Se cumplieron hace poco 10 años del Málaga-Sporting que permitió al club costasoleño clasificarse por primera y única vez en su historia para la Champions League. Una década después, se repite el partido en La Rosaleda, pero ahora Málaga está colgando del precipicio. Lo estuvo antes institucionalmente, pero nunca lo estuvo deportivamente tanto desde que en 1998 se ascendiera al fútbol profesional. En la temporada 2006/07 se sorteó una situación crítica con Muñiz al frente en las últimas jornadas, evitando el descenso a Segunda B, y acabó siendo la palanca para volver al año siguiente a Primera División. Pero esta vez ni los jugadores, ni los técnicos ni la afición estaban preparados para verse en el pozo transcurrido ya un tercio de la competición.

La situación es crítica. Sigue el mensaje de los entrenadores rivales, esta vez de Abelardo, tildando de “equipazo” al Málaga CF. Pero los técnicos contrarios ven al elenco blanquiazul, ahora de Pepe Mel, último en la lista de responsables de la situación actual, como una bicoca. Le esperan para que se ahogue en su ansiedad, se cueza en sus propias miserias, sus “errores groseros” y desaplicaciones impropias de futbolistas profesionales.

El Sporting, otro de esos clubes como el Málaga CF o el Zaragoza que por dimensión, tradición y masa social deberían estar en Primera pero han quedado atrapados en el fango de la Segunda División. Marcha en la mitad de la tabla, undécimo con 20 puntos, a tres de los puestos de ascenso y con siete de margen con respecto al descenso, que marca ahora su máximo rival, el Oviedo. Uno de sus mitos, Abelardo, vuelve a ser entrenador y el reto es estar en la parte alta. Tiene un equipo intenso, con las dosis habituales de cantera y con pegada arriba para hacer daño a la defensa malaguista, que recibe menos goles a cambio de meter menos aún. No hay tiempo para mucho, sólo para ganar.