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La Feria se caracteriza por música, grupos de amigos, saltarse la dieta, tapas, copas de vino, unos buenos labios rojos y prendas de lunares, pero, sobre todo, el protagonista indiscutible es el flamenco. En cada rincón se oye una copla, un ¡olé! o unas palmas sonar al compás. Todo vale para dejarse llevar de la música que impregna Málaga. Es en una de las callejuelas de Calle Beatas, en pleno centro histórico, donde una peña hace honor a este arte tan especial, la Peña Juan Breva. Este año se cumple el centenario de la muerte del cantaor Antonio Ortega Escalona, conocido en el mundo del flamenco como Juan Breva, por el cual lleva el nombre.
La Peña, fundada hace 60 años, está a rebosar de gente; amigos y compañeros, familias enteras que se han reunido. Escaleras abajo el ambiente cambia, la sala está al completo. Sillas, personas de pie hasta la entrada de la habitación. Todos están en silencio, atentos al protagonista de hoy, el cantaor Pepe de Campillos. El responsable de la caseta, Gabriel Ramos González, reivindica un nuevo local, las actuaciones acogen cada vez más al público. "¿Ves?, no cabemos". Todos los días de feria hay actuaciones, y en todos "está lleno". Los artistas están desde las dos de la tarde a las siete dando ritmo al local. "El Ayuntamiento paga a unos y la peña paga a otros", comenta Ramos. Pero la peña no sólo está viva en Feria. Los martes hay sesiones de estudio, los miércoles sesiones básicas y flamenco. Los primeros sábados de mes, la berza flamenca. Y una vez al año la moraga que celebra el fallecimiento de Juan Breva. "Este año tenemos mas actividades por el centenario". Su público es mayoritariamente de gente mayor y los turistas, que "alucinan" con el folclore malagueño. Pero no cualquiera puede ser socio. Está el llamado pudridero. "Quien quiera ser socio tiene que esperar un tiempo para ver si le gusta el flamenco, si es una persona educada y respetuosa... Ser socio de la peña es llevar un galón. Te identifica", explica Gabriel Ramos al respecto.
Algunos son nuevos, otros llevan aquí una vida. Miguel Montiel, un hombre avanzado en edad, lleva viniendo "muchos años". "Ha ido cambiando a mejor". Él lo tiene claro, viene por las actuaciones de flamenco. Manuel Botella, de setenta y seis años, perdió la cuenta de los años que lleva frecuentando la peña. Él tiene una clara preferencia, el guitarrista -y amigo- Ángel Ruiz Cañete. "¿Que si me encanta el flamenco?, ¡hombre, por Dios!". Y es que, al final, el arte no entiende de edades.
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