Fuerte despliegue policial en el centro de Málaga para desalojar a un huésped en estado de agitación: "Estaba fuera de control"

“Fue necesario que cuatro policías lo sacaran en volandas", explican testigos

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Policías, desalojando del hotel a un huésped en fuerte estado de agitación
Policías, desalojando del hotel a un huésped en fuerte estado de agitación / Javier Albiñana

Fuerte despliegue policial en el centro de Málaga para desalojar de un hostal a un huésped que presentaba un fuerte estado de agitación, presumiblemente por encontrarse bajo los efectos de alguna sustancia. “Fue necesario que cuatro policías lo sacaran en volandas, sin camiseta y con manchas de sangre”, describían testigos consultados en la zona.

Eran las 11 y media de la mañana. Al menos quince agentes de la Policía Nacional y cinco vehículos patrulla, según pudo comprobar este periódico, acudieron hasta el establecimiento hotelero, en calle Sancha de Lara, tras recibir varios avisos por los gritos que profería uno de los clientes, un joven de nacionalidad española y unos 25 años. Hubo que pedir refuerzos de la Policía Local para que también interviniera.

Desde la Comisaría provincial confirmaron que la Policía Nacional desplazó hasta el lugar “en apoyo a los sanitarios”, con serias dificultades para atender al individuo. Una vez pudieron controlarlo, fue conducido hasta una ambulancia, que lo trasladó hasta un hospital para que fuera asistido. No no se practicaron detenciones.

Según relató una de las trabajadoras del hostal, el hombre se había alojado junto a otro la noche anterior. Ambos compartían habitación y habían mantenido alguna disputa. “Era la primera noche que pasaban aquí, y ha sido la última. Nunca nos había pasado algo así”, afirmó visiblemente afectada.

El incidente comenzó en el interior de su estancia. Desde allí, y a distancia, tantos clientes como el personal del hostal se percataron de los gritos. “Estaba fuera de control. Tuvimos que llamar dos veces a la Policía”, aseguró la empleada. Varios huéspedes, a su vez, se interesaron en recepción por lo sucedido. “Subimos para ver qué ocurría, sin llegar a entrar en su estancia, porque lo tenemos prohibido. Oíamos los gritos y pensábamos que alguno iba a salir por la ventana”, explicó aún angustiada y sin apenas poder articular palabra.

Poco después llegarían las dotaciones policiales y desalojaban al joven que mostraba muy alterado. “Hemos tenido clientes ebrios, pero nunca de este calibre. Mi hermana es la jefa y lo hemos pasado fatal”, lamentaba la trabajadora, que a renglón seguido criticaba el daño a la imagen de su negocio, familiar, que provocan estos episodios violentos. “¿Qué prestigio nos da esto?”, se preguntaba con resignación, aún conmocionada por un caso que, aseguró, “nunca había vivido”.

La intervención policial y sanitaria generó cierta inquietud en la zona, donde numerosos viandantes permanecieron apostados para saber lo ocurrido. “No sabíamos lo que había hecho; sólo vimos a varios policías que llevaban en procesión a un muchacho sin camiseta”, relató una de las comerciantes.

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