La vida sin clichés (ni pistola) de un detective real: "Al seguir a alguien sientes nerviosismo y adrenalina"
Óscar Rosa acaba de publicar De Baker Street al Paseo de la Castellana (Ariel), un ensayo en el que pone negro sobre blanco las prácticas y la historia de este oficio
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A Óscar Rosa se le hacen calcadas todas las salidas con personas que no lo conocen. "Cuando estoy en una cena y cuento a qué me dedico es como si dijera que soy actor porno. Me convierto en el tema de conversación de la noche", relata en clave de humor. Amante de su profesión, este padre, hijo y hermano de detectives privados acaba de publicar De Baker Street al Paseo de la Castellana (Ariel), un ensayo en el que pone negro sobre blanco la realidad y la historia de este oficio tan cinematográfico como desconocido, y que sólo comparte con unas 1.500 personas en toda España. Repleto de clichés a consecuencia de la novela negra y las grandes producciones, el día a día de los detectives puede no ser como está instalado en el imaginario popular, pero mantiene un gran aura de misterio. Por lo pronto hay que aclarar que no llevan pistola, tampoco investigan delitos públicos, ni transitan por callejones oscuros más de lo necesario. La gabardina, la lupa y la pipa curva, señas inequívocas en la ficción, las usan nada más que en sesiones de fotos a las que quieren dar un toque gamberro. Los que pueden permitirse ser fotografiados, porque muchos (elemental, mi querido Watson) trabajan en las calles y no pueden prodigarse demasiado en redes sociales y medios de comunicación.
"A mí no me importan estas cosas, pero hay otros detectives a los que sí", asegura Rosa, que es el rostro más visible de su empresa, Itérita, además de profesor y conferenciante. "A ellos, si les preguntas, te dirán que son, por ejemplo, vendedores de productos químicos. Nadie te saca conversación sobre tu trabajo a partir de eso". Esos profesionales a los que se refiere son aquellos que hacen largas vigilancias, cámara en mano desde la discreta intimidad de su coche, para dilucidar asuntos para los que han sido contratados. El "producto estrella" son las bajas laborales fingidas. "Es muy frecuente que te contraten porque un señor lleva cuatro meses de baja alegando que le duele mucho la espalda y resulta que te lo encuentras corriendo en la playa o yendo al gimnasio tan feliz porque está cobrando por ello".
Pero esto no siempre fue así. Hubo un tiempo, durante las primeras décadas de la profesión, en el que uno de los servicios más demandados fueron los informes prematrimoniales: estos consistían en indagar en la vida de un futuro yerno o nuera para ver si tenían negocios, informarse sobre su familia y, en definitiva, saber si era un buen partido antes de pasar por el altar. Años más tarde este recatamiento bascularía al otro extremo, llegando a ocupar las investigaciones sobre infidelidades una preciosa cantidad de tiempo de los detectives, puesto que era necesario argumentar motivos específicos para divorciarse. Estos apuntes históricos (y muchos otros más) aparecen reflejados en el manuscrito de Rosa, quien lleva reuniendo todo lo que tiene que ver con el universo detectivesco desde hace 14 años. También colecciona objetos típicos del oficio, a los que le encantaría dar salida con un espacio expositivo en Málaga. "Ojalá poder montar un museo del detective el día de mañana. Sería un sueño tener un local donde organizar conferencias, charlas e incluso, por qué no, tener hueco para un pequeño teatro", relata este detective malagueño creador del podcast Historias de detectives de verdad, en el que se analizan películas, casos reales, anécdotas o se explica cómo es esta misma labor en otros países.
Se trata, deja cristalino, de un empleo para el que hay que tener vocación, sin embargo, esta rarísima vez se manifiesta desde la cuna. Ni siquiera él mismo, que tenía fuertes lazos familiares, anhelaba dedicarse a ello desde niño. En su lugar estudiaría Administración y Dirección de Empresas, luego una titulación complementaria en Estados Unidos y, finalmente, acabaría trabajando en Interpres Cataluña... en el departamento de Investigación. Sería ahí donde el veneno de ser detective lo embriagaría, lanzándose a esta aventura para la que hay que estudiar tres años, tramitar una licencia en Seguridad Privada, un organismo dependiente del Ministerio del Interior, y que requiere el cumplimiento de requisitos como no haber sido policía en los últimos dos años, superar un test psicotécnico y carecer de antecedentes penales. Los detectives tampoco pueden aceptar todos los casos que se le pongan por delante, ya que debe primar un interés legítimo; ni meterse en la casa de nadie a buscar pruebas, aunque sí estar en la mesa de al lado en el restaurante en el que se encuentra el investigado.
"Cuando sigues a alguien es una sensación de nerviosismo mezclada conadrenalina. No quieres que se dé cuenta, ni que te pille, pero puedes cometer errores y que piense: qué raro, a este tío lo he visto ya cuatro veces esta semana. Es una cosa que se va puliendo con los años, como las horas de vuelo", relata Rosa, que enumera las capacidades que ha de tener un detective para ser bueno en lo suyo: "Tiene que tener buena retórica, empatía y ser resolutivo. Una palabra que me encanta y que lo resume es agílibus: describe la capacidad para desenvolverse en la vida de forma habilidosa e ingeniosa". Tampoco aquí las actitudes han de ser innatas. "La mayoría se puede aprender. Pero la predisposición es importante. Para verificar domicilios tienes que tocar puertas. No puedes llamar y ponerte serio, pero sí pegar y decir: soy el repartidor, he llamado no sé cuantas veces...".
Con "miles" de investigaciones a sus espaldas tiene recuerdos especialmente marcados de los temas sociales. "Los económicos se olvidan pronto: todos siguen el mismo patrón". Y eso que en su camino se han cruzado algunos casos verdaderamente enjundiosos, como aquella vez que fue requerido por un detective inglés para investigar en conjunto una estafa de apartamentos de lujo, y que acabó en manos de la Policía tras encontrar al responsable. "La empresa los alquilaba, cobraba grandes sumas y desaparecía". Sin embargo, los que más señalados tiene son las búsquedas de familiares: de hijos que por diferentes circunstancias no han conocido a su padre y lo buscan para recuperar el tiempo perdido. Fue lo que le solicitó una clienta de un país nórdico cuya madre había tenido un affaire con un camarero de la Costa del Sol. "Lo encontramos, pero la vida no funciona como en las películas. De aquello hacía 50 años, el hombre tenía 75. Cuando ella lo llamó lo primero que pensó era que quería reclamarle su herencia y que cómo iba a contárselo a su mujer". Una vez más, la realidad de los detectives.
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