Lolo, alpinista sampedreño: "Dicen que es absurdo arriesgar varias vidas para salvar una y tienen razón, pero era la mía"

Hizo de su afición deportiva, escalar las cumbres más altas del mundo, un oficio de trabajos de pintura y albañilería

Del chocolate al turismo

Lolo González, Juanito Oiarzabal, Carlos Soria y Juanjo Garra. / M. H.

"En San Pedro (Marbella) tienen una persona, que probablemente no haya otra en la historia de ese pueblo que en el mundo del alpinismo haga lo que tú estas haciendo”, le dijo Juanito Oiarzabal a Lolo González. Estaban a más 5.300 metros de altura, en el campo base que comparten los montañeros que se disponen atacar las cumbres del Lhotse (8.516) o del vecino Everest (8.848). Oiarzabal es el sexto montañero en conseguir hacer cumbre en las catorce ocho mil del mundo.

Lolo empezó en San Pedro Alcántara –la pedanía con sentimiento de pueblo que soñó ser municipio propio– a practicar su afición por la espeleología que luego le llevó al montañismo. Hace 42 años, junto con ocho amigos, fundó el grupo de alpinismo Ama Dablam, que hoy cuenta con más de 200 miembros.

El 20 de mayo de 2011 Lolo esperaba que el escaso viento que corría en la montaña se quitara y que el día siguiente fuera una jornada estupenda. Se encontraba en el campo cuatro a 7.800 metros de altura, el día siguiente iban intentar hacer cumbre en uno de los gigantes. Se había marcado el tiempo de seguridad para hacer la ruta, perfectamente trazada con cuerdas fijas por las expediciones comerciales.

–Me había propuesto alcanzar la cumbre del Lhotse a las tres de la tarde. Apuré al máximo el margen de tiempo de seguridad para alcanzar la cima. Hacía un día excepcional, a pesar de la dureza que supone moverte a más de ocho mil metros disfrutaba de la escalada, por lo que no había motivo alguno de alarma, recuerda Lolo.

El montañero sampedreño en un momento se descolgó de la expedición. Un inoportuno apretón, cuya recuperación le llevó una media hora, le supuso perder de vista a sus otros cuatro compañeros del grupo.

Cima del Everest en mayo 2000 / M. H.

–Pasé quince horas caminando a ocho mil metros de altitud, sin ningún material de vivac, sobreviví a esta situación hasta el mediodía del 22. Preferí llamar a Darío Rodríguez, un periodista de la revista Desnivel que se encontraba en el campamento base, en lugar de llamar a mis compañeros que no me iban a contestar. Le pedí que llamara al campamento cuatro para que alguno de los sherpas me subiera agua caliente, me había quedado sin ella. Entré en una travesía y a partir de ahí no recuerdo nada. Tuve un mareo, me agaché y entré en un plano diferente. En el transcurso de la noche tuve tres o cuatro alucinaciones, en la última creí que me habían movido el campo base para gastarme una broma. Me quedé a descansar, durmiendo para morir. Russell Brice (alpinista neozelandés, propietario de una empresa de expediciones de escalada) decía que es absurdo que para salvar a uno se ponga en peligro las vidas de otras personas. Y la verdad es que tiene toda la razón del mundo. En este caso era para salvarme a mí, que debía estar muerto.

Desde el campamento base consiguieron hablar con los hermanos Benegas, unos alpinistas argentinos que bajaban con sus clientes desde la cumbre. Damián Benegas estaba a 8.000 metros y él y su grupo bajaban bien. En el Espolón de los Ginebrinos, una zona de gran visibilidad trataría de localizarlo. Se asomó y a lo lejos divisó un cuerpo cuya indumentaria coincidía con la que le habían descrito que llevaba Lolo.

Benegas no tenía esperanzas de hallarlo con vida. Lolo se encontraba tumbado en el medio de la nada. Gritó su nombre y Lolo se movió.

–Me encuentran los hermanos Benegas, me hablan. Llegan a las 17 horas del 21 de mayo, he estado más de quince horas a más de seis mil metros moviéndome.

Los rescatadores se enfrentaban al dilema de bajarlo y exponerse ellos al riesgo de sufrir un edema pulmonar o cerebral, o que una inesperada tormenta provocara una situación sin salida. Con la colaboración de otras empresas consiguieron implicar a unas 50 personas, decidieron bajarlo, a veces arrastrándolo, hasta que dos sherpas subieron con una camilla trineo.

Lolo González / M. H.

–Siempre hubo una complicidad con los rescatadores, eran las ganas de vivir que yo tenía. Estuve lúcido durante todo el rescate. De noche llegamos al campamento dos donde se había preparado un hospital de campaña con tres personas pendientes de nosotros. La noche la pasé sin problema, estaba bien. A la mañana siguiente un helicóptero me evacuó, a unos 6.400 metros de altura, rumbo a Katmandú. Jugué una partida de quince horas con las muerte y se la gané.

Lolo sufrió una grave congelación en ambos pies, que le ocasionaría la amputación de parte de seis dedos, tres de cada pie. La intervención se llevó a cabo en una clínica especializada de Aragón.

Dos años después, en la expedición al Dhaulagiri en 2013, la muerte de un compañero, Juanjo Garra, le marcaría.

–A 8 mil metros, iba adelante en la cordada y veo un poco más atrás, caer a dos compañeros en una plancha de hielo. La caída de uno provocó la del otro. Juanjo sufrió fractura de tibia y peroné. Decidimos bajar con el sherpa que le acompañaba hasta el campamento en busca de oxígeno y una tienda. Pero el sherpa se va con él sin avisarme, se hace de noche y desciende rápidamente la temperatura, bajo por un glacial y me libro de una avalancha. A pesar de los esfuerzos de mucha gente, Juanjo murió acompañado por el sherpa.

A Lolo, pasar la noche a la intemperie, le cuesta la amputación del dedo gordo del pie.

–Después de lo del Dhaulagiri y perder a un compañero te lo planteas. Con el accidente de Juanjo quedé muy tocado. Pero el alpinismo es todo en mi vida, es una forma vivir, es mucho lo que te da y te enriquece. Momentos como estos son muy duros pero lo que vives los buenos momentos son mucho más, compensa la parte positiva.

Te evades del día a día cuando llegas, hay un solo objetivo que es la cumbre de la montaña. Es una experiencia vital máxima. Al conseguir hacer cumbre las sensaciones antes de llegar, cuando lo vas a a conseguir son emocionantes. Y lograrla es la satisfacción de haberlo conseguido. Es el reto de estar en un espacio natural al aire libre. No son más de 45 o 30 minutos el tiempo que se permanece en la cumbre, solo o con los compañeros. A una altura tan elevada de 8.000 metros la visión es casi infinita, la sensación de ver la cobertura de la esfera de la tierra, un horizonte curvo.

Luego salir de ahí depende de las circunstancias físicas, bajar, ir destrepando es igual de complicado, siempre es técnicamente difícil.

Es una vivencia extrema que te permite valorar todo lo que tienes, lo material y lo emocional. Te deja muchas enseñanzas cuando llegas aquí, los aspectos sociales, la tristeza y los miedos. La cultura de otros países provoca mucho miedo por su desconocimiento, convivir con otra cultura desecha el racismo.

El ochomilismo que conocí en los años ochenta y noventa no tiene nada que ver con esas décadas en lo que se ha decantado. La comercialización de los tours a las cimas de las montañas está dirigido a un público adinerado. Es cuestión de hacerlo lo más rápido posible y de colgar imágenes en las redes sociales. Eso carece de esencia. Y esto también ha cambiado. El movimiento comercial de finales de los años noventa, los propietarios de las agencias eran extranjeros que estaban en Nepal. A partir de 2010, los propios sherpas asumen la comercialización del servicio a partir de los 8.000 metros, por encima del campo base. Preparan la logística y la escalada de un servicio de aventura, en el que poco importa la capacidad física del cliente. Y les da igual la basura, solo van por el dinero, son los responsables del deterioro. Antes los sherpas y los clientes bajaban la basura, ahora la dejan arriba, está muy degradado, abandonado, la mayor parte de la basura que dejan son tiendas, botellas de oxígeno y envases. La administración de Nepal es un desastre, no controla que se bajen los residuos. En Katmandú nadie hace sus trabajo Lo bueno es que los sherpas hacen nuevas rutas y mejoras técnicas, es la parte positiva. Elementos de juicio para mejor y peor.

De los catorce ocho mil, hizo trece intentos de los que ha hecho cumbre en cinco de ellos.

Trabajos camino del Tajo de Ronda

–En muchos de ellos he tenido mala suerte, se depende de las condiciones meteorológicas y de los problemas físicos. No los conseguí por 400 o 200 metros. Recorrer cien metros a esas alturas lleva hora y media (mucho menos que un caracol, que recorre 50 metros en un hora). De los trece intentos podía tener 12 cumbres.

A partir de la afición al alpinismo, Lolo creó una empresa dedicada a realizar trabajos verticales.

–Las obras de rehabilitación de fachadas me dan de comer. En Málaga fuimos una de las dos primeras empresas en realizar trabajo vertical y de Andalucía casi también, con una en Sevilla y dos más. Empecé con la empresa en 1997. Tuve que aprender en Madrid conocimientos de este trabajo para aplicar las técnicas en las fachadas y poner el oficio en marcha. Hemos tenido hasta treinta personas trabajando. Hoy no merece la pena. La crisis de 2008 nos obligó a reducir la plantilla, ahora no somos más que cuatro o seis.

Trabajo partiendo de que el explorador le da calidad a este oficio. Haber hecho escalada ayuda. A veces acuden a nosotros para obras de cubiertas de edificios después de contratar a otras empresas de trabajo vertical sin escaladores. La ventaja de trabajar sin andamios es la no ocupación de la acera, con un elevador abaratan los costes.

Ahora estamos haciendo el camino del desfiladero del Tajo de Ronda, una pasarela a través de la cual se podrá cruzar la totalidad de la garganta del Tajo. Es un trabajo más gratificante que el de las fachadas, en un medio natural, que sale de lo normal. Es una suerte participar en estos proyectos de más interés. También acometimos la restauración y limpieza de las murallas en Ceuta, de la muralla de Setenil (Cádiz) o la alcazaba de Almería.

Lolo es ahora el presidente de Ama Dablam, que promueve la escalada en roca de niños a partir de los tres años. La escuela de chicos y chicas cuenta con un equipo de escalada deportiva. En 2019 se planteó el proyecto de intentar hacer tres 8.000 en montañas que aún no había estado, Nanga Parbat (Pakistán), Kangchenjunga (Nepal) y Shishapancha (Tibet).

En 2020 Nanga Parbat contó con el patrocinio privado de una empresa de la Línea de la Concepción (Cádiz) y el Ayuntamiento local con la marca Marbella. En 2021 el Kangchenjunga, repitió patrocinio de la empresa gaditana y del Ayuntamiento de Marbella, al que reclama los 9.500 euros pactados. Las elecciones locales de ese año provocaron un cambio de concejal en la delegación municipal.

–Llevo un año y medio esperando una reunión con ellos, ya veremos.

Está a la espera de poder acometer el ascenso a la tercera montaña, Shishapancha, para cerrar con esta expedición su trayectoria de los ochomiles.

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