La peripecia de un residuo 'inmortal'
El vidrio es el único capaz de ser reciclado al cien por cien · La provincia recicló más de 17 millones de kilos en 2011


Ningún otro residuo de la enorme cantidad de basura que la población del planeta genera a diario contribuiría tanto a proteger el medio ambiente si la mayoría pusiera su granito de arena con el simple gesto de depositarlo en los contenedores verdes que forman ya parte de la fisonomía cotidiana de cualquier barrio. Y esto es así porque el vidrio es el único residuo que puede ser cien por cien reciclado. Es decir, de una botella que se vierta a uno de estos iglúes puede salir otra prácticamente igual, del mismo peso y tamaño, sin perder ni una sola de sus cualidades una vez que ha culminado el proceso de reciclado.
No es un acto de magia. Tan sólo debe completar lo que Ecovidrio, la asociación sin ánimo de lucro que se encarga de la gestión del reciclaje de estos residuos en toda España, llama la cadena del reciclado del vidrio. La peripecia de este residuo casi inmortal empieza cuando una botella o envase de vidrio ya usado entra en el contenedor verde gracias a la actitud de un consumidor responsable.
A partir de ahí empieza el conocido como ciclo vital del vidrio que dura aproximadamente 70 días, que es lo que tarda uno de estos envases desde que sale de la fábrica hasta volver de nuevo a reciclarse. El primer paso después de que el vidrio es recogido de los contenedores es trasladarlo a una planta de tratamiento donde se limpia, se selecciona por colores y se muele hasta conseguir el calcín, el resultado de moler esos residuos y que se utilizará después para elaborar un envase de iguales características.
En Málaga, la planta Molino y Limpieza de Vidrio S. A. (Molivisa), instalada en Alhaurín de la Torre y dedicada al tratamiento del vidrio desde 1998, trata al mes entre 2.000 y 2.500 toneladas de vidrio procedentes de distintos puntos de la provincia y que salen posteriormente en forma de calcín hacia algún horno que se encarga de nuevo de darle forma de botella o envase.
Pese a las innovaciones tecnológicas que esta planta ha ido introduciendo en estos años, sigue siendo necesario realizar de forma manual la primera fase llamada de triaje para separar el vidrio del resto de la basura que también se echa por error en los contenedores verdes. Aunque pueda parecer exagerado, cerca del 40% del contenido que se obtiene de los iglúes no es vidrio. Los operarios de esta planta, según explicó a este periódico el gerente de Molivisa, José Perea, "encuentran prácticamente de todo". Todo tipo de restos de residuos orgánicos, latas, plásticos, ropa y hasta animales muertos se tiran en su interior.
Estos residuos, que ralentizan la tarea del tratamiento del vidrio, suponen al final del día unos 4.000 kilos que tienen o bien que mandar a vertedero en caso de la orgánica o bien a otros gestores específicos en el caso de los envases, las latas o las botellas de plástico.
Del vidrio, solamente los culos y los cuellos de la botella se desechan, mientras que el resto se tritura hasta convertirse en pequeños trozos que un separador óptico, una de las últimas mejoras introducidas en la planta en los últimos meses, se encarga de separalos incluso por colores, algo determinante luego a la hora de la fundición. La razón es, aseguró Perea, que para hacer una botella de vidrio blanco sólo será posible con calcín blanco y lo mismo ocurre con las verdes, utilizadas especialmente para el envasado de vino. Las de color topacio o negro, en cambio, se fabrican con el calcín mezclado.
Esta máquina permite incluso expulsar de forma automática cualquier trozo de cerámica, porcelana o piedras que pueda perjudicar después el proceso de reciclado. "Hasta ahora se hacía de forma manual y, aunque ahora se sigue haciendo al principio de la cadena para retirar los trozos más grandes, la ventaja es que ahora se puede detectar cualquier pieza opaca de menos de diez centímetros", según el gerente de Molivisa. O, lo que es lo mismo, del 10 ó 15% de materiales impropios que solían resultar antes, se ha pasado gracias a este separador óptico a apenas el 1%.
La importancia de este logro va más allá de la operatividad de la planta. La verdadera ventaja es que se reduce el riesgo de que un trozo de cerámica o porcelana se cuele en el proceso y termine estropeando toda la cadena. Tanto es el peligro que tienen estos materiales que, al parecer, un simple trocito de una taza por ejemplo puede dar al traste con miles de kilos de vidrio cuando entre al horno para la fundición.
Según Perea, el principal problema es que la cerámica no se funde, sólo se divide en trozos más pequeños, por lo que si uno de ellos logra colarse a la hora de hacer la nueva botella ésta puede saltar en mil pedazos en un futuro, además de generar defectos estéticos en el envase.
El aprovechamiento y la optimización del tratamiento del vidrio en esta planta malagueña será aún mayor dentro de aproximadamente un mes cuando está prevista la instalación de otra máquina, una especie de lavadora, que permitirá retirar incluso el papel que traen pegado muchas botellas de vidrio y que hará que "el rechazo en toda la línea sea únicamente del 5%", indicó.
Todo estos avances tecnológicos para mejorar y perfeccionar la reutilización del vidrio de poco servirán si la población no se sigue concienciando de las enormes ventajas ambientales y económicas que conlleva la costumbre de depositar este residuo en el contenedor selectivo que le corresponde. En el caso de la provincia de Málaga, los datos invitan al optimismo.
Según los últimos datos de reciclado de vidrio de 2011 facilitados por Ecovidrio, los malagueños reciclaron un total de 17.303.380 kilogramos de este residuo, lo que supone que cada habitante recicló una media de 10,6 kilos. Esta cantidad implica que Málaga es la provincia andaluza con mayor índice de sensibilización ciudadana, seguida por Sevilla y Granada con unas medias de 9,8 kilogramos de residuos de vidrio reciclados por cada ciudadano durante el año pasado.
Málaga está por encima de los 8,9 kilos de vidrio que cada andaluz recicló en 2011, pero aún está lejos de la media nacional que superó los 14,4 kilogramos por persona. Y eso que la provincia cuenta con un contenedor por cada 300 habitantes, es decir, dispone de un total de 5.421 contenedores para el reciclado de vidrio instalados, 261 más que en 2010.
Quizás el mensaje de la importancia de separar el vidrio recalaría aún más en la conciencia de los ciudadanos si supieran que gracias al reciclado de casi tres botellas, por ejemplo, se ahorra la energía necesaria para hacer funcionar un lavavajillas con capacidad para lavar la vajilla de una docena de comensales o lavar la ropa de una familia de cuatro miembros durante un día entero. Con el reciclaje de cuatro de estos envases, en cambio, el ahorro sería similar a la energía que haría falta para que un frigorífico funcione un día completo, según las estimaciones de Ecovidrio.
Lo que permite evitar que se gaste toda esta energía es la base que se utiliza a la hora de fabricar el envase de vidrio. Si se opta por el sílice como base, la temperatura que se necesita para su fundición en el horno es unos 800 grados mayor que la que se requiere en el caso de que se use el calcín. Al final sólo se requiere un cambio de mentalidad y un pequeño gesto que unidos implican un gran paso para ayudar al planeta a frenar el devastador consumo de recursos que sufre.
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