Manolo Lucena, 76 años de músculo, disciplina y pasión por el culturismo: "Esta será mi vida hasta el fin de los días"

El veterano malagueño que regenta el Gimnasio Lucena fue uno de los pioneros del fisicoculturismo en Andalucía

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Manolo Lucena en el gimnasio que regenta / Javier Albiñana

Como cada mañana, Manolo Lucena va a su gimnasio con la puntualidad de un reloj suizo. A las ocho en punto atraviesa la puerta de su negocio con la misma rutina que repite, sin fallar, desde 1980. Una disciplina férrea que ha mantenido toda su vida y que con tan solo 18 años lo catapultó a ser uno de los pioneros del culturismo en el sur de España.

Hoy, a sus 76 años, Manolo regenta uno de los últimos "gimnasios de barrio" que aún resisten la embestida de las grandes cadenas con sus cuotas low-cost y entrenadores con tablet. Aunque lleva alejado de la competición desde los años 90, su dieta, ejercicio y suplementación se mantienen tan firmes como sus bíceps, porque insiste: "Ser deportista no es una etapa, es un estilo de vida que tendré hasta que me muera".

Posando junto a varias imágenes de cuando era joven / Javier Albiñana

Como muchos otros jóvenes, Manolo era de esos chicos que disfrutaba del fútbol cuando en los años 60 era el deporte rey en las calles. Con 16 años empezó a jugar en el Olímpica Capuchinera, y fue en ese tiempo cuando se dio cuenta de que el deporte era algo más para él que un recreo vespertino. "Me gustaba la vida sana. A pesar de vivir en una época en la que estaba muy normalizado, yo ni bebía ni fumaba ni me drogaba. El meterme al gimnasio al poco tiempo tampoco tenía que ver ni siquiera con verme cachas o guapo para ligar, simplemente quería estar en forma", relata Manolo.

En esa época ya empezaban a llegar las primeras revistas de culturismo y musculación a España con figuras a las que admirar como Schwarzenegger, Columbu o Sergio Oliva. Esto, sumado a la llegada de Dino Chemes y su gimnasio a Málaga, hizo que esta disciplina llegara como una ola que Lucena cogió con gusto, convirtiéndose en discípulo directo del propio Dino. "Me conoció entrenando en un gimnasio de calle Jacinto, vio mi potencial y me dijo que me fuera con él. La verdad que todos estábamos deslumbrados con el conocimiento y la tecnología que traía de Argentina, fue un auténtico pionero y referente. Además, me trató como a un hijo. Fue mi maestro, el que me convirtió en el gran culturista que he sido", explica.

A finales de década Manolo empezó a ver los primeros frutos de su entrenamiento cuando en el 1969 fue al campeonato de España de culturismo amateur en Sevilla y "arrasé", consiguiendo el podio como campeón absoluto del país. En el 1970 fue nombrado cómo el mejor culturista español y el mismo año ganó el Mister Heracles de Madrid, uno de los torneos más prestigiosos a nivel nacional.

Manolo Lucena con la revista 'Gente Sana' de la que fue portada en el 1981 / Javier Albiñana

En ese momento, donde el culturismo se convirtió en su prioridad vital, Manolo compaginaba el deporte con su trabajo como camarero en la emblemática cafetería Aranda, que mantuvo durante 15 años. El culturismo nunca le dio para vivir completamente, ya que "es uno de los deportes más caros que hay", confiesa . La cantidad de comida que se consume para seguir la dieta, la suplementación y medicación y las cuotas de gimnasio, "son una barbaridad". "El culturismo, salvo casos excepcionales, no es un trabajo, solo da trabajo", define Manolo.

Torneos europeos, campeonatos iberoamericanos e incluso un reinado en la Copa del Mundo en Austria en la que venció al campeón del mundo y que "fue el torneo más especial para mí", dice con orgullo. La vida de Manolo ya era la musculación y lo siguió siendo hasta el 1991 cuando se retiró definitivamente de los escenarios y las poses.

Manolo junto a todos los trofeos que ha ganado a lo largo de su carrera de culturista / Javier Albiñana

Lo exigente de este deporte para el cuerpo sumado a las máquinas de musculación antiguas que "generaban muchas lesiones y problemas a largo plazo", hicieron que Manolo desarrollara un problema de meniscos que le imposibilitaron seguir. Un deporte que lo mermó a él y a muchos otros compañeros que llevaron su pasión hasta los límites humanos.

De igual forma, el uso de esteroides siempre ha sido práctica normalizada en el culturismo y que, llevada sin control, "ha hecho que muchos compañeros se queden por el camino", admite Manolo. "Es un tabú, pero obviamente se consumen anabólicos, cuerpos naturales así rara vez existen". El ya retirado culturista admite con pesar que el uso continuado de fármacos para el desarrollo muscular sin control ha hecho que hoy en día queden poco veteranos vivos de la vieja escuela. "La peor droga es que te alaguen, es verte en revistas y exhibiciones. Pero hay que saber que la salud es lo primero y a mucha gente se le fue de las manos".

Manolo Lucena en los años 70 entrenando en el gimnasio

11 años antes de dejar profesionalmente el deporte, en 1980, Manolo ya había anticipado un gran movimiento y decidió abrir su propio negocio, el Gimnasio Manuel Lucena, donde continuó con su propia preparación los años que le quedaban de competidor y además empezó a formar a otros culturistas de la ciudad. "Fuimos uno de los gimnasios pioneros en culturismo, ya no en Málaga, sino en España. Piensa que cuando hay tan poca gente por fuerza eres de los primeros. Además, esta segunda etapa como entrenador fue super reconfortante, lo sentí como una segunda vida en este deporte", explica.

"Esto no es un gimnasio como los demás", insiste también su gerente, que no duda ni un segundo en tirarse a la yugular de las grandes cadenas por ser "centros impersonales donde eres un número y no una persona". "No son sitios profesionales donde te controlen o te guíen el entrenamiento. Allí pagas, entras con una tarjeta y nadie te presta atención, y esto es muy peligroso. Levantar peso es algo serio que requiere técnica y de un profesional que te diga como hacerlo. Hay personas que tienen problemas de columna, patologías de huesos, en los hombros, etc. y eso hay que saber trabajarlo", cuenta Manolo.

Manolo guiando a uno de sus clientes para hacer un press de banca / Javier Albiñana

La gente entra por la puerta de Gimnasio Lucena y saluda a su dueño con una sonrisa, una familiaridad y un respeto ejemplares. "Manolo ¿qué?, ¿te has recuperado de lo del brazo? ¿Viste el Madrid el otro día?", le preguntan un par de clientes que charlan con él con cariño. La cercanía que se respira entre las trabajadas máquinas del gimnasio es cálida y abriga. "Somos una gran familia y yo miro por todos, son como mis hijos. Hasta les digo lo que tienen que comer", explica el veterano deportista.

A sus 76 años, Manolo Lucena sigue trabajando en su gimnasio de 10 a 12 horas y sigue siendo un ejemplo de salud y persistencia para todo el que visita su 'templo'. Es constante y metódico y no flaquea ni un día. "Sé lo que voy a comer dentro de un año, arroz con pollo", cuenta con humor. "Tengo que ser un modelo para todo el que viene aquí. Si subes las escaleras y te encuentras que el dueño es un tío barrigón que fuma ¿qué ejemplo le estoy dando a la gente que viene a entrenar?". Manolo vuelve a insistir una vez más en el principio básico que parece ser la 'carta magna' que lee todos los días al levantarse: "Esto no es algo de lo que te puedas bajar, esta será mi vida hasta el fin de los días".

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