Un estimulante (muy) natural

Con tanto aburrimiento necesitamos café para no quedarnos dormidos l Pero, ¿es Málaga una ciudad cafetera? l Por supuesto l Quien lo dude sólo tiene que pasarse por la nueva cafetería Exotic de la Plaza de Uncibay y probar la variedad Kopi Luwak l No es caca de gato: quién lo diría l ¿O sí?

Un café capuchino y un buen periódico bastan para comenzar bien la mañana. El paquete de tabaco es para la salida, que conste.

13 de mayo 2011 - 01:00

SI existe un momento sagrado en mi cotidiana rutina, demasiado cotidiana y demasiado rutina, es el del café de la mañana. La liturgia consiste en comprar el periódico, plantarme en la cafetería, pedir el mitad doble, abrir por la sección de cultura y esperar que nadie se me cruce, que nadie interrumpa la magia. Me bastan diez minutos para arrancar. Cierto, junto al café suele venir un pitufo, pero hasta éste lo perdonaría con tal de revivir el trance cada mañana, sin interrupción. Como buen español soy muy cafetero. En el desayuno lo prefiero con leche, pero a lo largo del día admito otras variantes, del solo al sombra pasando por el cortado. Cometo la imprudencia de tomar varios cafés al día, lo admito, pero qué quieren, soy de los que se piden un café de postre en la cena, con toda su cafeína, y luego duermen de lo lindo. Adoro incluso los cafés encapsulados; creo, de hecho, que soy otro hombre desde que me regalaron una Nespresso, y ardo en deseos de que abran de una vez la tienda en Málaga para no tener que hacer mis pedidos por internet. Pensarán que soy un pachorro que se los pisa, y probablemente acierten, pero no crean, todo tiene sus inconvenientes. Cuando tengo sueño, lo que ocurre más de lo que desearía, el café no causa en mí efecto estimulante alguno. Me quedo en la misma babia. Y así vamos. Soy plenamente consciente de que nada de lo que he escrito hasta ahora importará a nadie ahí fuera, pero quiero demostrar, seguro inútilmente, que soy un experto en la materia antes de contar lo que a continuación me dispongo a confesarles. A menudo discuto con amigos sobre la calidad del café que se sirve en las cafeterías malagueñas. Algunos afirman, categóricamente, que la calidad es pésima y que no hay manera de que te pongan un buen café. Otros defienden que la calidad del café en Málaga es muy superior a la de otras ciudades. Yo opino, más bien, que para los cafeteros no hay peor enemigo que la fidelidad: basta acudir cada día a la misma cafetería, semana tras semana, año tras año, para que tarde o temprano el café que antes estaba tan rico parezca un fatídico día pucherete del malo. Y luego, claro, hay establecimientos en los que se anuncian cafés muy ricos pero en los que el servicio no invita precisamente a quedarse mucho tiempo. No obstante, estoy razonablemente satisfecho con mis santuarios habituales, sobre todo en mi barrio, la Victoria. Creo que el mejor café de mi vida lo probé en Turquía, pero tampoco me jugaría el cuello. La cuestión es que no hace mucho encontré la horma de mi zapato. Me pusieron a prueba y salí (nunca mejor dicho) como gato escaldado, por patas.

Si acuden a la cafetería Exotic, recientemente abierta en la Plaza de Uncibay con una atractiva ambientación neoyorquina, probarán café del bueno, sea cual sea la especialidad que escojan. Pero nada más entrar se anuncia una variedad a prueba de paladares exigentes: el Kopi Luwak, anunciado como "el café más raro y exquisito del mundo", tiene su origen en Indonesia y, según la promoción, "un cierto regusto a caramelo". La explicación sigue así: "Kopi es una palabra indonesia que significa café y luwak es nombre local que recibe la civeta, un animal algo más grande que un gato. Éste se alimenta del fruto rojo del café. Su metabolismo le permite digerir las partes blandas y carnosas de las semillas pero el resto es desechado. Una vez que los granos de café son excretados por la civeta silvestre, son recolectados manualmente, lavados, secados al sol, tostados y finalmente servidos". Aquello, diantre, era café de caca de gato. Quienes lo han probado afirman que es exquisito y que antes te sirven un chupito de agua con gas para potenciar el sabor. Tuve mi oportunidad, pero, lo confieso, me acobardé y me pedí un capuchino que me supo a gloria. Al menos, podemos decir que la soñada Málaga cosmopolita ya es una realidad. ¿Ustedes gustan?

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