Málaga

La fiesta de verdiales celebra en plenitud la tradición más autóctona de Málaga

Un fiestero toca los platillos ataviado con el sombrero típico.

Un fiestero toca los platillos ataviado con el sombrero típico. / Javier Albiñana

La Primera de Comares, guiada por la vara de mando de la hija del veterano verdialero Paco Maroto, fallecido el pasado verano, se sube al escenario del parque Jiménez Díaz del Puerto de la Torre. En ese mismo momento, en la parte alta del recinto, la panda El Manantial y otras muchas tocan y bailan junto a sus carpas. Todo se llena del incesante repiqueteo de las castañuelas, ria, ria, pitá. De las notas de la guitarra y del violín, de los platillos, de los cantes agudos que parecen clamar desde esta atalaya a un cielo azul y despejado. Es la 60 edición de la Fiesta Mayor de Verdiales y Málaga celebra en plenitud su tradición más autóctona. 

Camisas blancas, pantalones y faldas negras, jazmines en el pelo, lazos de colores, sombreros de flores, espejos y perlas. Todo en los verdiales tiene un sabor antiguo que enorgullece y una sabia nueva que garantiza su permanencia en un presente y un futuro en el que la mujer tiene cabida completa en la fiesta. "Hoy es el día más importante para todo fiestero", señala Paqui Fernández, alcaldesa de la panda El Manantial. Solo Marivi Romero comparte con ella el cargo más alto de estas agrupaciones. Son las que inician las luchas, las que señalan a los que van a cantar y la que las dan por terminada. 

"Las mujeres hemos ido metiéndonos poco a poco en la fiesta, ya hay mujeres que tocan la guitarra, los platillos, estamos mucho más integradas", comenta Paqui, que empezó en los verdiales con 20 años y lleva cinco siendo alcaldesa. "Los verdiales eran antes la forma que tenían de divertirse en el campo, en una boda, en las navidades, en el campo recogiendo aceitunas o almendras", señala. "Era la forma de celebrar, coger instrumentos sencillos que tenían en casi todas las casas, una guitarra, un pandero, unos platillos y tocar y cantar", añade. 

Aunque los verdiales hunden sus raíces en el campo, a pesar de ser una tradición rural que iba pasando de padres a hijos, en este siglo XXI la fiesta ya es un folclore urbano, como explica el violinista Pepe Molina, de la panda Santo Pita. Nueve escuelas municipales velan por la formación de las nuevas generaciones y la perpetuidad de unos cantes que se remontan a un pasado bien lejano. En su libro Fiesta de verdiales, una aproximación a sus orígenes sitúa las primeras referencias en los años 2500-2200 antes de Cristo.

Las castañuelas no faltan en las manos de los bailaores. Las castañuelas no faltan en las manos de los bailaores.

Las castañuelas no faltan en las manos de los bailaores. / Javier Albiñana

"Los hititas ya tenían conjuntos de música formados por una flauta doble, pandero, platillo, caracola y un tipo de guitarra arcaica, también tenían un hombre de la vara que los guiaba", comenta Molina, que lleva desde que era un niño apegado a los verdiales. Igual que Francisco Torres, veterano guitarrista que considera que "ya hay que ir dejando espacio a los más jóvenes que llegan". 

Los referentes, fundamentales para servir de guía, están entre los que llevan décadas inmersos en este folclore. Y, junto a ellos, en la misma formación, despuntan niños y adolescentes que aprendieron mientras jugaban, que empezaron a amar los verdiales mientras acompañaban a padres, tíos o abuelos. Clara y Carmen tienen 12 y 11 años y bailan desde hace tiempo en la panta Jotrón y Lomillas, otro nombre grande dentro de los verdiales. 

"Hay muy buen ambiente, mucha amistad, así que les gusta venir, tenemos varias generaciones empujando, hay gente de todas las edades", apunta la bailaora Vanessa Jurado. Su traje, aunque respetando la tradición de la camisa blanca y la falda negra, han cambiado el fajín rojo por un rosa buganvilla que también llevan en los labios y en los accesorios. "La raíz tiene que ser la raíz, pero se va innovando un poco". 

Una niña sujeta la vara de mando entre panderos, violines y guitarras. Una niña sujeta la vara de mando entre panderos, violines y guitarras.

Una niña sujeta la vara de mando entre panderos, violines y guitarras.

Un total de 32 pandas están federadas y 25 de ellas han participado este 28 de diciembre en la Fiesta Mayor de Verdiales, "el día más grande que hay en toda Málaga, donde están todas las pandas de todos los estilos representadas, Montes, Almogía y Comares, donde se expone el folclore autóctono más único de Málaga y, por tanto, del mundo", detalla José María Cuenca, presidente de la Federación Provincial de Pandas de Verdiales. 

"El concurso es el gusanillo, la motivación, pero el 28 de diciembre ganamos todos, gana la fiesta de verdiales, gana Málaga y gana el público", agrega Cuenca y señala que esperan tener una jornada de lleno total en este recinto del Puerto de la Torre. "El relevo generacional está asegurado, tenemos muchas décadas por delante de tranquilidad, gracias a las escuelas municipales que el Ayuntamiento subvenciona durante todo el año, que están llenas de alumnas y alumnos, y a una media de edad de 35 a 40 años de las pandas en activo", concluye el presidente de la Federación. Pues queda dicho. Larga vida a la fiesta. 

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