Málaga

“Me llegaron a decir: ‘Si tu abuelo levantara la cabeza...”

  • Ingresó en la Guardia Civil como un “juego” de un joven de 18 años y ya han transcurrido casi tres décadas

  • Ahora, afirma, se ha convertido "en una droga”

“Nunca tuve vocación como guardia civil, ni me gustaba. Los veía como gente contraria. Ahora, se ha convertido en una droga”. Antonio Martín también tuvo que reconciliarse con un Cuerpo sobre el que todavía pesa la imagen cliché del agente persiguiendo al calé. Su ingreso empezó como “un juego” protagonizado por un joven que entonces solo tenía 18 años. “Vi en el buzón de mi casa un folleto de publicidad para entrar en la Guardia Civil. Ni corto ni perezoso rellené mis datos y los mandé. Me pusieron fecha para hacer el examen teórico y las pruebas físicas. Aprobé a la primera”, relata.

Cuando anunció la noticia, las reacciones en su entorno fueron dispares. Hubo quienes “lo comprendieron a la primera”, mientras que otros llegaron a decirle: ‘Si tu abuelo levantara la cabeza...”. Pero Antonio supo ganarse pronto la admiración que, precisa, su familia ahora siente hacia él y se ha convertido en un “referente”. “Hablamos de una época complicada. En 1990, cuando ingresé, la gente caía como moscas por la maldita heroína. Había un carril con dos vías: el de la derecha, que era un precipicio, la muerte, y el de la izquierda, que era un puesto de trabajo digno”, reconoce.

El guardia civil posa en La Palmilla El guardia civil posa en La Palmilla

El guardia civil posa en La Palmilla / Javier Albiñana

El guardia civil en La Palmilla El guardia civil en La Palmilla

El guardia civil en La Palmilla

De madre y padre gitanos, nacidos en Teba y Gaucín, respectivamente, Antonio, único guardia civil de su familia, ha servido de ejemplo a varios sobrinos suyos de entre 8 y 15 años que ya aspiran a serlo. Durante su trayectoria profesional ha recibido distintas felicitaciones. Una de ellas poco después de meter en prisión al secuestrador de una farmacéutica de Gerona, en el año 99. “La tuvo en cautiverio 400 días y compartió zulo con ella. Fue el secuestro –más allá de ETA– más largo de toda la historia de España”, recuerda. Tras la detención, el agente obtuvo el reconocimiento de la Comandancia, que le otorgó la medalla al mérito civil con distintivo blanco.

"No puedo decir que haya sufrido racismo"

Nunca, asegura, sintió rechazo por parte de sus compañeros ni tampoco de sus superiores por su etnia gitana, aunque reconoce “que hay que ser consciente de que todo lo diferente choca”. “Yo no puedo decir que haya sufrido racismo. Me hablan con mucho cariño y respeto. Distinto es que a alguno no le haga gracia que un gitano le ordene como cabo primero que soy”, sostiene.

El guardia civil se siente “uno más”en la Comandancia de Almería, por donde también han pasado otros agentes gitanos, como Juan Cortés, que ya está jubilado. Nadie podría afirmar que Antonio se ha “apayado”. Se casó por el rito gitano y mantiene “al 100%” sus costumbres. “El que me conoce y me ha tratado nunca podrá hablar mal de mí”, asevera el investigador.

“El que me conoce y me ha tratado nunca podrá hablar mal de mí"

En la Asociación Profesional de Cabos (APC), de la que forma parte, se postula como “representante de las minorías étnicas” en un proyecto que permitiría abordar los problemas que afecte a “cualquier guardia civil ya sea marroquí, africano o gitano”. “Antonio es como una punta de lanza. Puede hacer más cosas de las que se imagina y romper muchas barreras. Aprendiendo de los viejos haremos cosas muy bonitas”, agrega El Chule con la mirada clavada en su padre, el Tío Justo, patriarca de todos los gitanos de Andalucía.

El guardia civil, de paisano, junto con vecinos de La Palmilla El guardia civil, de paisano, junto con vecinos de La Palmilla

El guardia civil, de paisano, junto con vecinos de La Palmilla / Javier Albiñana

Sobre ese concepto de superación de estereotipos, Antonio conciencia también a los escolares en los talleres que imparte para convencerles de que los gitanos son “capaces de hacer lo que se propongan”. “Igual que yo soy cabo primero de la guardia civil, les digo que ellos también pueden hacerse bomberos, arquitectos o astronautas. ¿Por qué no? Solo hay que proponérselo, estudiar y esforzarse”, apostilla.

Antonio, el guardia civil, bendice la mesa en la Casa de la Buena Vida

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