Jaime Pimentel, el escultor de 'El Cenachero', ya es Hijo Predilecto de Málaga: "Al principio no me lo creía"

A sus 92 años, el autor de algunas de las esculturas más emblemáticas de la ciudad recibe el mayor reconocimiento institucional del Ayuntamiento

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Pimentel recibe la distinción de las manos del alcalde.
Pimentel recibe la distinción de las manos del alcalde. / Javier Albiñana

Jaime Fernández Pimentel ha sido nombrado este viernes Hijo Predilecto de Málaga y ha recibido la Medalla de la Ciudad, en una sesión solemne celebrada en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, presidida por el alcalde Francisco de la Torre. El homenaje, sentido y lleno de emoción, ha sido la manera en que la ciudad ha querido rendir tributo a uno de sus nombres esenciales: el artista que dio forma a la tradición de Málaga.

A sus 92 años, Pimentel ha podido vivir esta jornada con emoción contenida y serenidad. No ha podido atender entrevistas, pero su representante y amigo íntimo, el médico Juan José Bedolla, ha sido quien ha hablado por él, con una cercanía que solo otorgan los años compartidos y la admiración.

Pimentel durante el acto de reconocimiento a su trayectoria.
Pimentel durante el acto de reconocimiento a su trayectoria. / Javier Albiñana

“Está siendo un día movido para él, sobre todo para la edad que tiene, y estamos intentando que esté tranquilo”, comenta Bedolla. “A sus 92 años no es bueno la agitación en exceso”.

Jaime no esperaba este reconocimiento. “Al principio lo recibió con incredulidad. No se lo creía porque es un tipo muy humilde y no le encantan este tipo de actos”, explica su representante. “Pero ya después, una vez asimilado, estaba superagradecido y orgulloso de que Málaga lo premie así, es el máximo reconocimiento”.

Fue en los años sesenta, bajo la alcaldía de Francisco García Grana, cuando la ciudad empezó a llenarse de esculturas suyas que, con el tiempo, se convertirían en parte de la identidad malagueña: El Cenachero, El Biznaguero, La Niña de la Lagunillas, Las Gaviotas del Eduardo Ocón o El Burrito Platero del Parque.

“Todas esas obras suyas son ya parte de Málaga, son muy reconocibles. Forman parte del paisaje emocional de la ciudad”, apunta Bedolla. “Hubo una época en la que coincidió con el alcalde García Grana y se le dio un empuje importante en los años 60 a toda esta idea de llenar las calles de esculturas y elementos decorativos. Que ahora se ve como algo muy normal, pero en esa época era atípico”.

Salón de plenos durante el acto de entrega de la Medalla de la Ciudad.
Salón de plenos durante el acto de entrega de la Medalla de la Ciudad. / Javier Albiñana

Hoy, la presencia de Pimentel en la ciudad es tan natural como el mar, pero su camino hasta aquí fue tan singular como fértil. Hijo de una familia profundamente religiosa e intelectual, nació en 1933 en Málaga, en la calle Carretería. Durante su juventud, dividió su vida entre la ciudad y Los Rubios, en la Axarquía, donde su abuelo evangélico mantenía una misión. En aquellas playas, el joven Jaime descubrió la contemplación, la belleza, la figura femenina y, sobre todo, la necesidad de expresar.

Pero el giro definitivo llegó en 1956, cuando conoció al embajador noruego Rolf Otto Andvord. Aquel encuentro en Torremolinos cambiaría su vida. Fue Andvord quien lo llevó a Noruega, le procuró formación junto a la escultora Anne Grindalem y le abrió las puertas del mundo del arte internacional.

El portavoz socialista muestra su foto en el  Burrito Platero con su madre.
El portavoz socialista muestra su foto en el Burrito Platero con su madre. / Javier Albiñana

A pesar de eso, Jaime nunca perdió el vínculo con su tierra. Las esculturas más icónicas de la ciudad fueron realizadas en ese periodo, entre 1962 y 1964, cuando el arte de Pimentel se convirtió en parte del paisaje urbano malagueño.

“Él visitaba sus esculturas cuando podía. Tenía un grupo muy importante de amigos de Suecia y Noruega y cuando venían por aquí, disfrutaba mucho de hacerles visitas guiadas por Málaga. Le encantaba enseñarles sus obras”, recuerda Bedolla con agrado.

Y aunque las distinciones no le obsesionan —medalla de Vélez-Málaga, Hijo Adoptivo de Rincón de la Victoria, Premio Piyayo—, esta última, la de su ciudad natal, le toca de forma especial. “Él se siente muy afortunado. Ha disfrutado de la vida, ha tenido reconocimiento. Pero esta distinción, aquí en Málaga, le ha emocionado profundamente”, cuenta su representante.

Cuando se le pregunta a quién le agradece este homenaje, Bedolla tiene clara la respuesta: “Sobre todo a la propia ciudad, a su familia, que lo ha apoyado siempre y siempre se acuerda del embajador Andvord. Nunca olvida que fue él quien lo llevó muy joven a Noruega, para que aprendiera bien el oficio de escultor”.

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