La Venta Españita apaga sus fogones tras 45 años de tradición familiar: "Tenemos un pellizco en el pecho difícil de quitar"

El fallecimiento de su fundador y la falta de relevo generacional ponen fin a un establecimientos muy querido

El pueblo de Málaga donde Picasso encontró inspiración y que ahora fascina al mundo

Venta Españita en los Montes de Málaga
Venta Españita en los Montes de Málaga / M.H.

La Venta Españita, uno establecimiento muy querido, ha cerrado definitivamente sus puertas tras 45 años de actividad. Situada en plena Barriada de los Gámez, junto al pantano del Agujero, el histórico establecimiento pone fin a casi medio siglo de cocina tradicional y vida familiar tras el fallecimiento de su fundador, Diego España Ríos, más conocido como Españita.

El anuncio llegó esta semana a través de un comunicado publicado por la propia familia en las redes sociales. En él agradecían las innumerables muestras de cariño recibidas y resumían lo que ha significado este lugar para generaciones de malagueños. “Muchísimas gracias por todos estos años de comidas familiares, de empresas y celebraciones de todo tipo. Nuestros clientes han crecido con nosotros y por ello nos sentimos muy orgullosos. Hasta siempre, amigos. ¡Os llevaremos en el corazón!”, manifestaban.

Un rincón esencial de la gastronomía

La Venta Españita era conocida por su terraza soleada, ideal para los días de buen tiempo, y por un acogedor salón interior que durante décadas fue refugio de caminantes, familias y ciclistas que buscaban un plato humeante en invierno.

Salón de la Venta Españita
Salón de la Venta Españita / M.H.

Su carta era un homenaje absoluto a la cocina de la zona: platos de los montes, carnes a la brasa, parrilladas, cordero, lomo en manteca, arroces y guisos tradicionales. Pero la propia familia reconoce que había tres recetas que se convirtieron en emblema de la casa: las migas, las berzas y el arroz con leche.

Antonia, hija del fundador y una de las actuales responsables de la venta, ha vivido el cierre con una mezcla de alivio, tristeza y orgullo. “La venta cierra después de 45 años. Al fallecer mi padre hemos decidido cerrar nosotros. Ha sido un negocio muy familiar, la hemos llevado siempre entre todos”, explica.

Diego España junto a su hija Antonia, abajo a la izquierda, y el resto de sus hijas
Diego España junto a su hija Antonia, abajo a la izquierda, y el resto de sus hijas / M.H.

Su vida entera ha estado marcada por los fogones. “Llevo desde los 20 años en la venta, y ahora con 65 creo que ya es hora de descansar. Me parece que este año va a ser el primero que el día de Navidad podamos comer tranquilos, mi marido y mis hijos, sin necesidad de estar despachando en el bar.”

Sin embargo, ese alivio y descanso llegan acompañado de un vacío emocional difícil de asumir para la familia. “Esto ha sido nuestra vida prácticamente y tengo un pellizco en el pecho que no se me quita. Con el tiempo se pasará, pero se me ponen los vellos de punta nada más que de hablar”, confiesa Antonia emocionada.

El relevo generacional que nunca llegó

El cierre no se debe solo al fallecimiento del fundador, también ha sido clave la falta de un relevo generacional, algo que Antonia entiende perfectamente. “Las nuevas juventudes ya no quieren seguir en este negocio ni en la hostelería. Han estudiado, se han preparado otras carreras y tienen otro tipo de vidas. Desde pequeños han visto lo sacrificada que es la hostelería y no quieren seguir con esto", asume con pesar la última dueña de la venta.

stats