"El río Guadalmedina es una bomba de relojería, aunque tengamos la presa"

Fernando orellana. oftalmólogo y presidente de la academia malagueña de ciencias

El reconocido médico pretende darle mayor visibilidad a la institución que preside, ya que considera que la aportación científica a la sociedad mejora la calidad de vida de la gente

Orellana, con la céntrica calle Larios al fondo.
Raquel Garrido

22 de mayo 2016 - 01:00

Hace poco más de dos meses que Fernando Orellana, oftalmólogo de profesión, fue elegido como presidente de la Academia Malagueña de Ciencias y tiene claro que quiere impulsar su imagen de utilidad para la sociedad. Lamenta la situación actual de la sanidad, de la que dice que está al límite, y pide a los partidos políticos consenso en los grandes pilares sociales .

-¿Su vocación por la oftalmología le viene por su padre?

-En parte sí, además es curioso porque hasta mi padre no había habido médicos en la familia. Mis dos abuelos eran abogados. Pero la medicina la viví desde pequeño y parece que estaba predestinado.

-En todos estos años que lleva ejerciendo la medicina, ¿cómo ve que ha cambiado la sanidad?

-Muchísimo. En mi especialidad cuando pienso como hacíamos algunas operaciones en los años 70 y cómo las hacemos ahora, se me ponen hasta los bellos de punta. Afortunadamente ha cambiado a mejor. También el nivel de acceso de la población a la medicina de calidad y de vanguardia porque ahora mismo prácticamente todo el mundo tiene acceso en nuestro país.

-Sin embargo, en los últimos años también se han producido grandes recortes...

-Es preocupante porque la educación y la sanidad deben ser pilares en cualquier sociedad. Y la sanidad está saliendo ahora adelante gracias al esfuerzo de muchos profesionales. Ya que se está repuntando la crisis hay que prestar mayor atención porque hemos tenido una sanidad de las mejores del mundo y estamos a punto de perderla.

-En ese sentido, ¿ve peor que nunca la situación?

-No sé si peor que nunca porque creo que a pesar de todo se está supliendo, pero la situación está ya al límite y hay que dedicar más medios y más atención.

-¿Considera que el médico del presente tiene futuro en España?

-La profesión es apasionante, pero hay que reconducir mejor las salidas profesionales porque es frustrante que una persona dedique seis años a la carrera y otros cuatro a la especialidad para luego salir al paro. Estamos perdiendo el tiempo en este país porque a los médicos españoles se los rifan en el extranjero. La formación es buena y las personas que acceden por los sistemas de selección de la universidad garantiza que sean válidas y trabajadoras. Pero como sociedad estamos fallando en la inversión.

-¿Qué opina de un país que permite la fuga de cerebros?

-Es un absurdo totalmente. No estamos orientando bien los recursos y estamos perdiendo capital humano y económico que se invierte para que se los lleven países tecnológicamente, económicamente y socialmente más avanzados como Alemania o Reino Unido.

-¿Es la investigación científica la gran sacrificada?

-La investigación lo viene siendo. El problema es que afecte a la asistencia sanitaria que se da a la población porque se sigue dando un servicio de calidad, pero los profesionales están ya al límite.

-¿Cree que este panorama redundará también en el futuro de la universidad?

-Confío en que no y en que haya un punto de inflexión. A pesar de la situación política actual, espero que nos pongamos de acuerdo y haya consenso y sensibilidad entre los distintos partidos políticos en este asunto porque pienso que el 80% de los objetivos pueden ser comunes a todo el arco de ideologías. Deben buscar una ley de educación y de sanidad que sirvan para todos y pensar a medio plazo para fijar unas líneas. Yo soy optimista, pero hay que concienciar a los ciudadanos para que pidan a los políticos que legislen adecuadamente.

-Hablando de universidad, la de Málaga es una institución vinculada históricamente a la Academia Malagueña de Ciencias que preside. ¿Cuál es la relación de ambas en estos momentos?

-Históricamente mucha. La academia se fundó en 1872 y vino a paliar la carencia de instituciones académicas y universitarias aquí. Luego en los años 60 y 70 una de las instituciones que más luchó por traer la universidad a Málaga cuando parecía imposible, porque había muchos intereses en que no viniera, fue la academia que entonces se llamaba Sociedad Malagueña de Ciencias. Ha habido momentos mejores y peores en el pasado, pero en el presente tenemos firmados dos convenios y creo que el futuro también es prometedor. Hay un dato curioso y es que los tres últimos rectores de la Universidad de Málaga son académicos. Pero el darnos a conocer sigue siendo una asignatura pendiente.

-¿Por qué cree que no han sabido hacerlo?

-La ciencia en principio no vende si no se sabe expresar la utilidad social. Por tanto, entiendo que parte de culpa es nuestra. Pero la Academia hace un trabajo importante para mejorar la calidad de vida de la gente porque proporciona conocimiento y eso implica aumentar el espíritu crítico y que los ciudadanos tengan más independencia de criterios. En ese sentido, estamos empezando a cambiar las cosas.

-Usted considera que para avanzar en el bienestar colectivo hay que contar con la aportación de los intelectuales, pero ¿falta de unión entre vosotros?

-Más que unión, sintonía entre los sabios entre comillas. Han sido tradicionalmente muy individualistas y egoístas quizás. Entiendo que tenemos que trazar más medios comunes al servicio de todos.

-Uno de sus deseos como presidente, ¿es recuperar la sede histórica de la academia que ahora ocupa el colegio Prácticas número 1 de Málaga?

-Sí, y a medio plazo lo veo factible. En la Plaza de la Constitución estuvimos desde 1877 hasta 1972, y se puede buscar una solución para el día de mañana y que los niños estén mejor atendidos en un centro más moderno. Más que recuperar la sede para la academia, es un espacio que debe servir para la cultura y la ciencia de toda Málaga.

-En la Academia han hecho algunos informes no siempre bien acogidos sobre temas de actualidad, como el río Guadalmedina. ¿Qué salida le ve a ese asunto?

-Hicimos un estudio hace unos años que titulamos Málaga versus Guadalmedina porque realmente entendemos que es una cicatriz o una herida para la ciudad. El problema del Guadalmedina es que es un problema de Estado, más que de ciudad, porque desborda los medios de un municipio y de una comunidad. El primer tema a solucionar es el hidrogeológico porque, aunque tengamos la presa aguas arriba, el río sigue siendo una bomba de relojería. Habría que estudiar desviar el cauce o garantizar que no pueda haber un problema de seguridad para la ciudad si llueve porque en el pasado ha habido muchas tragedias que nadie quiere que se repitan nunca. Una vez eliminado ese tema, ahí hay miles y miles de metros cuadrados que pensando en una sociedad del futuro tendría ventajas para crear espacios de uso.

-En cuanto al Metro, ¿piensa que es tan difícil que las administraciones se pongan de acuerdo?

-No creo que sea tan difícil entre administraciones alcanzar un consenso. Tiene que haber una voluntad política, pero las soluciones técnicas son las que son y en algún momento hay que tomar una decisión política. Pero tomarla y seguirla porque no se puede estar cambiando de rumbo cada dos por tres, sobre todo, si hay ayudas europeas que podemos perder. Además, una ciudad sin unos medios de transporte colectivos articulados no puede crecer tampoco.

-¿Qué opina del modelo que se está desarrollando turísticamente en zonas como el Centro ?

-También hicimos un informe sobre el Pepri del Centro diciendo que había que regular el uso hostelero y no sentó bien. La hostelería está aportando un desarrollo económico importantísimo a Málaga, pero no podemos fijarnos sólo en ello como ya hicimos hace algunos años con la construcción. Hay que diversificar las fuentes económicas por el bien de todos y para evitar riesgos de un colapso agudo. Me da pena pensar que Málaga fue una potencia industrial y que eso lo hemos perdido.

-Usted es cofrade, ¿verdad?

-Sí, quizás un poco atípico y crítico con algunas cosas pero me gusta la Semana Santa.

-¿Qué piensa de ella?

-Pienso que la Semana Santa es un patrimonio de mucha gente, no sólo de los cofrades ni siquiera de Diócesis. Soy católico practicante, pero no podemos los católicos ni la Diócesis verla como una propiedad sólo nuestra. Aún así, creo que la Semana Santa goza de buena salud y es un bien para Málaga. Hay algunos temas que pueden ser incoherentes, pero tampoco podemos ser fundamentalistas. Debemos ver la parte positiva porque considero que aporta mucho no solamente en esos días, sino durante todo el año. Además, las cofradías hacen más de lo que a veces se note, sobre todo, en solidaridad. Por tanto, creo que la Semana Santa es una fuente de riqueza espiritual y de otras muchas cosas que tenemos que cuidar, pero no pensar que es propiedad de unos cuantos.

-¿Cambiaría algo?

-La verdad es que no sabría bien qué decir, porque siempre se puede mejorar algo. Pero hay mucha gente trabajando y, aunque siempre se puede acercar alguien con intereses, la inmensa mayoría de la gente trabaja en ella de buena fe y pensando en el bien de los demás.

-¿Tiene la Semana Santa algo que envidiarle a la de Sevilla?

-No, lo que podemos tener de menos es la antigüedad de muchas imágenes que en Málaga se perdieron por diversas circunstancias históricas. Pero como fenómeno sociológico no tenemos nada que envidiarle a nadie ni tenemos que tender a parecernos a nadie. Somos como somos y está bien.

-Decía que las cofradías son solidarias, ¿piensa que el malagueño en general también lo es?

-Hay mucha gente haciendo muchas cosas de solidaridad y creo que las generaciones jóvenes son mucho más solidarias de lo que lo hemos sido las previas, a pesar de que tanto se critica a la juventud actual. Quizás habría que saber encauzar para aprovecharlas porque en las circunstancias sociales actuales hay muchos problemas.

-En ese escenario, ¿cómo ve usted unas nuevas elecciones generales?

-El poder expresarnos nunca es malo. Pero me da un poco de miedo que nuestros representantes no sepan ceder todos un poco para sacar al país adelante. Esperemos que en esta ocasión sí. Aunque está claro que hay que gobernar de otra forma distinta a la que se ha venido gobernando en España desde el inicio de la democracia y hay antecedentes en Europa de gobiernos de coalición y habrá que llegar a eso, pero no demorarlo mucho.

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