Resultado y crónica del Málaga CF - Real Oviedo

(2-1) Diga mejor don Antonio

  • Antoñín se cuela en el show de Pacheco para marcar un golazo y forzar el penalti del 2-0

  • El Málaga llevaba sin ganar en La Rosaleda un partido oficial desde el pasado 8 de junio al Elche

  • Segundo triunfo consecutivo del equipo, que duerme este noche fuera de descenso

Antoñín, tras disparar, mira el balón poco antes de entrar en la portería.

Antoñín, tras disparar, mira el balón poco antes de entrar en la portería. / Marilú Báez

No le diga usted Antoñín que de pequeño tiene poco. Es Antonio Cortés Heredia. Apellidos de artista. Nombre al que le falta un don que haga justicia a su fútbol de raza. No un don de talento, que le sobra. Un don de señor, de señorío, que suena a compás y alegría. El joven punta conjuga verbos que se aprenden en la calle. Y a él, que puede ir tranquilamente andando a su casa desde La Rosaleda, esa gramática parda le emana. Firma un triunfo edificante y necesario justo en una semana en la que el jeque (Shaheen mediante) pretende recortar 1.7 millones en cantera. Que se los quite él de su bolsillo mejor.

Como si todavía estuviera en Riazor, el Málaga empezó a arrinconar al Oviedo desde el primer instante. Una presión alta y generosa para que los asturianos supiesen que no se podían dormir con el balón y tampoco sacarlo como más le interesaba. Un doble mensaje que también se dirigía a la grada. Declaración de intenciones de los blanquiazules, que querían vencer y convencer.

Hubo rotaciones en el abanico de oportunidades que generó el Málaga en los primeros 45 minutos de partido. Protagonismo para Sadiku, Antoñín, Renato, Cifu, Keidi, Adrián y hasta Mikel Villanueva. Un nucleo de jugadores que venía con las pilas cargadas de Galicia. Sin embargo, fue Pacheco el que acaparó más balón. Y mejor.

El de Pizarra, marcado por su rosario de lesiones desde que regresó a su casa, cuajó una actuación primorosa. Supo combinar y entender el mapa del partido, saliendo victorioso de cada ocurrencia. Hasta rozó el gol olímpico en sendos saques de esquina.

El gol habría sido lo más justo. Para Pacheco y para el Málaga. Pero el Oviedo, algo timorato, estaba en la partida. No tenía más prisa que la de esperar el error del contrario o extraer petróleo de las jugadas a balón. Así logró amenazar tibiamente a Munir alguna que otra vez.

Cuando todo parecía dispuesto para ser la noche de Pacheco, que empezó la segunda mitad generando más peligro a balón parado, se destapó Antoñín. El canterano abrió el marcador después de una acción que se cocinó él mismo, convirtiendo un despeje preventivo de Luis Hernández casi en una asistencia. Después de ganar el reto a Carlos Hernández, a quien también sacó una amarilla en la primera parte, forzó un penalti a Nieto. Más de listo que otra cosa.

Tras el gol de Adrián, Víctor movió el banquillo y parecía tener controlada la situación. Pero esto es Segunda División. Cuando todo estaba más para el 3-0 que para el 2-1, un balón inofensivo al área acabó en gol de Ibra tras un error grosero de Munir, que venía siendo uno de los más regulares en esta temporada.

No era mal recordatorio para el Málaga. La categoría exige partidos completos, penaliza el despiste por mucho que tu fútbol pese más en la balanza. El punto épico del final sirve también para estrechar más aún los lazos con La Rosaleda, que no celebraba un triunfo desde el 8 de junio al Elche. Segundo triunfo seguido. Noche fuera del descenso y que aprieten los demás.

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