Málaga no es Venecia (todavía)

Calle Larios

Ya no se trata solo de que el Gran Hermano insista en que dos más dos son cinco: ahora se anima directamente a amenazar con sanciones a quien se le ocurra sostener lo contrario

Málaga: de qué hablamos cuando hablamos de turismo

Circulen: todo está bien aquí.
Circulen: todo está bien aquí. / Javier Albiñana

Leo una noticia publicada en este periódico el pasado 4 de agosto con este titular: “Málaga no es Venecia: la patronal de viviendas turísticas alerta del daño por la imagen de ‘colapso’ de la ciudad”. Según esta información, el presidente de la Asociación de Viviendas y Apartamentos Turísticos de Andalucía (AVVAPro), Juan Cubo, ha trasladado su preocupación al alcalde, Francisco de la Torre, por un reportaje que emitió la BBC hace un año donde se comparaba a Málaga con un “parque temático” y se denunciaban dificultades de acceso a la vivienda. Según Juan Cubo, este relato “construido desde fuera” no hace “justicia” a Málaga. Hasta aquí, todo bien: no esperaríamos una afirmación distinta por parte de la citada asociación, que, en un comunicado, divulgaba este mensaje: “Málaga no es Venecia. Es una ciudad viva, de malagueños, de locales y paralocales, de bares con historia, de cultura propia y de identidad singular”. Más allá de que alguien debería explicar qué es un “paralocal” (la verdad, no suena muy bien), y del hecho de que buena parte de los establecimientos que sostenían tal identidad dentro y fuera del centro hayan sido sustituidos en los últimos años por franquicias hosteleras destinadas a que el turista encuentre aquí lo mismo que en cualquier otra parte, todo sigue estando bien: insisto, lo raro sería que dijeran otra cosa. Lo más interesante de la noticia llega un poco después, cuando informa de que la patronal de las viviendas turísticas “ha iniciado un proceso de denuncia formal contra entidades y particulares que, incumpliendo la Ley de Turismo de Andalucía, están difundiendo mensajes que dañan gravemente la imagen del destino”. Ahora sí, un momento: esto sí que es nuevo.

El secretario general de la misma asociación, Fermín Criado, lo explica así: “El turismo de calidad no se construye solo con regulación, sino también con responsabilidad”. En este sentido, corresponde proteger la imagen de los destinos “frente a mensajes falsos o manipulados que pueden tener un impacto económico y social real”. Recordé sin remedio a la concejal Teresa Porras, cuando amenazó con llevar a los tribunales a quien se le ocurriera decir que Málaga está sucia. El Gran Hermano (y aquí conviene recordar hasta qué punto la industria turística ejerce el verdadero poder político en la Costa del Sol) ya no se contenta con que repitamos que dos más dos son cinco: ahora nos amenaza con denunciarnos si se nos ocurre decir que dos más dos son cuatro. Entonces, señorías, ¿qué podemos decir y qué no? ¿Nos van a denunciar si decimos que en Málaga hay dificultades notorias para acceder a un alquiler y que las viviendas de uso turístico tienen, ya que recurrimos al término, una responsabilidad directa? ¿Van a denunciar, no sé, al INE por decir lo mismo? ¿Recordamos la vez aquella en que alcalde dijo que no veía tan malo que los malagueños tuvieran que irse a vivir a otra parte? ¿De verdad van a denunciar a los particulares que afirmen que Málaga se ha convertido en un parque temático? ¿Hace falta recordar hasta qué punto ha renunciado Málaga a su “identidad singular” para que el atractivo turístico no se vea perjudicado, hasta qué punto tantos malagueños se sienten extranjeros en su ciudad, insisto, no solo en el centro? ¿A quién van a denunciar, entonces?

Más que a Venecia, Málaga se parece cada vez más a Bucarest en 1983

En el mismo comunicado, la AVVAPro sostiene que la incidencia de viviendas turísticas ilegales, también subrayada por la BBC en su reportaje, “es mínima” y que esos casos fueron “retirados hace meses”. El pasado mes de abril, un informe del Ministerio de Consumo alertaba de que el número de viviendas turísticas ilegales de la provincia de Málaga ascendía a 43.366, más de la mitad del cómputo total en Andalucía. ¿Qué hacemos, denunciamos al Ministerio de Consumo? A comienzos del mes pasado supimos que solo una tercera parte de los pisos turísticos de Málaga se inscribieron en el registro exigido por el Gobierno en el plazo estipulado. ¿Decimos entonces que todo está bien, que todo está perfecto? ¿Aplaudimos? ¿Se trata de eso? ¿Denunciamos a la BBC? O, exactamente, ¿qué más quieren que sacrifiquemos con tal de que el escaparate turístico no se vea mermado? Si el producto pierde calidad e interés, ¿van a hacérnoslo pagar también a los ciudadanos, a los que ya han renunciado a la posibilidad de que sus hijos vivan por su cuenta en su ciudad algún día?

No deja de ser ilustrativo el modo en que los tics más autoritarios afloran cuando los garantes del sector ven peligrar la marca Málaga. Málaga no es Venecia, es cierto, al menos todavía; pero, más que a Venecia, Málaga se parece cada vez más a Bucarest en 1983. Por si acaso, convendría recordar que cualquier sociedad democrática se caracteriza por su inclinación al diálogo, a la puesta en común de ideas contrapuestas, al acuerdo entre distintos y al pacto público. Quienes amenazan ahora con querellarse contra quien se salga del discurso oficial solo están demostrando que no han entendido nada. Si cada vez más ciudadanos alertamos de que Málaga se ha convertido en un parque temático y denunciamos que las viviendas turísticas tienen una influencia clave en el encarecimiento inasumible de los alquileres lo hacemos porque amamos Málaga, porque nos duele, porque no tenemos ningún interés económico puesto en su destino, porque creemos en sus posibilidades para el futuro como espacio de convivencia, no como producto mercantil. Así que menos lobos: contra su determinación hegemónica aquí tienen ustedes, cortésmente, nuestra desobediencia.

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