Las historias enterradas en el Cementerio Inglés de Málaga
La fundación creada en 2006 gracias al cónsul británico Bruce McIntyre mantiene viva la primera necrópolis protestante de la península ibérica
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Ser enterrado de pie en la arena a la espera de que su cadáver fuera arrastrado por la marea o devorado por los perros, ese era el destino que le esperaba a cualquier protestante en Málaga antes de 1831. En ese año, el cónsul británico William Mark solicitó a las autoridades un espacio en el que poder dar sepultura a sus compatriotas fallecidos, un trozo de tierra de cien metros cuadrados que se terminó convirtiendo en lo que hoy conocemos como el Cementerio Inglés de Málaga.
Tras cruzar el camino de piedra rodeado de las tumbas de las más de mil personas que allí yacen, a las puertas de la Iglesia Anglicana de Saint George, se encuentran Bruce McIntyre y Cristina Rosón. Ambos forman parte de la Fundación Cementerio Inglés, él como presidente y ella como vocal de comunicación.
Cuando McIntyre llegó a Málaga en el año 2000 como cónsul británico "el cementerio solo existía". No había movimiento y mucho menos financiación. "Lo mantenían la familia Alcaide, que eran los jardineros que vivían aquí, en el cementerio, donde tenían un vivero", explica.
Él se dio cuenta de que solo había una manera de conseguir que sobreviviese: "sacarlo de la propiedad del gobierno británico y crear una fundación". Eso ocurrió en el año 2006 y, desde entonces, asegura que "hemos estado luchando para mantenerlo, hasta ahora lo hemos conseguido y seguimos haciendo todo lo posible para hacerlo".
Gracias a la fundación, a día de hoy se pueden seguir visitando el Cementerio Inglés, donde se pueden encontrar una inmensa cantidad de historias, por ejemplo, la de Robert Boyd, uno de los primeros protestantes en ser enterrado allí.
"Boyd conoció a un general español exiliado, el general Torrijos. Se metió en el círculo de los liberales y decidió gastarse su fortuna en apoyar a Torrijos", cuenta McIntyre. Compraron armamento de un barco inglés pero el gobierno británico lo descubrió y les incautaron todo lo que habían adquirido.
"No sé cómo llegaron a Gibraltar, pero lo hicieron. Intentaron varias incursiones en España sin éxito, no lograron ni quedarse por una o dos horas", afirma el presidente de la fundación. Finalmente, decidieron venir a Málaga ya que, un contacto de Torrijos les prometió que los soldados de Vélez-Málaga se sublevarían y tomarían la ciudad, pero no fue así.
De manera que, cuando llegaron a Vélez-Málaga, fueron perseguidos y, a la mañana siguiente, capturados. "El gobernador de Málaga de aquella época le preguntó al rey qué debían hacer con ellos, ya que un británico, Boyd, estaba entre los detenidos. El rey le mandó un mensaje muy corto: fusiladlos", explica.
De hecho, en el Museo del Prado, se encuentra el cuadro El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga, y en él se puede distinguir fácilmente, según comenta Rosón, "que Robert Boyd es uno de ellos, porque es el único pelirrojo".
El hijo del cónsul fue quien presenció la ejecución, debido a que el propio Mark se encontraba enfermo y pudo acudir. Rescató el cadáver de Boyd y lo trasladó a su casa, para enterrarlo al día siguiente en el Cementerio Inglés.
George Langworthy, "el inglés de la peseta", era un oficial que luchó en la guerra de Suráfrica. Vino a Málaga y compró un terreno en Torremolinos, el Santa Clara, donde vivía con su esposa, que falleció. Cuando empezó la Primera Guerra Mundial, tuvo que regresar a Inglaterra.
En ese periodo, abrazó la fe y, al volver a Torremolinos, comprendió que el terreno que tenía podía convertirse en un pequeño albergue al que los militares británicos heridos podrían ir para recuperarse. "El albergue creció y se convirtió en el primer hotel de Torremolinos, el primero de la Costa del Sol", añade McIntyre.
Langworthy daba una peseta a cualquier mendigo que fuese a su casa a cambio de que leyese un párrafo de la Biblia. Además, cuando hacía mal tiempo, para que no salieran al mar, le daba también una peseta a los marineros a cambio de que no salieran. "Eso hacía, por una parte, que comieran lo que no iban a ganar y también que no se murieran en el mar", mantiene el presidente.
Se gastó toda su fortuna, varios millones de pesetas, y donó su hotel con la condición de poder quedarse allí y ser cuidado por sus empleados hasta que falleciese. Fue el primer Hijo Predilecto de Torremolinos y, al morir, sus empleados lo llevaron al Cementerio Inglés. "Ellos pagaron su lápida y se equivocaron en el nombre y pusieron Gorge, porque no tenían manera de saberlo, ellos lo llamaban Jorge", añade Rosón.
Bajo la estatua de un ángel abrazado a una cruz descansa Annie Plews, de nacimiento Heaton. Ella se casó en la propia Iglesia de Saint George con un ingeniero de maquinaria agrícola, Edwin Plews, quien terminó siendo el primer portero del Sevilla Fútbol Club.
Ambos se conocieron cuando él comenzó a trabajar con la familia Heaton, que fabricaba en Huelin maquinaria para las empresas azucareras. Desgraciadamente, durante el cuarto parto de Annie, ella y su bebé murieron.
"Son metros los que la separan de la felicidad extrema y la muerte", añade Rosón mientras McIntyre asegura que la talla del ángel es la escultura más bonita que hay en el Cementerio Inglés de Málaga.
Además de encargarse de que todos estos relatos no caigan en el olvido, este espacio es también "un ejemplo de tolerancia y convivencia". Tal y como explica la responsable de comunicación: "Aquí hay británicos, hay alemanes, hay judíos, hay cristianos, hay católicos, también hay agnósticos como el escritor Jorge Guillén".
Cualquiera que esté interesado en acudir puede hacerlo en visitas libres o guiadas de martes a domingo. También, por primera vez, se puede ir al cementerio en Las Noches del Inglés, una programación de veladas nocturnas que incluye conciertos, cine, teatro, foodtruck y terraza.
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