas, sino para ‘‘hacerles ver que hay personas diferentes, que hablamos en otro idioma’’. Su deseo es que cuando crezcan, ‘‘si escuchan un illo o quieren ir al sur de España’’, se acuerden de Málaga y del profesor. ‘‘Imagina que dentro de 20 años me escribe un niño, yo ya sea un anciano... No quiero ni pensarlo. Sería cerrar un círculo y lo más grande que me puede pasar’’, expresa con una sonrisa de oreja a oreja.
Jiménez asegura que tanto los niños, como sus padres están encantados. ‘‘Muchas madres me siguen. Incluso, alguna se enfada porque no sale su niño’’, explica entre risas. El profesor malagueño comenta que ‘‘tenemos una relación muy bonita y entrañable’’. Esto es fruto del tiempo que lleva dando clases en el colegio vietnamita y los padres ‘‘primero, ven que soy feliz haciendo lo que hago y, segundo, ven que sus hijos son más felices todavía’’. Además, pide contextualizar que Hanoi no es como España: ‘‘Para los padres es un orgullo poder pagar a su hijo un colegio donde hay un extranjero enseñando bilingüe, porque mi colegio es de pasta, que no es lo normal en Vietnam’’. Es tanta la admiración que le tienen al docente que le piden fotos con sus hijos y la comparten en Facebook.
Ese vínculo tan bonito que se ha creado le ha hecho darse cuenta de que los niños, si tienen una relación estrecha con el profesor, aprenden ‘‘100 veces más rápido’’. Incluso, explica una anécdota curiosa: ‘‘Hay niños que los llevas al colegio y lloran. Pues yo tengo a uno que va la madre a recogerlo y llora porque se quiere venir a mi casa’’. En medio de la vorágine que puede suponer dar clases a niños pequeños, le apasiona enseñar inglés y, sobre todo, ‘‘lo que me gusta son los niños y hacerlos felices’’. ‘‘Llevo cinco años en mi colegio y he visto muchas generaciones. Llegan siendo bebés y se van siendo bilingües. Entrar por las mañanas y verlos diciendo teacher me encanta’’, explica el profesor malagueño con otra sonrisa.
Desde hace muchos años sabe lo que es vivir lejos de casa, cuando se trasladó a Ronda, recién terminado bachillerato, para cursar el grado superior de Educación Infantil. Allí ‘‘empecé a conectar y a sentirme más valorado y me gustó lo de vivir en otro sitio’’. Esta experiencia le llevo a experimentar otra nueva. Puso rumbo a Valladolid para hacer ese grado. Tres años y medio más tarde, tenía claro su futuro: ‘‘No iba a ponerme a trabajar ni opositar’’. Aprovechó una beca de la Universidad de Valladolid y se marchó a California (Estados Unidos) durante un año para enseñar español.
Su aventura en América le cambió la visión y ‘‘desde que llegué de Estados Unidos dije que ya solo volvía a España de vacaciones’’. Aunque ‘‘no es por el estilo de vida, ni la gente, ni la comida..., es por mí como persona, porque lo que me hace feliz es la constante estimulación a lo nuevo’’. Luego pasó por Bangkok (Tailandia) otro año y desde hace seis su vida está en el sureste asiático, en Hanoi. En un futuro tiene pensado volver a Málaga para formar una familia, pero ‘‘no descarto que pueda pasar cualquier cosa en mi vida, se me cruce una chica asiática y aquí me quede’’.
Adaptarse a Vietnam no fue fácil por el choque cultural que existe. Además, ‘‘Hanoi es una ciudad que está en desarrollo y es complicado’’. ‘‘Lo que para ti es una cosa que tienes que hacer porque es educado, aquí no se hace’’, apunta Jiménez y confirma que ‘‘Vietnam, o en este caso, Hanoi, no es para todo el mundo’’. Los primeros meses en esta nueva ciudad fueron complicados para el profesor malagueño, pero, poco a poco, ‘‘te vas quedando con lo positivo, empiezas a crear tu propia comunidad y, con el tiempo, ese choque cultural te vuelve como ellos’’. Conoce a más españoles de la zona, pero juega a fútbol en un equipo de Hanoi y convive más con sus compañeros.
Vivir fuera de España le ha enseñado ‘‘la felicidad y abrir la mente’’. ‘‘Cada persona es feliz a su manera. Lo que a ti te puede hacer la persona más feliz del mundo, para otros ni existe. Y luego, no ser una persona radical en el pensamiento. Un poco entender a otra persona, el respetarlo...’’, manifiesta el profesor malagueño.
Tiene una rutina muy marcada en su día a día. Se levanta a las 7:30 horas, se prepara y baja a la cafetería. De 7:45 a 8:00 se toma el café y pone rumbo a la escuela, un recorrido en el que tarda media hora. ‘‘Mi colegio es de 18 meses a seis años, es decir, la etapa infantil, y tengo dos turnos, uno por la mañana y otro por la tarde’’, explica. De 8:30 a 9:30 da una clase, de 9:30 a 10:00 otra (solo de media hora porque son los más pequeños) y el turno matinal acaba a las 11:00 con la tercera clase. Entre ambos, tiene tres horas libres en las que ‘‘voy al gimnasio, me vuelvo a casa, desayuno y hago cualquier cosa hasta las 14:00’’. Por la tarde da clases hasta las 16:30, aunque ‘‘ahora he abierto mi English Club, tengo 36 niños, los divido en dos grupos y estoy de 16:30 a 17:30 con ellos’’, apunta Jiménez. Cuando sale del trabajo hay días que se marcha a casa, otros días va al entrenamiento de fútbol y suele estar en casa sobre las 21:30 o 22:00, para, a las 23:00, irse a la cama.
Por supuesto que echa de menos Málaga y, sobre todo, sus cosas sencillas: ‘‘Levantarte por la mañana y que haya un cielo azul espectacular, que haga 23 grados en diciembre, vayas por el paseo marítimo, te quites la sudadera y te caliente el solecito, ir a un bar y que te pongan una caña de 1,50 euros, sentarte con tu amigo a tomarte un café a las 16:00 y hablar de tonterías...’’. Jiménez visita Málaga una vez al año, normalmente en verano. Sus amigos, los precursores de la idea, siempre ‘‘están de cachondeo y me llaman el influencer de moda’’.
Mientras tanto, a David Jiménez le basta con ser buena persona y feliz: ‘‘Si lo eres, la vida comenzará a ir bien’’. Ese es su consejo, porque ser buena gente es el ‘‘camino a ser feliz, a tener paz mental, relaciones exitosas con tus amigos, con tu familia, a construir una vida que merezca la pena, que te levantes por la mañana y digas que no eres rico, pero si buena gente, y con eso te valga’’. A miles de kilómetros, el docente malagueño vive una vida totalmente distinta a la de Málaga, pero su personalidad y estilo de vida le hace ser feliz, incluso estando lejos de sus seres queridos.
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