Acentos de España

María Valverde y Mario Casas, protagonistas de 'La mula', en una escena de la película.
María Valverde y Mario Casas, protagonistas de 'La mula', en una escena de la película.

Drama, España-RU, 2013, 100 min. Dirección: Michael Radford / Anómino. Guión: M. Radford y Juan Eslava-Galán. Fotografía: Ashley Rowe. Música: Óscar Navarro. Intérpretes: Mario Casas, María Valverde, Secun de la Rosa, Luis Callejo, Daniel Grau, Antonio Gil, Jorge Suquet, Pepa Rus, Alfonso Vergara. Cines: Plaza Mayor, Plaza del Mar, Rincón de la Victoria.

Como ya ocurriera con el Manolete de Andrés Vicente Gómez, La mula, adaptación de la novela de Juan Eslava Galán inicialmente dirigida por Michael Radford (El cartero y Pablo Neruda, El mercader de Venecia), se ha visto envuelta en numerosos problemas de producción que han retrasado su estreno varios años, retraso que, no en vano, parece haberle hecho un pequeño favor comercial por la relevancia taquillera alcanzada en este tiempo por su protagonista Mario Casas.

Sea como fuera, aquellos avatares y el abandono de Radford antes de terminar el rodaje, se dejan sentir de manera palpable en la calidad fotográfica de la copia que ahora se exhibe, una copia con una pésima nitidez de imagen, especialmente en las escenas de noche, posiblemente debida a un mal transfer del analógico al digital.

Así las cosas, y con este hándicap a sus espaldas, La mula regresa a la sempiterna Guerra Civil y a las dos Españas con un ojo en La vaquilla de Berlanga (pero sin el hormigueo ni los planos-secuencia berlanguianos) y otro en esa épica bienintencionada que posa su mirada sobre la contienda con todo ese arsenal de la simplificación, el estereotipo de ambos bandos y la caricatura como argumentos que, en manos de Radford (o de quien sea) y su elenco, se convierte en un sainete desigual y cojitranco por tierras cordobesas y jiennenses en el que la impostura grotesca de los acentos de la España rural y plural parecen ser el principal efecto especial entre estampas de camaradería varonil y postales desgastadas y simplistas, recargadas de música, de sentimentalismo de trinchera y conciencia de clase (y bando) que pretenden funcionar como ajuste de cuentas poético con la Historia sobre unas formas academicistas y una imagen de España que la película abraza cómodamente, sin cuestionar ni un ápice que el analfabetismo y el costumbrismo amables eran y tal vez sigan siendo uno de nuestros lastres más pesados.

Decir que Mario Casas hace una gran interpretación, por supuesto premiada en Málaga, es, me temo, volver a confundir al esforzado imitador con el buen actor, aunque a uno, personalmente, le parezca que lo suyo, como lo de María Valverde, roza más bien el ridículo, especialmente cuando su personaje toma conciencia de sí mismo y de lo que le rodea para verbalizarlo en voz alta, a la mula o al soldado que tiene al lado.

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