Gerardo Valencia, de una dura infancia a montar su inmobiliaria

Internado en un Hogar de Niños en Sevilla, inmigrante en Francia e Inglaterra l Fue camarero, oficial del consulado español en Londres y también reportero de famosos

Pedro Molina, el pintor de Marbella que inmortalizó a su perro

En la cabecera a la izquierda con un grupo de amigos
En la cabecera a la izquierda con un grupo de amigos

–He pasado mucha hambre, de días sin comer. Tuve tuberculosis, cuando la gente se moría de esta enfermedad. Conseguí salir adelante, soy un superviviente total.

Gerardo Valencia nació en una paupérrima habitación de La Línea (Cádiz) que cuando llovía caía más agua en el interior que afuera, donde los huecos de la puerta y la ventana se cubrían con trozos de madera. Dormía en la tapa cóncava de un baúl, que una vez abierta permitía rellenarla de trapos que hacían de colchón. Conserva en una oreja la cicatriz que le marcó la mordedura de una rata.

–Las necesidades las hacíamos en un cubo. Una vecina nos dejaba coger uno o dos cubos de agua al día. No teníamos tazas, el café de achicoria lo tomábamos en envases de latas de conservas. El único juguete que tuve de niño fue una pelota de tenis que encontré en la calle. Salía a implorar caridad entre el vecindario, a buscar un trozo de pan duro de quienes querían ayudarnos. Con mis cuatro hermanos vivimos un infierno de miedo, hambruna y desamparo. Mi padre venía siempre a casa después de beber mucho. Nos daba unas palizas terribles a nosotros y a mí madre, luego la forzaba y le hacía otro hijo. Vivimos como en un campo de concentración. Allí no había más que hambre, dolor y miedo. Siempre miedo.

Gerardo Valencia tenía doce años cuando su madre decidió quitarse la vida con la ingesta de aguafuerte, ácido clorhídrico. Dejó cinco hijos, el más pequeño de siete meses, todos fruto de las violaciones de su cuñado.

–Cuando llegué al Hogar del niño Jesús o la Ciudad de los Muchachos en Sevilla no tenía padre ni madre. De ahí la gratitud que tengo hacia el padre Trenas, por quitarme el hambre. El único cariño que he encontrado fue el de su dedicación por mi y los otros 300 niños a los que acogió en su internado. Nos ha sacado adelante dándonos preparación y cultura.

Manuel Trenas (Málaga 1914¬Sevilla 1981) fue decisivo en la fundación de la cofradía de los Javieres en Sevilla. A diferencia de otras cofradías religiosas elitistas, como los Luises o los Estanislaos, los Javieres apostaban por la enseñanza y la cercanía a la pobreza. Un cartel a la entrada del hogar advertía: “Los niños de hoy son los hombres del mañana. Si los abandonamos no tendremos derecho a quejarnos de que la sociedad sea mala” .

–Desde el primer día me di cuenta que el padre Trenas estaba empeñado en luchar por nosotros. Nos permitía poder comer y estudiar para ser buenas personas el día de mañana. Con unos brazaletes de mando, nos vigilábamos unos a otros. Mi situación no era la de un niño que suspendiera una asignatura, sino la de alguien que no tenía quién se preocupara por su enseñanza. Gracias a mis buenas notas, de los trece hasta los diecisiete años cursé el bachillerato en un instituto de Sevilla fuera del internado.

Su gratitud por el sacerdote le ha llevado a conseguir que el Ayuntamiento de Sevilla le dedicara una calle. Y se propone ahora promover la canonización de quien afirma: Ha sido un santo, jamás nos ha puesto la mano encima.

Después de abandonar la Ciudad de los Muchachos, por diferencias con el Hogar, regresó a La Línea, donde tras permanecer un tiempo decidió poner rumbo a Francia en busca de un futuro mejor. No lo encontró. Después de trabajar de peón de albañil en Lyon o acarrear barriles y garrafas en París, se dispuso a viajar al Reino Unido.

Con su esposa Carmen Artiach
Con su esposa Carmen Artiach

–Me fui a Londres, donde tenía a una hermana, allí hice de camarero en el colegio religioso Josefitas, de pinche de cocina en el estadio de Wembley o de ayudante de urgencias en un hospital. Viví un tiempo en la casa de mi hermana hasta que pude compartir un piso con dos españoles.

Un día se presentó en el consulado español para gestionar la exención del servicio militar por su condición de inmigrante. No reunía los requisitos del tiempo mínimo de estancia, pero sí encontró la posibilidad de optar a una plaza vacante de oficial de cancillería.

–Me preparé y la conseguí. Para mí fue un logro muy importante. Solo hice amigos en la colonia española, los ingleses tenían un trato prejuicioso hacia lo español. Completaba mi jornada trabajando detrás de la barra del bar Costa Brava. En los centros españoles conocí a mi primera mujer, con la que estuve casado 22 años.

En 1965 viajó a La Línea para arreglar los papeles para la boda. Se casó y continuó con la doble jornada laboral, en el consulado y en los bares españoles.

–Los vínculos con los españoles eran muchos, en el local donde había creado la asociación linense nació la peña Nueva Andalucía. Conseguí llevar a Londres a grupos y artistas como Jarcha, El Lebrijano, El Camborio, Juanito Maravilla, Felipe Campuzano, Manolita Cano o José Mercé. Todos ellos aceptaron actuar gratuitamente en las Navidades para los emigrantes españoles residentes en Londres. Todas las gestiones las he realizada yo durante varios años.

Hasta que un día decidió regresar a La Línea

–Me fui con quinientas pesetas y volvía con mujer, un hijo y un millón y medio de pesetas. Regresé a España con 28 años, el cónsul general, que era el conde de Camporrey me dio una carta de recomendación para Gonzalo de Borbón, que estaba en Sevilla y podría abrirme camino en esa ciudad. Ni siquiera fui a hacerle una visita protocolaria. También me ofreció trabajar en Madrid en el Ministerio de Exteriores. Estaba tan seguro de mí que le dije que no me hacían falta las recomendaciones.

En el acto de homenaje de la Hermandad los Javieres.
En el acto de homenaje de la Hermandad los Javieres.

Alquilé un apartamento en La Línea, donde el alcalde me ofreció casa y trabajo pero yo lo rechacé. Allí dormía con mi familia pero todos los días venía a Marbella a buscar trabajo, hasta que nos trasladamos aquí. Mi amigo Julio Almagro me consiguió un trabajo de jefe de administración en una promotora inmobiliaria.

De la mano de Julio comencé a hacer periodismo en la revista que él tenía en Marbella, Read Press. Lo mío era una auténtica vocación desde que habíamos hecho una revistilla en la imprenta que había montado el padre Trenas en el Hogar del Niño Jesús. Julio me enseñó mucho del oficio. Luego recibí un ofrecimiento de El Sol de España, fundado en Marbella en 1967 y heredero del diario España de Tánger.

–Un 18 de julio inauguraron el estadio municipal de fútbol Utrera Molina, en el que tres meses después se llovía por todas partes. Lo había construido la empresa de la esposa de otro ministro franquista, José Antonio Girón de Velasco, con el presupuesto de una ciudad deportiva. Cuando publiqué la foto del estadio con un breve comentario, el alcalde Paco Cantos mandó a la policía a detenerme. Creían que era rojillo, aunque nunca he sido comunista. Le daba palos al gobierno, al que tenia el poder, no le iba dar al pobre. Era como un pellizquito. Yo tenía mucha amistad con la secretaria del también ministro, Manuel Fraga y la acción del alcalde quedó en nada.

Alguna vez pedí la dimisión de Paco Cantos. Dije que hizo del Ayuntamiento una sucursal del Gobierno de Jozip Broz Tito de Yugoslavia, porque colocaba a sus sobrinos y a toda la familia. Cuando Cantos dejó el cargo bajó del estrado, aún llevaba el cangrejo en el pecho. (El escudo de yugos y flechas adoptado por la Falange Española y luego por el franquismo). Me dio un abrazo, al tiempo que me preguntaba: ¿Y ahora ya podemos ser amigos? Políticamente tenía grandes diferencias con él, pero era muy buena persona. Conseguí que mucho después el Ayuntamiento le concediera la medalla de oro de la ciudad.

–En una visita que el exprimer ministro del Reino Unido Edward Heath realizó a Casares, donde celebró un acto, me dio un cólico nefrítico. Al día siguiente Heath vino a visitarme en la clínica donde estaba ingresado.

Hice un reportaje de la actuación de Lizza Minelli en la plaza de toros de Puerto Banús, después de ganara el Oscar en la película Cabaret, a Julio Iglesias en Los Ángeles y a Clint Eastwood en su pueblo.

En Austria a Alfonso Hohenlohe e Ira de Furstenberg y en Londres sobre el juicio a Tony Isbert, que se celebró en Oxford, por tráfico de drogas. Le hice las fotos con un carrete que llevaba escondido. Estos dos reportaje fueron portada de la revista Semana, pero tuve que pasarme varias veces por Madrid para que me pagaran lo billetes de avión. Me indignó esta acción y no seguí más con esa publicación.

Una vez me enteré que a primera hora de la mañana la actriz y sex symbol Diana Dors se bañaba en la piscina del Marbella Club. Cuando se cambiaba el bañador, detrás de unos arbustos, conseguí hacerle varias fotos desnuda. Tras las fotos fui a entrevistarla, el marido me acompañó hasta la salida y me pidió que por favor tratara la información con delicadeza porque su mujer tenía cáncer. Rechacé entonces publicar las fotos a pesar de que la prensa inglesa me insistía en que se las vendiera. Al poco tiempo ella murió. No quería parecerme a los paparazzi.

Al torero Dominguín, en una oportunidad, lo senté junto a la princesa persa Soraya en Mau Mau, la discoteca del Marbella Club. A los fotógrafos les había dicho que la noche anterior había ganado muchísimo dinero en el casino para despistarlos,y esa noche todos habían ido allí. Al torero Jaime Ostos lo fotografié cuando estaba con Lita Trujillo, me acerqué a ella para entrevistarla y le hice un carrete de fotos. También pude hacer un reportaje a Jackie Kennedy y una entrevista a Brigitte Bardot.

A mediados de los noventa me encargaron hacerle una entrevista al serbio Bob Petrovic como presidente y nuevo dueño del Club Atlético de Marbella. Me recibió en su barco de magnate, atracado en Puerto Banús, y la publiqué en una revista de deportes. Al día siguiente me llamó para proponerme el cargo de gerente del club. Lo primero que hice como gerente fue encargar un balance del club, el economista y auditor dictaminó que se trataba de una sociedad en quiebra y que su venta pudo ser una estafa. El Marbella tenía embargado todo lo embargable, no podía recibir un duro de quinielas ni de derechos de televisión. Se lo había vendido el alcalde Jesús Gil por 113 millones de pesetas y el club tenía una deuda de 325 millones. Dimití, Gil le había pasado a Petrovic una sociedad en quiebra, un año después el club desapareció.

–Nunca me he bañado en el mar, por miedo. Mi padre me decía, cuando era un niño y estudiaba en Algeciras, que si no aprobaba y no podía seguir estudiando allí me tiraría al mar. Eso me quedó grabado como cuando me dijo que tenía que trabajar con chaqueta.

Valencia fue galardonado con el primer Javier de honor y la medalla de oro de la Hermandad de los Javieres de Sevilla, por su dedicación, entrega y defensa de las cofradías de Semana Santa. Desde hace más de treinta años, junto a su mujer Carmen, es dueño de una agencia inmobiliaria.

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