Los últimos negocios tradicionales de Larios

Los altos alquileres de la octava calle más cara de España están acabando con los comercios tradicionales, que resisten a duras penas al poderío de las grandes marcas y franquicias

Raquel Garrido / Málaga

28 de marzo 2010 - 01:00

Más de un siglo de historia dan para muchos cambios en una calle que desde entonces ha sido el buque insignia y el escenario donde ha discurrido buena parte de la historia reciente de Málaga. La calle Larios es y ha sido desde finales del siglo XIX el centro comercial y social de la ciudad. Pero su transformación, positiva para la mayoría, ha supuesto también la progresiva desaparición de los comercios tradicionales que le han dado vida a la zona durante décadas y que han sido engullidos irremediablemente por las grandes firmas y conocidas franquicias, las únicas con solvencia para sumir los alquileres desorbitados en la octava calle más cara de toda España.

Apenas quedan ocho de las tiendas y bares emblemáticos que han visto en primera línea el cambio que ha sufrido la céntrica calle. Son los únicos que han resistido al avance imparable de las poderosas firmas que buscan hacerse un hueco entre los locales que van quedándose libres cuando sus antiguos propietarios se jubilan o cuando, ahogados por la crisis, se ven abocados a ceder ante el poderío de las grandes empresas.

David contra Goliat. El presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería de Málaga (Aehma), Rafael Prado, lo advirtió hace unos días. "Las grandes marcas se están quedando con las mejores calles y locales del casco antiguo y eso tiene como consecuencia la pérdida de nuestra identidad", se quejó. Los que aún resisten coinciden en que el precio del alquiler de los locales -que se sitúa ya entre los 120 y los 150 euros por metro cuadrado al mes- es la principal causa. "O tienes una gran capacidad de rotación como las empresas más fuertes o mucho margen de beneficios para poder afrontarlo", explicó Aurelio Marcos, uno de los socios de la conocida joyería ubicada en la calle Larios y que abrió su abuelo hace ya casi 70 años.

En su caso, quizás echa de menos que haya tiendas de firmas más exclusivas para atraer a un público que case mejor con los artículos que vende en su establecimiento. Aunque también es consciente de la "vida" que tiene la calles desde que fue peatonalizada y se asentaron en ella las marcas más demandadas por el público de a pie. La mayoría de los comerciantes que se mantienen creen también que estas firmas son las que más gente atrae, pero al mismo tiempo se pierde "la cercanía y el trato personalizado que han caracterizado siempre a los comercios tradicionales y familiares". Así lo piensa Pepe Luque, el responsable de la Óptica Barbarela que lleva más de sesenta años en el mismo sitio al pasar de padres a hijos desde entonces. El secreto de este negocio, que primero se llamó Soloptical y luego Centro Óptico de Málaga, frente a las franquicias es en su opinión que "se busca el lado humano de los dependientes para tratar a los clientes y no tanto el prototipo físico".

La profesionalización y fidelidad de su personal es también una de las características de la tradicional tienda de complementos Orly, que lleva 40 años implantada en una de las calles con más caché de Málaga. Santi Zayas lleva prácticamente toda la vida trabajando en esta tienda y ha ido viendo cómo la calle Larios pasó de estar plagada de comercios tradicionales en los años 70 y cómo en los 80 los bancos se fueron haciendo con los mejores locales hasta que las grandes firmas tomaron el relevo. "Son los negocios que ahora prefieren los empresarios jóvenes", aseguró esta dependienta, que criticó que en el centro histórico de otras ciudades no pasa y "aquí en cambio vemos como los Zara aparecen por todas partes como los champiñones".

La falta de relevo generacional es precisamente lo que llevó a la cafetería La Cosmopolita a echar el cierre definitivo en julio de 2008 cuando su propietario, Fernando Megías, se jubiló después de 60 años al frente de este punto de encuentro escenario de debates, reuniones y largas conversaciones frente a un café. No es el caso de la hija del propietario de la antiquísima farmacia Mata. Pilar Romero tiene claro que si pudiera compraría el que ha sido el negocio de esta familia desde 1931. Siempre tuvo claro que quería seguir la trayectoria familiar y trabaja junto a su padre en un establecimiento que desde que fue fundado por la familia Pérez de Guzmán en 1894 ha sido testigo de toda la transformación que ha sufrido la calle. Desde que fue inaugurada con un suelo de tacos de madera al más puro estilo de un salón de baile a finales del siglo XIX a cuando fue peatonalizada con adoquines en 2003.

Su familia ha vivido siempre en el mismo edificio de la farmacia y Pilar recuerda cuando iba a los antiguos almacenes Temboury a por palomitas y a comprar al centro comercial Gómez-Raggio. Pero todos aquellos emblemas del comercio malagueño desaparecieron y el esplendor de la calle más céntrica de Málaga quedó empañado durante años por la creciente inseguridad que se iba imponiendo en la zona. Hasta el punto, recordó esta farmacéutica, que "era normal escuchar los gritos de los turistas después de haber sido atracados". En el caso de esta farmacia también la fidelización de sus clientes por el trato personal y cercano ha sido la clave del éxito. Sus empleados llevan casi toda su vida allí.No hay mejor ejemplo que Juan Rivero a punto de jubilarse empezó a trabajar con tan sólo 14 años.

Las franquicias también les están comiendo el terrero a la hostelería autóctona. Con el cierre de La Cosmopolita, ya únicamente quedan dos de estos locales tradicionales. La heladería Casa Mira es el inquilino más antiguo de toda la calle, ya que abrió sus puertas en 1890. Pequi Muñoz, una de sus empleadas lleva muchos años trabajando allí, y asegura que antes había más variedad de tiendas y bares, aunque considera que para tapear o comer "ya están todos los restaurantes que han abierto en las calles aledañas y no hacen falta más".

La cafetería Lepanto conforma el resto de la oferta hostelera malagueña de la calle Larios y María Vera, una empleada que lleva 27 años trabajando en ella, también cree que la oferta de bares está cubierta y que "la gente viene a pasear". Y eso se nota, sobre todo, desde que fue peatonilizada y desde que el puerto de la capital se convirtió un punto de atracción para los grandes barcos de crucero. Sin embargo, hay comerciantes que piensan que desde que la calle Larios es peatonal "no se vende igual". Así opina Rafael Martín, que regenta una joyería que lleva su nombre desde hace 30 años, porque "cuando había tráfico la gente no tenía más remedio que ir por las aceras y ver los escaparates".

Los negocios tradicionales no son los únicos que han ido perdiendo terreno en esta zona por los altos alquileres. También se ha ido despoblando en pos de los oficinas, consultas médicas y notarias en las que se han convertido los grandes pisos señoriales. Apenas quedan 48 vecinos en toda la calle Larios. Muchos no han vivido nunca en otro lugar y ya no querrían hacerlo.

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