Un malagueño ayuda al japonés Masafumi Nagasaki a retomar su sueño de vivir en una isla desierta
Medio Ambiente
Álvaro Cerezo, creador de Docastaway, participó activamente en el regreso de Nagasaki a la isla en la que había vivido 29 años en solitario
La historia de Álvaro Cerezo y su sorprendente empresa que permite veranear como un náufrago
El malagueño Álvaro Cerezo es, sin duda, una persona muy especial. En 2010 creó Docastaway, la primera empresa en el mundo especializada en organizar viajes a islas remotas y solitarias para sentirse como un náufrago o un auténtico Robinson Crusoe. Como pueden imaginar tiene multitud de historias y anécdotas por contar y así lo ha hecho en varios documentales o artículos en su blog.
Una de las últimas y que le ha llegado, explica, profundamente al corazón es la de Masafumi Nagasaki. Este hombre vivió solo durante 29 años en una isla desierta llamada Sotobarani, ubicada en las islas Sakishima en Japón. Cerezo narra que le conoció en 2014 y pasó cinco días con él, aunque lo mantuvo en secreto para que Nagasaki pudiera vivir allí en solitario como deseaba. No obstante, en abril de 2018 se hizo mundialmente famoso cuando un pescador le vio tirado en la playa casi inconsciente.
Nagasaki tenía 83 años y el gobierno japonés le obligó a abandonar la isla e instalarse en una ciudad japonesa. Le dio una habitación y algo de dinero para sus necesidades básicas, aunque no se podía adaptar a la civilización. "Incluso después de cuatro años fue incapaz de hacer ningún progreso o amigos. Tenía una personalidad bastante complicada y siempre hablaba sin filtro y la mayoría de la gente en su vecindario lo miraba con desprecio y con un poco de miedo", subraya Cerezo.
Su único deseo era volver a la isla y entre 2018 y 2022, con la pandemia por medio, pasó la mayor parte de sus días en su habitación escondido del ruido de un mundo que no comprendía. Cuando salía se dedicaba a recoger basura de la calle "aterrorizado por la contaminación y los desperdicios que los humanos han creado".
Nagasaki no tenía ni idea de lo que era un teléfono móvil, pero consiguió ponerse en contacto con el japonés Tamiki Kato -el representante de Docastaway en Japón- con una llamada realizada desde una cabina. "Era un momento de desesperación", explica el malagueño. Cerezo y Kato decidieron ayudarle y lo primero que hicieron fue hablar con las autoridades de la zona para que dejaran a Nagasaki volver a la isla. No les dijeron que la intención de Nagasaki era quedarse en la isla para siempre y morir allí, sino que solo les comentaron que era para un tiempo, por lo que las autoridades accedieron. "Tan pronto como le dijimos el plan, Nagasaki saltó de alegría y rompió a llorar de gratitud", recuerda el creador de Docastaway.
Llegó el momento de partir. Cogieron una lancha y durante todo el trayecto Nagasaki no paraba de sonreír. Cuando alcanzaron la orilla de la isla Sotobarani, estalló de alegría y, junto a Cerezo y Kato, decidieron atravesar la jungla para ver si su antigua tienda de campaña seguía allí. El malagueño relata que les costó bastante encontrarla pero finalmente lo hicieron. Como era de prever, por allí no había pasado absolutamente nadie en todo el tiempo que Nagasaki estuvo fuera. Había unas cajas, utensilios para cocinar y dos fotos antiguas del japonés.
Lo primero que hizo de vuelta a la playa fue desnudarse por completo y bañarse en el mar. "Su alegría era tan contagiosa que Tamiki y yo no podíamos estar más agradecidos", indica Cerezo. No obstante, Nagasaki tiene ahora 87 años y no tiene la agilidad y la energía de cuando Cerezo le conoció en 2014. "A la mañana siguiente estaba muy cansado y parecía que no sentía la confianza suficiente para llevar la misma vida a la que había estado acostumbrado 29 años", explica el malagueño. "Cada vez que hablábamos sobre su futuro en la isla se mostraba serio, inseguro y preocupado sobre su capacidad de sobrevivir otra vez en este sitio", narra.
"No hay duda de que su deseo era quedarse, pero su cuerpo no respondía", añade Cerezo. Decidieron probar su capacidad, pero estuvo cuatro horas para preparar algo de arroz y huevos. "Así no le iba a ser fácil sobrevivir mucho tiempo", recuerda el empresario y aventurero malagueño. Nagasaki también lo sabía. Le pidió a Cerezo y a Kato que se quedaran unos días en la isla para cuidarle con el compromiso de que todos volverían a la civilización y eso fue lo que hicieron.
Pese a no cumplir su sueño de vivir lo que quedara de vida en la isla desierta, Cerezo afirma que Nagasaki "no estaba triste" sino que parecía satisfecho de haber podido disfrutar durante unos días otra vez de la isla en la que había permanecido casi tres décadas. Y Cerezo ha sido fiel narrador de un hecho que ha dado la vuelta al mundo.
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