La última lección magistral
El catedrático de Derecho Internacional Público y decano de la Facultad de Derecho falleció el miércoles por la noche · Rodríguez Carrión dejó establecido que no se hicieran ceremonias religiosas ni sociales de despedida
La vida se le apagó el miércoles por la noche a Alejandro Rodríguez Carrión. El catedrático de Derecho Internacional y decano de la Facultad de Derecho ha muerto tras perder la batalla que durante 19 meses ha sostenido contra el cáncer de pulmón.
Las puertas de la Facultad de Derecho amanecieron ayer cerradas. Ha sido el signo más evidente de la ausencia. Alejandro Rodríguez Carrión no quiso ceremonias sociales ni religiosas de despedida. En un último gesto de compromiso con la institución universitaria, dejó establecido que su cuerpo se donara a la Facultad de Medicina para la formación e investigación médica.
Un somero acto académico congregó ayer a mediodía al consejo de Gobierno de la Universidad, al Consejo Social, los miembros de la junta de la Facultad de Derecho y a sus compañeros del Departamento de Ciencia Política, Derecho Internacional y Derecho Procesal que rindieron homenaje a uno de los catedráticos más prestigiosos de la Universidad de Málaga (UMA).
Rodríguez Carrión (Nador, 1946) estudió Derecho en la Universidad de Granada, donde fue alumno del catedrático de Derecho Internacional sevillano Juan Antonio Carrillo Salcedo. De aquella relación surgió una amistad y un respeto profesional que le marcó la trayectoria y que Carrillo recordaba el pasado 28 de febrero durante su discurso al ser distinguido como Hijo Predilecto de Andalucía.
Ya como docente e investigador pasó por las universidades de Granada, Autónoma de Madrid, Oslo (Noruega) Berkeley (Estados Unidos), Groningen (Holanda) y Sevilla hasta que se incorporó a la Universidad de Málaga en 1982. Dos años después se convirtió en decano de este centro, un puesto para el que volvió a ser votado en 2004 y reelegido en junio del año pasado. Durante su trayectoria en Málaga impulsó los másteres de Derecho Comunitario de la UMA y de Abogacía.
El presidente de la Audiencia de Málaga, Francisco Javier Arroyo Fiestas, le recordaba ayer como "el profesor con más capacidad pedagógica que he conocido". Arroyo fue alumno de Rodríguez Carrión en el máster de Derecho Comunitario. Aún tiene grabados el "optimismo vital" que irradiaba y el talento para hacer interesantes "materias que podían llegar a ser tediosas".
"Sus clases eran magistrales y divertidas", subraya Rubén García, estudiante de Derecho y miembro de la junta de centro de Derecho. El alumno todavía está impactado por el compromiso que Rodríguez Carrión ha mantenido con la universidad hasta el último momento. Se solventaron algunos obstáculos físicos en la facultad para que pudiera acceder con la silla de ruedas. Despachaba los asuntos administrativos en el Decanato e impartía clases como si no sucediera nada. "Ya en las últimas semanas si algún día no llegaba dos horas antes para prepararse la clase, entonces no la daba", dice conmovido por el respeto que le merecía al catedrático la tarea de enseñar.
Rodríguez Carrión supo de su dolencia tras sufrir un desvanecimiento durante la investidura de su maestro Juan Antonio Carrillo Salcedo como doctor Honoris Causa de la Universidad de Málaga. Era octubre de 2007 y el discurso que había preparado tuvo que ser leído por su antiguo compañero en las aulas de Derecho en la Universidad de Granada, el ex rector de la UMA y el catedrático de Derecho Financiero y Tributario José María Martín Delgado.
Pero enseguida se incorporó a sus clases y a sus obligaciones en la facultad. Pudoroso y discreto, los estragos de la enfermedad quedaban ocultos detrás de su sonrisa permanente y de la rutina del trabajo diario.
Su última aparición pública tuvo lugar el 9 de mayo. El Consejo Andaluz del Movimiento Europeo le reconoció, junto al presidente de la Audiencia, con el premio Blanco White por su defensa de los derechos europeos. Su estado de salud se había agravado y hacía ya días que permanecía postrado en la cama, pero Rodríguez Carrión, siempre demasiado mesurado para los fastos públicos, venció las resistencias iniciales al homenaje e hizo un último esfuerzo. Se preparó a conciencia para volver a sentarse en la silla de ruedas y a través de su hijo resaltar que había dedicado su vida "a enseñar en lo que de verdad creo y encima me pagan por eso".
Arroyo Fiestas rememora cómo disimulaba el dolor "y apretaba la mano de Victoria, su mujer, en una imagen que es ejemplo hasta el final de amor y pundonor".
La rectora de la UMA, Adelaida de la Calle, resaltaba ayer tras leer el discurso institucional en recuerdo a su figura, que nunca ha faltado a un consejo de Gobierno. Incluso ya en los últimos meses cuando debía acudir en silla de ruedas. "Y todos los consejos de la universidad se han enriquecido con su actitud activa y batalladora para mejorar un texto o una actuación".
Adelaida de la Calle conoció a Alejandro Rodríguez Carrión hace 20 años en una terraza de Nerja, durante uno de los cursos de verano de la UMA, que entonces organizaba ella, en los que participó el catedrático de Derecho Internacional: "Sentí admiración al oír alguien muy docto en lo que hablaba".
"Por su coherencia, personalidad, trato y toma de posición ha creado escuela. Sus enseñanzas han transcendido lo meramente jurídico", recordaba ayer Manuel Camas, decano del Colegio de Abogados de Málaga, que en 1985 también fue alumno suyo.
Junto a su huella profesional y humana, Camas destaca su capacidad para la gestión. "Durante los dos últimos años ha trabajado mucho para relanzar las relaciones entre la universidad y el Colegio", alianza que ha quedado plasmada en el máster de Abogacía. En el mismo sentido, Francisco Javier Arroyo Fiestas destaca su colaboración para convertir la Facultad de Derecho de Málaga "en una de las mejores de España", opinión que también comparte Bernardino León Gross, actual secretario de la Presidencia del Gobierno y en la anterior legislatura número dos del Ministerio de Asuntos Exteriores.
León Gross fue también alumno de Rodríguez Carrión. Ayer glosaba su figura y reconocía el "hueco enorme que dejará en Málaga" un hombre por el que sentían "un gran respeto" los grandes nombres del Derecho Internacional tanto de España como de fuera. "El mundo le interesaba mucho y creía que se podía responder a los problemas existentes desde el Derecho Internacional", puntualizó, al tiempo que añadió que esa defensa de la legalidad internacional la aprendió "como dogma importantísimo" que ha aplicado "y tenido siempre muy presente". "Eso me ha marcado como diplomático y como político", recalcó.
Su coherencia y compromiso también alcanzaron el campo político. En 1987 estuvo a punto de ser candidato a la alcaldía de Málaga por Izquierda Unida. El entonces dirigente del Partido Comunista (PCE) y de IU, Inocencio Fernández, lo propuso como cabecera de cárcel para aquellas municipales y él aceptó. Alejandro Rodríguez Carrión era militante del PCE, aunque siempre ajeno a las actitudes dogmáticas, se encuadraba en la sensibilidad renovadora. La línea dura del PCE se opuso a su designación: "Fue una gran oportunidad perdida", se lamentaba ayer Inocencio Fernández. "Posiblemente si se hubiera presentado, las izquierdas no hubieran perdido el Gobierno municipal de Málaga porque era dialogante, transmitía confianza y siempre tenía una sonrisa en la boca".
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