Más de un siglo sin penas

La bodega Quitapenas es una empresa familiar histórica que está siendo gestionada por la sexta y séptima generación · Están invirtiendo 1,2 millones de euros para mejorar la producción

Víctor Suárez Onrubia, Miguel Suárez González, José Suárez Gutiérrez y Javier Suárez Alcaide, la sexta y séptima generación, brindan por la historia y el futuro de Quitapenas.
Ángel Recio / Málaga

27 de mayo 2012 - 01:00

Uno de los nombres más apropiados que se le pueden poner a una bodega es, desde luego, Quitapenas. Cuentan sus propietarios que ese nombre, que llevan a gala, surgió a finales del siglo XIX cuando la familia Suárez compró unos terrenos en el número 99 de la carretera de Málaga a Almería en los que instalaron una bodega con lagar, almacenes y una casa comida. Muchos transportistas que iban con sus carros desplazando mercancía desde Málaga hasta los pueblos de la zona este de la provincia y la Axarquía paraban allí a comer y tomar algún trago. "La generosidad de su propietario, el buen vino de los montes y la buena cocina hacen que algunos arrieros con pocos recursos y estómagos vacíos aliviaran su necesidad y pagaran lo consumido cuando cobraran el transporte", explican. Hoy en día, la bodega Quitapenas es mucho más que eso. Produce más de 250.000 botellas de vino al año, exporta a medio mundo y están apostando por nuevos productos. El último será un moscatel espumante de baja graduación que saldrá a la venta en un mes.

Su origen se remonta a 1825 cuando Ramón Suárez y su esposa María Aguilar heredaron una obrada de viñas en Cútar y media en Comares para cultivar la vid, elaborar vinos y hacer pasas. En 1834 testamentaron en favor de su hijo, José Suárez Aguilar, quien adquirió en régimen de gananciales con su esposa María Dolores Rey otras tres obradas en el partido de las Alcairias en Comares, junto a una casa, un pasero y un lagar. Uno de los actuales gerentes -también llamado José Suárez y que corresponde a la sexta generación- conserva en su despacho el testamento que sus antepasados hicieron en 1870 en el que dejaban los terrenos a su sobrino Francisco Suárez Pineda, un documento digno de admiración por la caligrafía manuscrita y las expresiones de la época.

Recibió las viñas pero con la mala fortuna de que en esa época se extendió la plaga de la filoxera por la Axarquía y dejó a la familia al borde de la ruina. Se tuvo que trasladar al Valle de las Viñas de El Palo, en la capital malagueña, y abrió un negocio de vinos y comidas en la calle del Mar llamado Huertecillo. Fue en 1880 cuando fundó la bodega que hoy opera como tal y que, como no podía ser de otra forma, elaboraba vino de los montes. En 1893 adquirió los nuevos terrenos mencionados anteriormente y la casa de comidas y bodegas empezó a ser llamada Quitapenas entre los clientes.

Francisco Suárez Pineda falleció en 1916 y la empresa fue heredada por su hijo José Suárez Villalba, que relanzó la compañía montando una fábrica de aguardiente y licor, comercializó sus vinos y decidió crear varias tabernas por la capital. Fue también en esta época cuando sacó el Moscatel Quitapenas Dorado, un caldo que en estos momentos sigue siendo el más vendido por la bodega junto con el Quitapenas Málaga Dulce.

En 1940 vendió la empresa a sus hijos Francisco, José y Maximino Suárez Tijeras y éstos sacaron nuevas marcas, ampliaron el almacén, entraron como miembros en el Consejo Regulador de Denominación de Origen Málaga, abrieron más tabernas y empezaron a vender vino al resto de España e incluso a exportar con la marca Quitapenas.

En 1974 la gestión fue adquirida por la sexta generación, que se mantiene al frente con José Suárez Gutiérrez y Javier Suárez Alcaide a la cabeza, e incluso ya se ha incorporado la séptima generación.

"Estamos en un momento de expansión con nuevos productos y nuevos mercados", subraya José Suárez, que ya tiene 72 años pero que no tiene, por el momento, intención de jubilarse. Este directivo afirma que "la solidez de nuestra empresa se debe a que siempre hemos diversificado mucho el riesgo, que tenemos bodega de elaboración y un espíritu exportador". Un 25% de la producción total se vende en los mercados exteriores con partidas a Francia, Italia, Hungría, Suiza, Polonia, Austria, Estados Unidos, Panamá, República Dominicana, Australia o Japón, aunque Suárez adelanta que quieren acceder en breve también a India, China y Corea. "Vamos a todo lo que surja", dice este empresario que mantiene un espíritu joven y ganas de trabajar.

El vino Málaga es su principal referencia aunque no se cierran a nada. De hecho, también elaboran un tinto llamado Guadalvín, un blanco de nombre Vegasol y hasta una sangría (Frusol), aunque Suárez reconoce que en este último segmento es muy difícil competir con las grandes bodegas nacionales. Quieren adaptarse a las nuevas demandas del mercado y, según explican, ésta quiere vino de menor graduación alcohólica, por lo que están ultimando la elaboración de un moscatel espumante.

No tienen viñas y adquieren toda la uva de la Axarquía, Mollina o los Montes de Málaga, aunque la elaboración sí se hace en la bodega a la que se trasladaron en 2004 en la carretera de Guadalmar. La competencia es enorme y nadie se puede dormir en los laureles. Precisamente por eso Quitapenas está inmersa desde el año pasado en un completo proceso de renovación que supondrá la inversión de 1,2 millones de euros. Se va a mejorar el lagar de elaboración, los depósitos, las cámaras de conservación o el embotellado y durante estos días tienen a varios técnicos, algunos procedentes de Italia, instalando la nueva maquinaria.

La visita de este diario coincidió con la de un grupo de turistas a los que se les explicó como se elabora el vino y se les dio una degustación. Suárez recuerda que su bodega fue una de las pioneras en el ahora denominada turismo enológico ya que hace 30 años recibían a viajeros italianos que llegaban a Málaga a bordo de un barco aunque, en ese caso, estos turistas preferían comprar brandy. En estos momentos Quitapenas recibe a unas 80.000 personas al año entre las visitas guiadas y la celebración de otros eventos como bodas o fiestas en la bodega.

Otro punto para degustar sus caldos son sus tabernas. Mantienen cinco propias y una franquicia en Málaga capital, un número significativo pero alejado de la treintena que poseían hace tres décadas.

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