Los ‘petaqueros’, los ‘cachorros’ del narco, colonizan la costa malagueña: "Ya están en todas partes"

“Las narcolanchas necesitan gasolina y las rutas son más largas”, alertan expertos antidroga

Marbella encadena dos golpes en 24 horas, con 9 detenidos y 152 garrafas de gasolina

Siete detenidos y un viaje frustrado desde Marbella: 127 garrafas de gasolina en un golpe al suministro de narcolanchas

La narcolancha intervenida
La narcolancha intervenida

La nueva geografía del tráfico de drogas ya no se entiende sin un actor clave: los petaqueros, los encargados de suministrar gasolina en garrafas —las petacas— a las narcolanchas que operan entre Marruecos y las costas españolas. Son la nueva cantera, los cachorros del narco, que han colonizado la costa andaluza. “Ya están en todas partes. Si hay petaqueros es porque hay narcolanchas que necesitan gasolina”, advierte Francisco Mena, presidente de la plataforma antidroga del Campo de Gibraltar Alternativas y una de las voces que mejor conoce los entresijos del negocio en el territorio.

La expansión del fenómeno responde, en palabras de los expertos, al desplazamiento del narcotráfico más allá del Campo de Gibraltar. “Durante muchos años ha estado circunscrito a esta comarca. El trayecto era más corto y la logística les funcionaba, pero eso ha cambiado”, explica Mena en declaraciones a este periódico.

Pero aquel ecosistema dejó de ser tan cómodo. “En ciertos barrios de Gibraltar había connivencia y era su zona de confort. Todo ha cambiado radicalmente”, afirma. La implementación del Plan Especial de Seguridad, con cientos de detenidos y un despliegue policial sin precedentes, obligó a las redes a moverse. “El narco buscó zonas menos protegidas por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad. Eso ha abierto y contaminado a Levante y Poniente. Toda la desembocadura del Guadlaquivir, Huelva y también Málaga”, señala Mena.

La actividad detectada en Marbella durante las últimas 24 horas confirma esa expansión. Agentes de la Policía Local y de Nacional han asestado dos golpes consecutivos al petaqueo en la playa de Guadalmina, uno de los puntos convertidos en un foco clave para las operaciones logísticas del narco.

Guadalmina, el escenario en el que se han frustrado dos embarcos de gasolina

La primera intervención se produjo de madrugada, cuando un vigilante de seguridad alertó de movimientos sospechosos en torno a una furgoneta estacionada en la arena. Más de una decena de individuos descargaba garrafas de gasolina destinadas a una narcolancha semirrígida en la orilla. La actuación policial frustró el embarque de 127 garrafas. Hubo siete detenidos.

Segundo golpe al 'petaqueo' en menos de un día

Apenas unas horas después, a las 7:30 horas del día siguiente, una nueva llamada advertía de otro posible alijo de gasolina en esa misma playa. Varias patrullas de la Policía Local sorprendieron a un grupo introduciendo, presuntamente, una petaca en una embarcación. Según el relato policial, tres hombres huyeron hacia el interior de la playa mientras otros cuatro subían a la barca y comenzaban a lanzar garrafas al agua y a la orilla. Dos de los fugitivos fueron detenidos por resistencia y desobediencia.

Los investigadores descubrieron 25 garrafas más, que fueron rescatadas del agua con la ayuda de los bomberos de Marbella. Entre ambos operativos, las fuerzas de seguridad han intervenido 152 garrafas en menos de un día.

Los gasolineros del mar son una pieza que sostiene toda la ruta, una parte fundamental de la logística criminal que permiten que las narcolanchas —cada vez más potentes— prolonguen sus rutas, permanezcan en el mar durante horas o días y ejecutar trayectos más largos para burlar la vigilancia. “Antes no necesitaban tanto combustible porque el recorrido era más corto. Ahora las rutas se han alargado”, detalla el presidente de la plataforma antidroga.

Su actividad se intensifica con el mal tiempo. Cuando las embarcaciones tienen dificultades para completar la travesía de una sola vez, requieren puntos de repostaje improvisados o cargas de emergencia, como las que esta semana, de nuevo, han sido detectada en la playa de Guadalmina. Con el mar agitado, las lanchas deben esperar en alta mar o reenfocar su ruta, y ahí los petaqueros son esenciales. Con las aguas en calma, en cambio, la localización de estas operaciones se torna más complicada: las narcolanchas ejecutan su plan y desaparecen del radar antes de necesitar ayuda.

“Antes no necesitaban tanto combustible pero ahora las rutas se han alargado”

Lo ocurrido en Marbella, resaltan investigadores avezados en la lucha contra el tráfico de drogas, no es un episodio aislado, sino parte de un movimiento más amplio: el narcotráfico se está instalando en territorios donde hace apenas unos años su actividad era residual. “Esto demuestra que el narco ha creado estructuras en nuevas zonas para garantizar que la mercancía no se pierda. Irá a más”, precisa Francisco Mena.

La playa de Guadalmina se ha convertido, de facto, en uno de los puntos críticos, aunque no en el único. Los investigadores mantienen vigilancia reforzada a la espera de identificar al resto de implicados y determinar si ambos episodios guardan conexiones.

La actuación, integrada en el Plan Meridional Costa del Sol y Algeciras, evitó que el combustible llegara a su destino. Además, la operación policial impidió que se completara una tentativa de suministro masivo de garrafas de combustible a narcos, un movimiento que suele ejecutarse de madrugada para pasar inadvertido. La rápida intervención cortó la cadena logística antes de que la goma pudiera hacerse a la mar con la carga.

La investigación continúa abierta y las garrafas serán analizadas para determinar la naturaleza exacta del combustible y su posible conexión con otros episodios. La Policía Nacional mantiene su presión sobre estos puntos críticos del litoral, donde la actividad de las organizaciones depende cada vez más de operaciones logísticas como la que, esta madrugada, quedó abortada en Guadalmina.

Para los expertos consultados la lectura es clara: “Los petaqueros son una señal del narco en funcionamiento. Cuando aparecen, es que hay toda una logística detrás”. Y lanzan una advertencia: “Hay que blindar la costa andaluza. Si en Europa hay 25 millones de consumidores de hachís, éstas seguirán siendo las más usadas por cercanía”.

La lucha para descabezar a las bandas criminales, aseveran, es desigual. “En Málaga tienen que ponerse las pilas. El narco tiene tiempo, dinero e imaginación. Siempre buscará la forma de burlar controles”, afirma. Y la amenaza se sigue acentuando: “Los traficantes no son imbéciles. Crean estructuras en zonas clave para garantizar que la mercancía no se pierda. Esto irá a más”.Una vez que el narco se asienta, el deterioro es profundo: “Cuando la gente se acostumbra a vivir del dinero fácil no va a volver al mundo laboral y va a defender con uñas y dientes ese negocio. Es el narcobienestar”, remachan.

El auge de la cocaína: precio por los suelos, negocio al alza

La entrada de cocaína por contenedores marítimos es otro frente que preocupa a las fuerzas y cuerpos de seguridad. Francisco Mena, presidente de la Federación Provincial Nexos y de la plataforma antidroga Alternativas en el Campo de Gibraltar recuerda que, históricamente, los grandes puertos eran Valencia, Barcelona y Algeciras, junto a los gigantes europeos de Róterdam y Amberes. Pero el refuerzo de controles en estos últimos años ha desviado las operaciones hacia recintos portuarios más reducidos y con menos medios para detectar drogas. “Algeciras se ha protegido mucho y, en Málaga, por ejemplo, no hay escáner”, apostilla el experto.

Algeciras cuenta con dos sistemas de vigilancia, uno del Puerto del Estado y otro que pertenece a Vigilancia Aduanera. “En Málaga hay que abrir el contenedor y desprecintarlo con cuidado”, resume Mena, que pide más contundencia a la Agencia Tributaria:“Habría que montar un escáner de última generación como los de Algeciras, Valencia y Barcelona”.

Si bien el tráfico de hachís sigue siendo masivo, la mutación hacia la cocaína es cada más que relevante. “Se ha pasado del tabaco al hachís y, ahora, del hachís a la cocaína. Si con el primero ganan 1 millón de euros, con esa misma embarcación, cargada de cocaína, ganan 10”. La explicación hay que buscarla en el mercado negro:“El precio de la cocaína se sitúa ahora en 18.000 euros el kilo en origen, sin cortar. Estaba entre 30.000 y 36.000. Ahora ha bajado casi a la mitad por la superproducción en Sudamérica”, resalta el portavoz de la plataforma antidroga.

Ese margen –reflexiona– convierte a cualquier ruta consolidada en un filón. Bandas que ya manejan la logística marítima prueban suerte también con alijos de cocaína en otros puntos como Huelva, la zona del Guadalquivir y, cada vez más, Málaga.

El impacto social del narcotráfico genera también inquietud. Y alerta sobre la actitud de ayuntamientos que no asumen el problema:“Caen en la tentación de no querer darle mala fama”, argumenta.

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