Juan Recio hace del arte escuela en Marbella
Un antiguo maestro de educación primaria lleva 40 años al frente de una peña para promocionar el flamenco en la localidad de Marbella
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Ese día Juan Recio se encontró con la sede de su peña flamenca, Sierra Blanca, reducida a escombros. Poco o nada quedaba del local que se levantaba en el antiguo mercado municipal. Pronto alertó a sus compañeros para que le ayudaran a recuperar los muebles y enseres que habían quedado sepultados. Recio se presentó en el Club Financiero, el cuartel general de Jesús Gil, en busca del alcalde, acompañado por algunos peñistas para denunciar el atropello. Antes, tuvo que recitar las actividades que desarrollaba la asociación para satisfacer la chulería del regidor, que le inquirió: ¿qué fundamento tiene una peña?
En esos días el tablao del bailaor El Pinto también había sido arrasado por las palas municipales. El artista había abandonado por un momento su local en busca de tabaco, cuando volvió descubrió los restos de su local por los suelos.
La promesa que recibieron los peñistas de boca del alcalde de disponer a la brevedad de un nuevo local no se cumplió. Recio se enteró entonces de un acuerdo de permuta de inmuebles que el Ayuntamiento había alcanzado con un particular y por el cual se haría con algunos locales. No dudó, machota en mano, en entrar en unos de ellos, aún en obras. Creyó entender el nuevo lenguaje que se imponía en el pueblo. Con la ayuda de sus compañeros comenzó a realizar los trabajos de acondicionamiento de la nueva sede de la peña donde hoy se encuentra, frente al antiguo cementerio de Marbella. De esto han pasado más de 33 años.
Juan Recio Polo, es el fundador y presidente de la peña Sierra Blanca desde su constitución hace 41 años. Desde entonces este profesor de escuela, ahora jubilado, se afana en divulgar su pasión por el flamenco entre los jóvenes. Su preocupación es dar a conocer el flamenco en las aulas de los centros educativos del municipio o acoger en la peña cursos de iniciación al flamenco para alumnos y profesores.
Ha creado el programa El cole va a la peña flamenca, en los que consigue atraer a unos 600 alumnos de diferentes colegios con el apoyo municipal. Allí se les habla de la guitarra, de los cantaores, de la voz, de las bailaoras, del compás, de las letras de los cantes, hasta de los zapatos o las castañuelas. Los alumnos se van encantados pero ahí se queda. Cada año repite su denodada labor para conseguir la implicación de los jóvenes al mundo flamenco. Reconoce que una actividad al año no crea hábito, que requiere continuidad.
–A los jóvenes les invitamos a que vengan con el instrumento que quieran, si les gusta un órgano, que vengan con un órgano. Que tengan su espacio. Atraerlos es el gran reto, no solo de esta peña, sino para todas.
Desde sus inicios la peña ha organizado festivales flamencos, concursos de saetas, conferencias, ciclos de cante de jóvenes flamencos, concursos de cante, cursos y talleres de guitarra, baile y percusión, moragas flamencas, y programas educativos. Este año se cumplen cuarenta años de la actuación de Camarón de la Isla (1985) en el II Festival de cante que organizaba la peña Sierra Blanca. La estrella del flamenco actuó con Tomatito a la guitarra en el estadio municipal de fútbol. La peña se apuntaba otro tanto, el año anterior, en el primer cartel de su festival había reunido a El Lebrijano, José de la Tomasa, Naranjito de Triana y El Cabrero. El cantaor de la isla de San Fernando llegó esa noche con la mano derecha vendada, que se le atribuyó a una desafortunada caída en la plaza de toros de Benalmádena .
–Camarón ya no estaba bien, temí que no pudiera actuar para nosotros. Para mí ya no era el extraordinario cantaor que había sido.
Salvador de la Peña, antiguo locutor de Radio Nacional y presentador de este festival flamenco, recuerda haberle visto también vendadas las rodillas, que se achacaba a problemas en las articulaciones.
–Lo he presentado más de veinte veces en diferentes festivales flamencos. Recuerdo una ocasión, en San Roque (Cádiz), estaba actuando Camarón con Tomatito cuando de pronto empezaron a volar sillas y se armó tal gresca entre el público que los artistas en un momento se perdieron. Yo me puse a hablar y hablar hasta que todo se calmó y pudo continuar la actuación. Los agentes de la Guardia Civil alabaron mi valentía, cuando lo único que se me había ocurrido era no parar de hablar. A Camarón lo asemejo a Fosforito, capaz de empezar con un palo seco como el taranto y después pasar a todos, bulería, tango o soleá. Yo era muy consciente cuando estaba a su lado de que se trataba de un artista extraordinario, muy grande.
En los cursos y talleres de guitarra también se impartieron clase hace cuarenta años a alumnos extranjeros.
–Tenía unos amigos de estas nacionalidades muy aficionados al flamenco a los que se les ocurrió traer a Marbella a participantes de sus países. Ellos se encargaron de publicitar el curso. Se les ofrecía participar de unas jornadas que se celebraban en el colegio público Vicente Aleixandre. Conseguimos unos veinte alumnos que por la mañana iban a la playa y a las tres de la tarde comenzaban las clases de flamenco. La gente de la peña, sin saber sus idiomas, los invitaban a su casa, los llevaban a festivales flamencos o a participar en las moragas. Venían a aprender a tocar la guitarra. Eso fue a mediados de los años ochenta y duró cuatro años.
Los amigos austriacos como contrapartida le invitaron a Recio a visitar Viena y allí fue la peña con sus cantaores, guitarristas, un cuadro flamenco y la academia de baile de Paquita de Jesús a difundir el flamenco.
–En las habitaciones del hotel la televisión ofrecía películas porno. Para muchos era una novedad y por curiosidad alguno picaba. Después se encontraron con la sorpresa, en la factura había un extra por esas películas, que nadie reconocía haber visto.
–En una ocasión contábamos con la actuación de El Cabrero pero este cuando vino se empeñó en que tenía que cantar antes de las doce de la noche. Le dijimos que eso no era posible, que en la peña teníamos socios que trabajan en la hostelería y que si actuaba antes éstos se lo perderían. Cogió su cosas y se fue. En otra ocasión un cantaor, también muy conocido, llegó borracho para cantar. Ya venía de otras actuaciones y con el cuerpo de fiesta. Eso antes ocurría, ahora ha cambiado, los cantaores jóvenes se cuidan más.
Recio recuerda a Pepe Lanjarón, un cantaor que llegó de Granada a esta zona de la Costa para actuar en el hotel Atalaya Park de Estepona.
–En la zona del estadio municipal de fútbol tenía un local muy pequeñito que siempre estaba lleno de humo de tabaco. Cuando alguien se quejaba de las estrecheces del sitio o del humo, Pepe Lanjarón le respondía: No sé de qué os quejáis, si aquí estáis mejor que en el (hospital) Carlos Haya.
La peña Sierra Blanca propuso al Ayuntamiento darle el nombre de La Cañeta a una calle de la Divina Pastora, el barrio donde vive la cantaora malagueña.
–Ella no creía que se lo iban a dar y al final lo conseguimos. Creíamos que era merecido el reconocimiento, que Marbella debía hacer a su trabajo y entrega a la manifestación más importante de Andalucía, como es el flamenco. Recogimos las firmas, presentamos los papeles y se aprobó en el pleno. Ella quería tener una calle que pudiera verla al pasear y ahí la tiene.
María Teresa Sánchez, La Cañeta de Málaga, tiene una larga carrera como cantaora y bailaora. La Cañeta inició su carrera en el barrio de El Perchel en una Málaga de posguerra, en la que se recuerda que lo único que sobraba era la necesidad, la miseria y el hambre. Siendo aún una adolescente ya bailaba en los cuadros de los Vargas. Ha compartido tablas con Manolo Caracol, Lola Flores, Carmen Amaya, Camarón, Beni de Cádiz, Antonio Gades o La Paquera de Jerez. De todos ellos fue amiga. Ha bailado en todos los tablaos de Madrid y recorrido medio mundo. Formó parte de la gira de Antonio Gades en Nueva York y recorrió todo el continente americano. En Japón estuvo un año de actuaciones con Pepe Habichuela. En Marbella tuvo dos tablaos, en Puerto Banús y El Capricho, y hace dos años el vecino municipio de Ojén le rindió un homenaje en el Festival flamenco Castillo del Cante.
El concurso de saetas se ha convertido en un clásico para la peña flamenca. Se celebra en fechas previas a la Semana Santa para reivindicar a Marbella como una ciudad con tradición saetera. Recio destaca este certamen, que inició hace 34 años en el antiguo teatro municipal.
–Lo aprecio mucho porque con gran esfuerzo hemos conseguido que este concurso se mantenga vivo y no se pierda la cultura saetera de la ciudad.
En calles como Lobatas se había arraigado una tradición por este cante animada por los propios vecinos. Allí cantaron las hermanas Valero, Chacón o José Tomé, El niño de Marbella. Para esta edición el Concurso de Saetas que celebrará una fase preliminar en la propia sede de la peña y en la Hermandad de los Romeros de San Bernabé, y la final en la Ermita del Santo Cristo. Normalmente toman parte entre doce y catorce participantes. El ganador recibirá un premio de 1.200 euros, el segundo clasificado obtendrá 800, el tercero 600, otro de 400 y 200 para el cantaor local más destacado.
El funcionamiento de la peña depende en buena medida de la colaboración de entidades y administraciones públicas y en menor medida de las privadas.
–Una peña no es un casino, sino una asociación cultural sin ánimo de lucro que permite la convivencia, la amistad. No se puede convertir en un tablao, que es un negocio profesional y en general está dirigido a un público extranjero, donde también hay números de calidad.
–En Marbella si existe la peña flamenca es gracias al empeño de Juan Recio, sostiene el presentador Salvador de La Peña.
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